No me cabe duda de que hay un grupo de la peor calaña dentro de la Iglesia. Ese grupo hace suyas las políticas laicistas, y en estos momentos está redoblando sus esfuerzos para que no se marque la cruz a favor de la Iglesia en la campaña del I.R.P.F. Y cómo lo hacen, pues lanzando infundios, incluso llenos de veneno y mentira, que viniendo de quienes se llaman a sí mismos discípulos de Cristo es para caerse de espaldas. Y lo es porque
ahora mismo llevan la batalla de que la Iglesia debe abonar el IBI de manera altruista, como ejemplo ante la sociedad que padece una crisis como no se veía en décadas. Pero lo que esconden es otra realidad y es que ellos tratan de perjudicar a la Iglesia Institución, al clero y la jerarquía. Van derechos a por ellos.
Como es lógico la Iglesia pagará el IBI si así lo deciden los poderes públicos, pero en igualdad de condiciones a ONG, sindicatos, partidos y otras instituciones exentas de dicha tributación con mucha menos proyección social. Lo patético es que se quiera que sólo pague la Iglesia, cuyas cuentas son publicadas cada año y se presentan a la sociedad. Ya nos gustaría que esa misma trasparencia la tuvieran partidos y sindicatos, cuyo agujero económico es conocido de todos. Porque ellos tampoco se financian con las cuotas de sus afiliados, que es lo que se pretende de la Iglesia, que viva exclusivamente de los donativos de los fieles. Pero hay una argucia a desmontar. La Iglesia recibe del Estado lo que buenamente consigue en la recaudación de la renta. Es casi un referéndum anual, libre y democrático, que no pueden soportar aquellos que buscan sacar tajada del Estado. Por eso redoblan sus esfuerzos cuando llega la época de recaudación.
Me avergüenzo como creyente de esos supuestos hermanos en la fe, que cada día vuelven a cargar las tintas contra la Institución que ha estado en la frontera siempre, como pionera de ayudas a los más necesitados. La única institución que se ocupó de los dementes cuando la sociedad los marginaba. La única que atendió a los leprosos cuando eran excluidos de la vida social. La única que se ocupó de los ciegos y sordos, publicando el primer lenguaje para sordomudos. La que ha estado acogiendo a los disminuidos psíquicos cuando ningún gobierno se preocupaba por ellos. Es cierto que la Iglesia tiene muchos enemigos, eso no debe preocuparnos porque ya lo anunció el mismo Jesucristo.
Por supuesto la Iglesia tiene cantidad de bienes inmuebles que son patrimonio de la humanidad, por ser obras de arte de todos los tiempos. Y que le suponen un costo en su mantenimiento para disfrute de todos. Si contabilizamos los edificios de sindicatos y partidos políticos, que no se ocupan de los más necesitados, llegaremos a la conclusión de que no hay color entre la labor social de la Iglesia y la de estos corifeos del poder. Porque se trata de eso, de un pulso mediático para influir en la sociedad. De un pulso que algunos llevan elaborando como una tela de araña. Si no pasáis por el aro, os lo haremos pagar con campañas orquestadas sibilinamente que a la larga hacen daño. Y lo hacen porque confunden la verdad con la mentira. Sitúan a la Iglesia como una privilegiada, como la única privilegiada, escondiendo el resto de organizaciones que se benefician de la exención del impuesto.
Y ya como colofón apelan al evangelio para ensuciar más, si cabe, como si cada parroquia, de pueblo o barrio no estuviera destinando parte de sus ahorros a ayudar a los más necesitados. Y no son precisamente banqueros con exenciones fiscales, sino parados y jubilados que ponen en el cepillo lo que buenamente pueden. La campaña del IBI es un anzuelo para que la gente deje de poner la cruz en la declaración de la renta. Un anzuelo para calumniar a la Iglesia y perjudicar su recaudación en el I.R.P.F.
Hablar de la Iglesia, atacar sin piedad y manipular datos, es un pecado del que algunos tendrán que dar cuenta. Hoy que es Santa Rita de Casia, abogada de los imposibles, vamos a suplicarle que haga caer las escamas de los ojos de esos ciegos que se llaman cristianos y dañan la imagen de la Iglesia coreando consignas que son propias de sus enemigos. Ellos deberían estar para desmontar infundios, pero han preferido dedicarse a elaborar mentiras.
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