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ÁLVARO DE JUANA | ACI Prensa
El Papa Francisco al entrar en el Aula Pablo VI para la Audiencia. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
Nueva Audiencia General del Papa Francisco en la que dedicó su catequesis otra vez a la idolatría y subrayó que reconocer la propia debilidad es lo que lleva a Dios y a alejarse de estos ídolos.
Tomando la lectura del Libro del Éxodo en la que el pueblo de Israel en el desierto se fabrica un becerro de oro para adorarlo, Francisco señaló que “reconocer la propia debilidad no es la desgracia de la vida humana, sino la condición para abrirse a Aquél que es verdaderamente fuerte”.
El Papa habló primero del desierto, que “es un lugar donde reinan la precariedad y la inseguridad, donde faltan agua, comida y refugio. El desierto es una imagen de la vida humana, cuya condición es incierta y no posee garantías inviolables”.
El Papa explicó en el Aula Pablo VI del Vaticano que “esta inseguridad genera en el hombre ansias primarias, que Jesús menciona en el Evangelio”.
“La naturaleza humana, para escapar de la precariedad busca una religión ‘hecha por uno mismo’: si Dios no se hacer ver, nos hacemos un dios a medida”.
Sobre el becerro, el Pontífice dijo que “tenía un sentido doble en el cercano Oriente antiguo: por una parte representaba fecundidad y abundancia, y por la otra energía y fuerza. Pero, ante todo, es de oro, por tanto, símbolo de riqueza. “¡Éxito, poder y dinero son las tentaciones de siempre!”, exclamó.
“El becerro de oro es el símbolo de todos los deseos que dan la ilusión de la libertad y sin embargo esclavizan”.
Francisco añadió que “todo nace de la incapacidad de confiar sobre todo en Dios, de poner en Él nuestras seguridades, de dejar que sea Él el que de verdadera profundidad a los deseos de nuestro corazón”.
“Esto permite sostener también la debilidad, la incertidumbre y la precariedad. Si el Señor no es el primero se cae fácilmente en la idolatría y nos contentamos con medias seguridades”.
El Papa también habló de la actitud inversa: “cuando se acoge al Dios de Jesucristo, que de rico se ha hecho pobre por nosotros se descubre entonces que reconocer la propia debilidad no es la desgracia de la vida humana, sino la condición para abrirse a aquel que es verdaderamente fuerte”.
“Por la puerta de la debilidad entra la salvación de Dios; es por su propia insuficiencia que el hombre se abre a la paternidad de Dios”.
“La libertad del hombre nace del dejar que el verdadero Dios sea el único Señor. Esto permite aceptar la propia fragilidad y rechazar los ídolos de nuestro corazón”.
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