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Ross Douthat ha escrito en su reciente libro “Bad Religion: How We Became a Nation of Heretics”, una tesis interesante refiriéndose a la evolución del cristianismo en EE.UU., pero que en realidad vale para todo occidente.
Él sostiene que el cristianismo no se está extinguiendo, sino que EE.UU. se transformó en una nación de herejes. La mayoría de los cristianos optaron por redefinir la doctrina cristiana a su manera, apartándose de la ortodoxia tanto católica como protestante, aunque continuaron llamándose cristianos.
Esto lo vemos claramente en la actual campaña electoral estadounidense, en que el propio presidente Obama se sigue llamando cristiano y apela a los cristianos, a pesar que sostiene doctrinas alejadas de la ortodoxia, como el aborto y la anticoncepción, o la promoción de la homosexualidad y la ideología de género. Y además, los candidatos a la vicepresidencia, republicano y demócrata, se autodefinen como católicos, al punto que en EE.UU. se habla de dos tipos de catolicismo, se concibe al demócrata Biden como un católico progresista (apoya las doctrinas no ortodoxas de Obama) y al republicano Ryan se lo concibe como un católico ortodoxo.
No obstante, cabe preguntarse si la extinción de una creencia no comienza siempre por el reemplazo de sus fundamentos tradicionales por otros varios y distintos, sin que se consolide un patrón hegemónico, lo que en definitiva termina diluyendo la creencia y luego, la adhesión a su nombre
No puede negarse que el cristianismo tradicional y ortodoxo de todas las denominaciones solía ser la influencia religiosa dominante en la cultura estadounidense, sirviendo como timón social y moral para todo el país. Incluso hasta bien entrado el siglo XX, el cristianismo estabilizó y guió a América para emerger del trauma del cataclismo devastador de las dos guerras mundiales y comenzó a navegar por las agitadas aguas de las reformas de los derechos civiles.
Tan recientemente como hace 50 años, el cristianismo era la corriente principal, intelectualmente respetable y sin restricciones en ningún partido político en particular. Hoy en día, pocas personas de fe dudan queel cristianismo ha sido suplantado como fuerza cultural dominante en América, pero Ross Douthat afirma que la causa es la apostasía generalizada.
Él escribe, que hemos estado viviendo “el colapso en cámara lenta del cristianismo tradicional y el surgimiento de una serie de destructivos pseudo-cristianismos en su lugar.”
Douthat llama a estos pseudo-cristianismos “herejías”, y la frase “nación de herejes”, quiere decir que a pesar de que la mayoría de los estadounidenses todavía se identifican a sí mismos como religiosos o cristianos, “un número creciente está inventando sus propias versiones del cristianismo, abandonando los matices de la teología tradicional en favor de… distorsiones del cristianismo tradicional”.
Los acontecimientos que conducen a la disminución de la ortodoxia cristiana surgieron en la década de 1960, pero tienen sus raíces en los años 1800, con la herejía del modernismo, que Douthat describe como “una teología que hizo a las aspiraciones humanas, más bien que el Dios bíblico, la medida de todas las cosas“.
Douthat explica que la decadencia fue influenciada por la revolución sexual, la globalización (lo que quiere decir la exposición a las religiones no cristianas), y la guerra de Vietnam, donde se bifurca el cristianismo estadounidense. Las inscripciones a los seminarios disminuyen, las denominaciones enfrentan rigores presupuestarios y las elites “entienden que la única razón para prestar atención a la cristiandad tradicional era someterla a una crítica mordaz”. A esto se añade la presión para la ordenación de mujeres, la creciente aceptación del divorcio y la desestigmatización de la homosexualidad, y usted tiene una pesadilla para los tradicionalistas.
Después de montar dos respuestas muy diferentes a los frutos de la modernidad – la acomodación y la “guerra cultural” de resistencia – el polvo se ha asentado: el cristianismo ortodoxo ha dejado de influir en la cultura general de forma significativa. En su lugar, hay cuatro grandes “pseudo-cristianismos”.
La primera herejía tal es la fascinación con los “evangelios alternativos” y la búsqueda del “Jesús real”.
La segunda es “la salud y la riqueza” el evangelio de la prosperidad.
Douthat llama a la tercera herejía al “Dios de adentro”, en el que el dios que habla no es otra cosa que su propio ego, que le permite sentirse bien concualquier opción que usted pueda hacer para conseguir su felicidad.
Por último, Douthat concluye con la cuarta herejía del “nacionalismo americano” y sus dos expresiones muy distintas, el mesianismo y la fatalidad apocalíptica.
Douthat admite ser un católico, pero él se considera franco acerca de errores de la Iglesia y sus debilidades, sobre todo en la descripción de cómo el “espíritu del Concilio Vaticano II”, la acomodación y la capitulación debilitaron a la Iglesia y la llevaron a algunos de sus peores momentos. Su resumen retrospectivo y análisis del escándalo de abusos sexuales es uno de los mejores que se hayan escrito nunca.
Reflexionando sobre la tesis de Douthat, cabe preguntarse por qué razones el Vaticano hizo pocos esfuerzos para prevenir la herejía del modernismo que san Pio X denunció en la encíclica Pascendi hace un siglo (en 1907) e incluso no se ha referido públicamente, denunciando a doctrinas alternativas que crecieron en el catolicismo, con el nombre de herejías, como las que actualmente crecen en EE.UU., por ejemplo entre las monjas rebeldes, y con otras que se oyen de boca de algunos sacerdotes, como que el infierno ni el purgatorio existen, los ángeles tampoco, el mal tampoco, Jesús no hizo milagros, etc..
Fuentes: NCRegister, The New York Times, Signos de estos Tiempos
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