19-08-2011
Virgen:
Bien, Marga, me has contado tus anhelos, ahora escucha, ahora escucha los míos.
Multitud de jóvenes ingente. Multitud de mis hijos que caminan hacia su perdición
sin que Yo pueda advertirlos.
(La pena que tiene la Virgen por sus hijos que se pierden. El espectáculo que
contemplo no es la realidad de fiesta que he visto hoy por la TV, por la que
habría tantos motivos para alegrarse. Es otra bien distinta: Obispos con
Obispos, congratulándose del éxito de estas Jornadas. Celebrando fiesta con
sus jóvenes. Cómo lloro aquí, porque, como en un oleaje, me viene la angustia
de ver cómo los Obispos se llevan a las masas de jóvenes hacia otros lados
bien diversos de la Iglesia de Cristo. Las caras que veo en esos Obispos, no
son las que muestran en las cámaras: Son caras desencajadas que, con artes
embaucadoras, dominan a las masas para lanzarlas por caminos de la
perdición. Con su mano hacían gestos bruscos de “¡por aquí!” “¡por aquí
todos!”. Se reían y en lugar de ver eso tan bonito que ha sido el Vía Crucis
esta tarde, veía grupos grandes de jóvenes caminando hacia una y otra
dirección, todas diversas, sin converger. Las caras tristes).
Tengo que decirte, amada, que eso es así, y gracias por prestarte a verlo.
Amada Marga, te diré, que no todos estos jóvenes podrán ser salvos. Y en el
infierno arderán los pastores que les llevaron a la perdición.
Mi Plan, mis planes, se verán realizados gracias a los pequeños arquitectos, como
tú, portadores de mis planos.
¡Oh, Marga amada! cuántos quisieran tener tu Don. Pero Yo no se los he concedido
a ellos, porque ellos no son mi pequeño cofrecito donde albergar mi Tesoro, como
lo eres tú.
Marga: la que marca las pautas de este mi potente Ejército. Ejército de almas
blancas, almas víctima. Son los mártires de los Últimos tiempos, mártires del Reino
del Amor.
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