Mientras terminaba de rezar el rosario por las Almas del Purgatorio, mi Ángel de la guarda se mostró en una visión interior y se arrodilló para decir conmigo el Gloria al Padre; después, levantándose, puso las manos sobre la cruz que adorna su túnica y me dijo muy gravemente: Continúa rezando así y haz rezar a tu alrededor por estas pobres Almas benditas que sufren.
Vosotros no sabéis lo que es el Purgatorio, ni cuánto deben soportar las pobres Almas aquí. Y cuántas de ellas son abandonadas... Si todo el mundo supiera lo que es el Purgatorio, éste se vaciaría en poco tiempo a fuerza de Oraciones y de súplicas, ¡Y cómo cambiarían vuestras vidas! Pero hay muchos entre vosotros que se tapan el rostro, no queréis tomaros el tiempo de preguntar a Dios para que os aclare este gran misterio y llenaros de compasión por estas pobres Almas.
El Purgatorio no es un mito; es una realidad que muchos deben experimentar. Queriendo negar su existencia, corréis el riesgo de pasar allí mucho tiempo, incluso de perderos para toda la eternidad. Y contemplándolo sólo a través de vuestra imaginación, tenéis grandes posibilidades de experimentarlo cruelmente.
Estas palabras me hicieron estremecer.
El Ángel se calló y me miró con una gravedad impresionante, manteniendo sus manos cruzadas, resplandeciente de una luz viva.
Yo recé con él. Después le pregunté lo que Jesús quería de mí en esta cuestión, ¡pobre y miserable de mí!
El Ángel separó muy lentamente sus manos, que ocultaban en parte la cruz y me la mostró con la mano derecha, mientras que la izquierda señalaba su cinturón, que era morado; y dijo: Tú lo sabes: rezar, hacer penitencia, santificarte en silencio y en el cumplimiento de tus deberes de estado y ofrecer todo esto por las benditas Almas.
Debes igualmente, pedir a tu prójimo, a tus amigos, que recen por las Almas del Purgatorio y pedir a los sacerdotes que conoces que prediquen sobre este misterio tan olvidado.
Verdaderamente, no sabéis lo que es el Purgatorio; si lo supierais, trabajaríais muy en serio por vuestra salvación eterna y os esforzaríais, con vuestras Oraciones, por obtener la liberación de estas Almas que sufren tanto. Tras decir estas palabras, el Ángel cruzó de nuevo sus manos y después desapareció.
Tomado del libro : El Purgatorio una revelación particular.
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