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Vatican News) Este domingo 19 de agosto el Papa Francisco, como todos los domingos, se asomó a la ventana del Palacio Apostólico Pontificio para rezar junto a los fieles presentes en la plaza de san Pedro la oración mariana del Ángelus. El Santo Padre reflexionó sobre el Evangelio del día,
Juan 6, versículos 51 al 58, que nos introduce en la segunda parte del discurso que hizo Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, tras haber alimentado a una gran multitud con cinco panes y dos peces.
Jesús se presenta – dijo el Santo Padre –como el pan vivo bajado del cielo; el pan que da la vida eterna.
«Comer» la humanidad de Jesús para compartir con Él, el don de la vida por el mundo
El Papa Francisco señaló en primer lugar, que este pasaje del Evangelio es «decisivo», porque «provoca la reacción de quienes lo escuchan», quienes se ponen a discutir entre ellos preguntándose « ¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne? »(v.52)
De este modo explicó que cuando el signo del pan compartido lleva a su significado verdadero, es decir, el don de sí mismo hasta el sacrificio, surge la incomprensión, «e inclusive el rechazo» de Aquel que poco antes se quería llevar al triunfo. Y llamó a recordar que Jesús tuvo que marcharse, esconderse, porque querían hacerlo rey. Primero «el momento del triunfo, y luego la distancia porque no había gustado esta palabra de Jesús».
Pero de ahí surge la respuesta asertiva de Jesús: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes »(v.53). Y Francisco subrayó que en este punto de la lectura «junto con la carne aparece también la sangre»:
«Carne y sangre en el lenguaje bíblico -explicó - expresan la humanidad concreta. La gente y los mismos discípulos intuyen que Jesús los invita a entrar en comunión con Él, a «comer» a Él, a su humanidad, para compartir con Él el don de la vida por el mundo. ¡Nada de triunfos y espejismos de éxito!» Es precisamente el sacrificio de Jesús que se dona a sí mismo por nosotros.
Cuando participamos en la misa anticipamos el cielo en la tierra
El Obispo de Roma prosiguió afirmando que entorno al altar encontramos aquello que nos alimenta y apaga espiritualmente nuestra sed hoy y por la eternidad:
«Este pan de vida, sacramento del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, se nos dona gratuitamente en el banquete Eucarístico».
Y añadió: «Cada vez que participamos en la Santa Misa, en un cierto sentido, anticipamos el cielo sobre la tierra, porque del alimento eucarístico, el Cuerpo y la Sangre aprendemos lo que es la vida eterna. Es vivir para el Señor: «el que me come vivirá por mí » (v. 57). La Eucaristía nos plasma para que no vivamos sólo para nosotros mismos, sino para el Señor y para nuestros hermanos y hermanas. La felicidad y la eternidad de la vida dependen de nuestra capacidad de hacer fructífero el amor evangélico que recibimos en la Eucaristía».
Jesús, pan vivo y vivificante, comunica la vida misma de Dios
Seguidamente Francisco recordó lo que repite Jesús a cada uno de nosotros y que podemos leer en el versículo 53: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes». Y se detuvo en este punto para aclarar que «no se trata de un alimento material, sino de un pan vivo y vivificante, que comunica la vida misma de Dios», y que «para tener esta vida, es necesario nutrirse del Evangelio y del amor de los hermanos».
Pero el Papa también puso en guardia sobre cuáles pueden ser nuestras reacciones a la invitación de Jesús a nutrirnos de su Cuerpo y de su Sangre: «Podemos sentir la necesidad de discutir y de resistir», como lo hicieron quienes escuchaban a Jesús, en el Evangelio que leemos hoy.
Nutriéndonos de Cristo entramos en sintonía con Él
Esta necesidad de discutir y resistir sucede – aseguró Francisco - cuando nos cuesta modelar nuestra existencia según la de Jesús, actuar según sus criterios y no según los criterios del mundo:
«Nutriéndonos de este alimento podemos entrar en plena sintonía con Cristo, con sus sentimientos, con sus comportamientos. Por ello es tan importante comunicarse; es tan importante ir a Misa y recibir la comunión, porque es recibir el Cuerpo de Cristo, es recibir a este Cristo que nos transforma desde dentro y recibir este Cristo Vivo que nos prepara para el cielo».
En la conclusión de su catequesis y antes de la oración mariana, el Pontífice oró para que «la Virgen María sostenga nuestra intención de hacer comunión con Jesucristo, nutriéndonos con su Eucaristía, para que a su vez nos convirtamos en pan partido para los hermanos».
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