«En este tiempo de campaña electoral (en Francia) resulta edificante observar la actitud de los santos para purificar nuestro espíritu de todos los discursos políticos que se entrecruzan. Si los candidatos al poder se creen obligados a destruir a sus opositores para ascender, los santos adoptaron otros métodos para obtener la verdadera grandeza que construye y trae la paz. Cuando era pequeña en Skopje (Albania), la Madre Teresa recibió buenas enseñanzas de su madre. En casa, cuando uno de los tres niños hablaba mal de un profesor o de otra persona, la madre cortaba inmediatamente la electricidad. Les decía entonces que ella no quería pagar la electricidad para unos niños que criticaban a los demás. De una forma muy directa, Madre Teresa había aprendido la lección y proyectaba luz allí donde el pecado de la murmuración hería el amor fraternal. Escuchémosla:
“Es mejor pedir perdón que acusar”.
“Si ustedes juzgan a alguien, no tienen tiempo para amarlo”.
Frente a alguien que describía la corrupción que reinaba en Calcuta ella exclamó: “¡Sé muy bien que hay corrupción en Calcuta! Pero también sé que hay cosas buenas y elijo ver el bien”.
Con respecto a los insultos que uno puede recibir, decía: “Si alguien los acusa, pregúntense: ¿tendrá razón? Si la tiene, pídanle perdón. Si se equivoca, tomen entre sus manos el insulto que han recibido, no lo suelten y ofrézcanselo a la primera ocasión a Jesús como sacrificio. Regocíjense de tener algo valioso para entregarle”.
Ella misma que practicaba todo esto llegó a decir: “Hay un pecado que no tuve nunca que confesar, el de haber juzgado a alguien”»