Hay que crucificarle. Al paredón con él. Un pelotón de fusilamiento y “pim, pam, pum". Y
que no quede ni el anillo ni el báculo. Fuera, largo, echémosle del pueblo, que nosotros somos gente muy honrada y muy decente y él un miserable. Y si el resto de obispos le apoya, vayamos a por ellos. ¿Qué se habrán creído esos señores?
¿de verdad piensan que en nuestra España se puede decir que la práctica de la homosexualidad y el adulterio son pecado? ¿y hacerlo ni más ni menos por la televisión pública que pagamos con nuestro dinero todos los españoles? Nada, nada. A por ellos, que son pocos y cobardes. Echémosles a las mazmorras del desprecio social.
Sí, así están las cosas en Alcalá de Henares, que no es una población especialmente diferente a las del resto de España. Su clase política de izquierdas, con UPyD a la cabeza, sigue encabritada porque al obispo de la localidad le dio por predicar la fe católica en el pasado Triduo Pascual. No soportan que el prelado dijera lo que la Iglesia enseña acerca de la homosexualidad. Algo que afirmó, recordémoslo, en el contexto de una relación de comportamientos que son pecaminosos según la moral católica.
Para Mons. Reig Pla, este nuevo ataque no es otra cosa que una corona de gloria más grande en su cabeza. Cuanto más arremetan contra él los esclavos del Acusador de los justos,más brilla su figura, mejor se puede apreciar el resplandor de la verdad de su homilía de Viernes Santo. Los hijos de las tinieblas rabian en el mismo grado en que las palabas del obispo traían luz a una sociedad moribunda, necesitada de palabras firmes y no de discursos tibios y políticamente correctos.
Puede que el ayuntamiento de Alcalá de Henares no invite a partir de ahora a ningún acto oficial a don Juan Antonio. Puede que sus concejales logren tener unos miserables minutos de gloria por todas las televisiones y medios progresistas cebándose con este obispo. Pero con ello, solo confirman que cualquier persona en este país que sea realmente católica, no puede hacer otra cosa que manifestar su apoyo público a Mons. Reig Pla.
Por supuesto habrá quienes, desde una ficticia comunión eclesial, se unan al grupo que se dedica a escupir a la cara del obispo mientras sigue siendo crucificado en televisiones, radios, periódicos, blogs y portales digitales. Esos traidores, si no se arrepienten -el Señor se lo conceda-, tendrán algún día que rendir cuentas a Dios por su traición.
Hoy, más que nunca, todos con Mons. Reig Pla, obispo de la Santa Madre Iglesia.
Luis Fernando Pérez Bustamante
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