MIENTRAS ESTAMOS LA MAYORÍA EN NUESTRAS CASAS CÓMODOS Y SIN PROBLEMAS, NUESTRAS HERMANAS LAS BENDITAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO SUFREN LO INDECIBLE. OREMOS POR ELLAS HERMANOS.
Y HAGÁMOSLO ASÍ:
Padre eterno, yo te ofrezco la preciosísima Sangre de tu Divino Hijo Jesús, en unión con las misas celebradas hoy día a través del mundo por todas las benditas ánimas del purgatorio.
Padrenuestro, AveMaría y Gloria.
Repetir cinco veces lo anterior.
Para finalizar oremos la Salve
«NO SEÁIS
CURIOSOS»
(Del libro:
“El Purgatorio: Una Revelación Particular”)
Estas son
las palabras que me dirigió un Alma, al término del gran conocimiento que el
Señor le permitió ofrecerme sobre el Purgatorio; esta Alma expiaba allí faltas
graves desde hacía mucho tiempo y se me manifestó varias veces para que yo
rezase e hiciera rezar a los demás por su liberación. Esto es lo que me dijo:
«¡No
intentes escrutar nunca el designio de la Justicia Divina! Muchos hombres se
hacen preguntas sobre el número de los elegidos, e inciden con ello en el
camino del error. El juicio de Dios nunca es comparable al de los hombres y
muchos se verán sorprendidos en el día del juicio final, viendo salvadas Almas
que una falsa idea de la Justicia Divina hubiera condenado a la perdición; y
condenadas a otras a las que algunas veces se tuvo por santas.
¡No seáis
curiosos! Rogad por nosotras, que tanta necesidad tenemos de vuestra caritativa
ayuda, de todas las buenas acciones, de vuestros sufragios.
Aprende
bien esto y hazte una regla estricta: por la misericordia infinita de Dios hay,
ciertamente, muchas más Almas salvadas que condenadas. Pero hay que rezar
siempre por los difuntos, por muy brillante que haya sido su reputación de
piedad, e incluso de santidad. De lo único que podemos estar seguros es de que
un Alma que ha sido beatificada está en el Cielo. Para todas las demás Almas,
incluso los llamados “siervos de Dios”, no hay una regla general. Muchos están
aún en el Purgatorio dolorosamente, ¡pues nadie se ríe de la Justicia de Dios!
Así, mientras el Señor te lo permita, no dejes de rezar por aquellas Almas cuyo
proceso de beatificación está abierto: varias están con nosotros; y esas
Oraciones las ayudarán y consolarán.
¡Alabado
sea Jesucristo, nuestro dulce Salvador!»
El Alma
desapareció tras esta invocación. Me quedé algo entristecido, pero me repuse
pronto, meditando en lo que me había dicho. En todas estas cuestiones, lo
realmente importante es rezar con confianza, sin buscar saber más cosas, o peor
aún, imaginarlas.
Durante
este mismo día, se me mostró un gran número de Almas que entraban en la
eternidad: en el Purgatorio, la mayoría, pero también muchas, desgraciadamente,
¡caían en el abismo de la condenación eterna! No digo nada sobre esto, porque
el terrible misterio del infierno pertenece al secreto de Dios. He visto a
todas estas Almas como una lluvia abundante (eran millones) y entre todas, sólo
una entró directamente en el Cielo; era la de un niñito resplandeciente que
debió morir a los dos o tres años de edad. Su Ángel de la guarda le llevaba en
brazos, elevándose con él hacia el Paraíso, dejando en el Cielo sombrío una
larga estela de luz irisada. Había miles de Almas de niños que, a pesar de sus
pocos años, debían pasar rozando el Purgatorio. Era rozarlo solamente, pero
tenían que pasarlo así... y muchos bebés que iban como angelitos hacia el
limbo.
Entre las
Almas que iban al Purgatorio, he visto a personas de toda edad y condición:
niños (de 5 años o poco más), adultos, adolescentes, personas de edad, etc. Vi
sacerdotes, religiosos, monjes, políticos, obreros, artistas, pobres, ricos, de
todo. Era emocionante. Había miembros de mi propia familia. Y también toda
clase de personas que conocí en otro tiempo, lo cual me causó a la vez un dolor
vivo y un alivio profundo... Los juicios del Señor son insondables y se
equivoca uno a menudo queriendo juzgar temerariamente la suerte eterna de
personas que se han conocido mucho. Los juicios del Señor no son comparables a
los nuestros. El juzga en su Sabiduría Infinita; y nosotros según nuestra
visión humana, a menudo tan limitada.
También se
me mostró que santos oficialmente canonizados han pasado por el Purgatorio; y
tuve la alegría de conocer a otros que fueron derechos al Cielo. Estos son
muchos menos que los que van al Purgatorio; y se equivocan verdaderamente,
quienes se imaginan que la Misericordia de Dios puede ir unida a una especie de
paternalismo sensiblero que para todo encontrase excusas y justificaciones. ¡Oh
no, esto no es así! Oración, Oración, Oración…
¡Oh Señor,
ilumina mi Alma y guíame en Vuestra Voluntad!
¡Oh María,
enséñame a glorificar a la Trinidad Divina!
SANTA
TERESA DE ÁVILA Y SU AMOR POR LOS DIFUNTOS
Santa
Teresa sentía gran compasión por las almas del Purgatorio, y las asistió todo
lo que pudo mediante sus oraciones y buenas obras. Como recompensa, Dios le
mostró a menudo las almas a las que ella se había dedicado, y las vio en el
momento de liberarse de sus sufrimientos y entrar a los Cielos. En general,
ellas surgían del seno de la tierra. A continuación transcribimos algunas de
sus visiones en sus propias palabras:
"He
recibido información —escribe ella— sobre un religioso que previamente había
sido Provincial de una provincia y luego de otra. Lo conocí a él en ocasión de
haber recibido un gran servicio suyo; esto me causó gran inquietud, si bien
este hombre era recomendable por sus muchas virtudes. Estuve preocupada por la
salvación de su alma, ya que él había sido Superior por espacio de veinte años
y siempre temí mucho por quienes fueron encargados del cuidado de las almas.
Así preocupada, fui a un oratorio y convoqué a Nuestro Divino Señor para
aplicar a este religioso el poco bien que yo había hecho en mi vida; y proveer
el resto mediante Sus méritos infinitos, para que esta alma pudiera liberarse
del Purgatorio.
Mientras
suplicaba esta gracia con todo el fervor del que era capaz, vi a mi lado
derecho a esta alma venir desde las profundidades de la tierra y ascender a los
Cielos inundada de alegría. Aunque el sacerdote era de edad avanzada, aparecía
ahora ante mí con las características de un hombre que no llegaba a los treinta
años, y un semblante resplandeciente de luz.
Esta
visión, aunque breve, me dejó colmada de alegría, y sin la menor sombra de duda
en cuanto a la veracidad de lo que había visto.
Cuando
estuve lejos del lugar donde este siervo de Dios había terminado sus días, unos
días antes yo me había enterado de los pormenores de su edificante muerte.
Todos aquellos que fueron testigos, pudieron ver con admiración cómo el
preservó su conciencia hasta último momento, mientras derramaba lágrimas y los
sentimientos de humildad que expresara esta alma a Dios".
"Una
religiosa de mi comunidad, gran sierva de Dios, había fallecido hacía menos de
dos días. Estábamos recitando el Oficio de los Muertos en coro dedicándoselo a
ella; una hermana leía el texto y yo estaba parada para decir el versículo. Por
la mitad del oficio se me apareció el alma de esta religiosa llegando desde las
profundidades de la tierra, tal como el caso que relaté antes, y se fue al
Cielo".
"En
este mismo monasterio murió, a la edad de 18 o 20 años, otra religiosa, un
verdadero modelo de fervor, constancia y virtud. Ella soportó pacientemente una
vida llena de sufrimientos. Yo no dudaría que, después de una vida así, tendría
méritos suficientes para ser eximida del Purgatorio. Sin embargo, durante el
Oficio, y antes del entierro, vi el alma de ella surgir de la tierra y elevarse
al Cielo".
...
Así
como en el caso de Santa Teresa, muchos Santos se preocuparon por el rescate de
las benditas almas. Entre ellos, por citar algunos ejemplos, tenemos a: San Luís
Bertrand, Santa María Magdalena de Pazzi, Santa Catalina de Génova, Santa
Francisca Romana, Santa Liduvina de Schiedam, San Gregorio Magno, Santa
Perpetua, el Papa Inocencio III, Santa Catalina de Suecia, San Hugo de Cluny y
muchísimos otros.
Cuando
una persona dedica tiempo y oraciones a pagar por las benditas almas, está
cumpliendo con todos los mandatos de la caridad: visitando a los presos y a los
enfermos, dando agua al sediento, comida al hambriento, etc.
Los
Santos comprendieron esto, y sintieron una profunda compasión por esas almas
que necesitaban de la ayuda de quienes aún podemos ofrecer actos de virtud y
reparación que les aliviane la carga y que sin tal ayuda ellas deberán pagar
con años o incluso siglos de sufrimientos.
***
¡Ayudemos
a los difuntos con obras de caridad en su nombre y con oraciones, especialmente
con la Santa Misa y el Santo Rosario! ¡Dios les recompensará como si lo
hubieran librado a Él mismo del Purgatorio!
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