.

Ora todos los días muchas veces: "Jesús, María, os amo, salvad las almas".

El Corazón de Jesús se encuentra hoy Locamente Enamorado de vosotros en el Sagrario. ¡Y quiero correspondencia! (Anda, Vayamos prontamente al Sagrario que nos está llamando el mismo Dios).

ESTEMOS SIEMPRE A FAVOR DE NUESTRO PAPA FRANCISCO, ÉL PERTENECE A LA IGLESIA DE CRISTO, LO GUÍA EL ESPÍRITU SANTO.

Las cinco piedritas (son las cinco que se enseñan en los grupos de oración de Medjugorje y en la devoción a la Virgen de la Paz) son:

1- Orar con el corazón el Santo Rosario
2- La Eucaristía diaria
3- La confesión
4- Ayuno
5- Leer la Biblia.

REZA EL ROSARIO, Y EL MAL NO TE ALCANZARÁ...
"Hija, el rezo del Santo Rosario es el rezo preferido por Mí.
Es el arma que aleja al maligno. Es el arma que la Madre da a los hijos, para que se defiendan del mal."

-PADRE PÍO-

Madre querida acógeme en tu regazo, cúbreme con tu manto protector y con ese dulce cariño que nos tienes a tus hijos aleja de mí las trampas del enemigo, e intercede intensamente para impedir que sus astucias me hagan caer. A Ti me confío y en tu intercesión espero. Amén

Oración por los cristianos perseguidos

Padre nuestro, Padre misericordioso y lleno de amor, mira a tus hijos e hijas que a causa de la fe en tu Santo Nombre sufren persecución y discriminación en Irak, Siria, Kenia, Nigeria y tantos lugares del mundo.

Que tu Santo Espíritu les colme con su fuerza en los momentos más difíciles de perseverar en la fe.Que les haga capaces de perdonar a los que les oprimen.Que les llene de esperanza para que puedan vivir su fe con alegría y libertad. Que María, Auxiliadora y Reina de la Paz interceda por ellos y les guie por el camino de santidad.

Padre Celestial, que el ejemplo de nuestros hermanos perseguidos aumente nuestro compromiso cristiano, que nos haga más fervorosos y agradecidos por el don de la fe. Abre, Señor, nuestros corazones para que con generosidad sepamos llevarles el apoyo y mostrarles nuestra solidaridad. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

viernes, 12 de abril de 2019

LITURGIA DEL SÁBADO 13 Y DOMINGO 14 ABR

SÁBADO

Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel 37, 21-28

Así dice el Señor: «Yo voy a recoger a los israelitas por las naciones adonde marcharon, voy a congregarlos de todas partes y los voy a repatriar. Los haré un solo pueblo en su país, en los montes de Israel, y un solo rey reinará sobre todos ellos. No volverán a ser dos naciones ni a desmembrarse en dos monarquías. No volverán a contaminarse con sus ídolos y fetiches y con todos sus crímenes. Los libraré de sus pecados y prevaricaciones, los purificaré: ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. Mi siervo David será su rey, el único pastor de todos ellos. Caminarán según mis mandatos y cumplirán mis preceptos, poniéndolos por obra. Habitarán en la tierra que le di a mi siervo Jacob, en la que habitaron vuestros padres; allí vivirán para siempre, ellos y sus hijos y sus nietos; y mi siervo David será su príncipe para siempre. Haré con ellos una alianza de paz, alianza eterna pactaré con ellos. Los estableceré, los multiplicaré y pondré entre ellos mi santuario para siempre; tendré mi morada junto a ellos, yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y sabrán las naciones que yo soy el Señor que consagra a Israel, cuando esté entre ellos mi santuario para siempre.»

Salmo

Salmo Jr 31, 10. 11-12ab. 13 R. El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño

Escuchad, pueblos, la palabra del Señor,
anunciadla en las islas remotas:
«El que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño.» R/.
Porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescató de una mano más fuerte.
Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor. R/.
Entonces se alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 11,45-57

En aquél tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: - «¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación.» Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: - «Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera.» Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos. Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente con los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos. Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban: - «¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?» Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.

Reflexión del Evangelio de hoy

Con ellos moraré, yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo

Conocemos la alianza de amor de Dios con su pueblo, el pueblo judío: “Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo”. Con frecuencia, la mayoría del pueblo, siempre hubo un pequeño resto fiel, dio la espalda a su Dios yéndose detrás de otros dioses, de ídolos, lo que le acarreó el destierro a tierra extranjera. Dios, permitiendo estas situaciones dolorosas de su pueblo, nunca le abandonó. Fue siempre fiel a la palabra dada. Llegado el momento oportuno, hizo revivir su alianza de amor con su pueblo, como nos indica la lectura de hoy del profeta Ezequiel. “Con ellos moraré, yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y sabrán las naciones que yo soy el Señor, el que consagra a Israel, al estar mi santuario entre ellos para siempre”.
Bien sabemos que “llegada la plenitud de los tiempos” Dios nos envió a la tierra a su propio Hijo para que sellase una nueva alianza de amor, pero esta vez con toda la humanidad. Nos indicó, para romper nuestras tinieblas, el camino que hemos de seguir para encontrar el gozo de vivir. Nos prometió estar siempre con nosotros en el trayecto terreno antes de llegar al nuevo paraíso, después de nuestra muerte y resurrección, de la felicidad total cuando Dios y solo “Dios sea todo en todos” para toda una eternidad, eliminando para siempre sus enemigos.  

Aquel día decidieron darle muerte

Las autoridades religiosas judías de entonces empezaban a estar nerviosas. Convocaron el Sanedrín para ver qué decisiones tomar, porque lo de Jesús se les estaba escapando de las manos. Muchos judíos se iban detrás de él, mermando las filas del judaísmo. Además tenían miedo de que ante este panorama “vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación”. Ante esta situación “aquel día decidieron darle muerte”.
Es verdad que por esto Jesús “ya no andaba públicamente con los judíos”, pero se mantuvo en sus trece. Ninguna decisión humana, aunque fuese la del Sanedrín, le iba a impedir realizar su misión. La misión que el Padre le encomendó de proclamar el evangelio del amor, del amor a Dios Padre y del amor a los hermanos que son todos los hombres. De haberse callado y retirado hasta el final pacífico de sus días, no le habrían crucificado. Pero nos habríamos quedado sin su persona y sin su evangelio. Sabemos que las autoridades consiguieron su propósito crucificándole, pero nos consiguieron su deseo de darle muerte para siempre y que cayese en el olvido del pueblo, porque el Padre Dios le resucitó. Y su persona y su mensaje liberador sigue iluminado y salvando a sus seguidores de todos los tiempos.
Fray Manuel Santos  Sánchez
Fray Manuel Santos Sánchez
Convento de Santo Domingo (Oviedo)

DOMINGO

Introducción

Ramos y palmas, triunfo y aleluyas, hosannas y cantos reciben a Jesús en Jerusalén. Es el comienzo de la Semana Santa, el centro de la fe de los cristianos, y comienza con esperanza y luz y gloria... con el reconocimiento de Jesús como Señor, como enviado, como Mesías. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Se abren las puertas del triunfo a Jesús y toda Jerusalén lo aclama y lo recibe con alegría y esperanza como enviado de Dios, y si no aclamasen los niños y mayores, las mismas piedras lo harían... y es que ha llegado el momento culminante de la vida de Jesús, del enviado de Dios.
Un enviado sin embargo diferente a lo esperado. Por humilde, como el pequeño burro con el que entra en Jerusalén, no como los grandes corceles de los reyes de los hombres, y por la pequeñez de lo inesperado y lo sencillo. Diferente porque la culminación de su vida no será lo que se espera... La sorpresa y lo inesperado de un Mesías diferente, porque, a fin de cuentas, Dios es siempre diferente e inesperado.
Pronto se tuerce todo. El recibimiento de los Ramos es un engañoso recibimiento. El pórtico de alegría y esperanza, no durará. Y hoy mismo se nos recuerda. Un profeta no puede morir fuera de Jerusalén, y Jesús es mucho más que un profeta.
El Domingo de Ramos nos abre la puerta a toda la Semana Mayor y lo hace litúrgicamente con la procesión de los ramos, para trasladarnos a vivir con intensidad y cercanía la semana central de nuestra fe. Las lecturas nos centrarán de lleno en el misterio de la entrega de Jesús para culminar con la narración de la Pasión según san Lucas. Escucharemos el relato de los últimos momentos de la vida terrena de Jesús, desde la cena a la crucifixión, en una rueda de narraciones que se completará en siete días.
Comenzamos así la Semana Santa de lleno en el misterio de la entrega, la muerte y la resurrección del Señor, pero un Señor muy diferente al que Israel esperaba... y quizás un Señor que sigue sorprendiéndonos a nosotros en el día a día.
Fray Vicente Niño Orti
Fray Vicente Niño Orti
Convento Santo Tomás de Aquino "El Olivar" (Madrid)

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 50, 4-7

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado,
para saber decir al abatido
una palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído,
para que escuche como los iniciados.
El Señor me abrió el oído.
Y yo no resistí ni me eché atrás:
ofrecí la espalda a los que me apaleaban,
las mejillas a los que mesaban mi barba;
no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.
El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes;
por eso endurecí el rostro como pedernal,
sabiendo que no quedaría defraudado.

Salmo

Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24 (R.:2a) R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme, se burlan de mí, 
hacen visajes, menean la cabeza: 
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; 
que lo libre, si tanto lo quiere. » R.
Me acorrala una jauría de mastines, 
me cerca una banda de malhechores; 
me taladran las manos y los pies, 
puedo contar mis huesos. R.
Se reparten mi ropa, 
echan a suertes mi túnica. 
Pero tú, Señor, no te quedes lejos; 
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R.
Contaré tu fama a mis hermanos, 
en medio de la asamblea te alabaré. 
Fieles del Señor, alabadlo; 
linaje de Jacob, glorificadlo; 
temedlo, linaje de Israel. R.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11

Cristo, a pesar de su condición divina, 
no hizo alarde de su categoría de Dios; 
al contrario, se despojó de su rango 
y tomó la condición de esclavo, 
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, 
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, 
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo 
y le concedió el «Nombre–sobre–todo–nombre»; 
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble 
en el cielo, en la tierra, en el abismo, 
y toda lengua proclame: 
Jesucristo es Señor, 
para gloria de Dios Padre.

Evangelio del día

Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas 22, 14 - 23, 56

[C. Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos, y les dijo: 
+ He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el Reino de Dios.
C. Y tomando una copa, dio gracias y dijo:
+ –Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios.
C. Y tomando pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo:
+ –Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.
C. Después de cenar, hizo lo mismo con la copa diciendo:
+ –Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros.
Pero mirad: la mano del que me entrega está con la mía en la mesa. Porque el Hijo del Hombre se va según lo establecido; pero ¡ay de ése que lo entrega!
C. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que iba a hacer eso.
Los discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos debía ser tenido como el primero. Jesús les dijo:
+ Los reyes de los gentiles los dominan y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el primero entre vosotros pórtese como el menor, y el que gobierne, como el que sirve.
Porque, ¿quién es más, el que está en la mesa o el que sirve? ¿verdad que el que está en la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.
Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo os transmito el Reino como me lo transmitió mi Padre a mí: comeréis y beberéis a mi mesa en mi Reino, y os sentaréis en tronos para regir a las doce tribus de Israel.
C. Y añadió:
+ Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti para que tu fe no se apague.
Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos.
C. El le contestó:
S. Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte.
C. Jesús le replicó:
+ Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces hayas negado conocerme.
C. Y dijo a todos:
+ Cuando os envié sin bolsa ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?
C. Contestaron:
S. Nada.
C. El añadió:
+ Pero ahora, el que tenga bolsa que la coja, y lo mismo la alforja; y el que no tiene espada, que venda su manto y compre una. Porque os aseguro que tiene que cumplirse en mí lo que está escrito: «fue contado con los malhechores». Lo que se refiere a mí toca a su fin.
C. Ellos dijeron:
S. Señor, aquí hay dos espadas.
C. El les contestó:
+ Basta.
C. Y salió Jesús como de costumbre al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo:
+ Orad, para no caer en la tentación.
C. El se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y arrodillado, oraba diciendo:
+ Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.
C. Y se le apareció un ángel del cielo que lo animaba. En medio de su angustia oraba con más insistencia. Y le bajaba el sudor a goterones, como de sangre, hasta el suelo. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la pena, y les dijo:
+ ¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación.
C. Todavía estaba hablando, cuando aparece gente: y los guiaba el llamado Judas, uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús.
Jesús le dijo:
+ Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?
C. Al darse cuenta los que estaban con él de lo que iba a pasar, dijeron:
S. Señor, ¿herimos con la espada?
C. Y uno de ellos hirió al criado del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha.
Jesús intervino diciendo:
+ Dejadlo, basta.
C. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra él:
+ ¿Habéis salido con espadas y palos como a caza de un bandido? A diario estaba en el templo con vosotros, y no me echásteis mano. Pero ésta es vuestra hora: la del poder de las tinieblas.
C. Ellos lo prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor y Pedro se sentó entre ellos.
Al verlo una criada sentado junto a la lumbre, se le quedó mirando y le dijo:
S. También éste estaba con él.
C. Pero él lo negó diciendo:
S. No lo conozco, mujer.
C. Poco después lo vio otro y le dijo:
S. Tú también eres uno de ellos. 
C. Pedro replicó: 
S. Hombre, no lo soy.
C. Pasada cosa de una hora, otro insistía: 
S. Sin duda, también éste estaba con él, porque es galileo.
C. Pedro contestó:
S. Hombre, no sé de qué hablas.
C. Y estaba todavía hablando cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho: «antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces». Y, saliendo afuera, lloró amargamente.
Y los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él dándole golpes.
Y, tapándole la cara, le preguntaban:
S. Haz de profeta: ¿quién te ha pegado?
C. Y proferían contra él otros muchos insultos.
Cuando se hizo de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y letrados, y, haciéndole comparecer ante su Sanedrín, le dijeron:
S. Si tú eres el Mesías, dínoslo.
C. El les contestó:
+ Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto, no me vais a responder.
Desde ahora el Hijo del Hombre estará sentado a la derecha de Dios todopoderoso.
C. Dijeron todos:
S. Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?
C. El les contestó:
+ Vosotros lo decís, yo lo soy.
C. Ellos dijeron:
S. ¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.]
C. El senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y letrados, se levantaron y llevaron a Jesús a presencia de Pilato. Y se pusieron a acusarlo diciendo:
S. Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey.
C. Pilato preguntó a Jesús:
S. ¿Eres tú el rey de los judíos?
C. El le contestó:
+ Tú lo dices.
C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la turba:
S. No encuentro ninguna culpa en este hombre.
C. Ellos insistían con más fuerza diciendo:
S. Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.
C. Pilato, al oirlo, preguntó si era galileo; y al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días.
Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verlo hacer algún milagro.
Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni palabra.
Estaban allí los sumos sacerdotes y los letrados acusándolo con ahínco.
Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes se llevaban muy mal.
Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo:
S. Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido: ya véis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré.
C. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa diciendo:
S. ¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás.
C. (A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.)
Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando:
S. –¡Crucifícalo, crucifícalo!
C. El les dijo por tercera vez:
S. –Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte. As¡ es que le daré un escarmiento y lo soltaré.
C. Ellos se le echaban encima pidiendo a gritos que lo crucificara iba creciendo el griterío.
Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.
Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevase detrás de Jesús.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él.
Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
+ –Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: «dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado». Entonces empezarán a decirles a los montes: «desplomaos sobre nosotros» y a las colinas: «sepultadnos»; porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?
C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.
Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Jesús decía:
+ –Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
C. Y se repartieron sus ropas echándolas a suerte.
El pueblo estaba mirando.
Las autoridades le hacían muecas diciendo:
S. –A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.
C. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:
S. Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
C. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: ESTE ES EL REY DE LOS JUDIOS.
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
S. –¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.
C. Pero el otro le increpaba:
S. –¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.
C. Y decía:
S. –Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino.
C. Jesús le respondió:
+ –Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.
C. Era ya eso de mediodía y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:
+ –Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
C. Y dicho esto, expiró.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa.
C. El centurión, al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios diciendo:
S. Realmente, este hombre era justo.
C. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría, se volvían dándose golpes de pecho.
Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.
Un hombre llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado (que no había votado a favor de la decisión y del crimen de ellos), que era natural de Arimatea y que aguardaba el Reino de Dios, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía.
Era el día de la Preparación y rayaba el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea fueron detrás a examinar el sepulcro y cómo colocaban su cuerpo. A la vuelta prepararon aromas y ungüentos. Y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento.

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