Miércoles 27 de Marzo del 2013
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (50,4-9a):
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?
Palabra de Dios
Salmo
Sal 68,8-10.21-22.31.33-34
R/. Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor
Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. R/.
La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay;
consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel,
para mi sed me dieron vinagre. R/.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias.
Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (26,14-25):
En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, a los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»
Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
Él contestó: «ld a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos."»
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce.
Mientras comían dijo: «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo acaso, Señor?»
Él respondió: «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»
Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Soy yo acaso, Maestro?»
Él respondió: «Tú lo has dicho.»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio del Miércoles 27 de Marzo del 2013
Fernando Torres Pérez cmf
Ya estamos a punto de que comiencen las grandes celebraciones. Y el Evangelio de este día se centra en la preparación de la cena y, sobre todo, en la traición.
La historia de Judas nos ha venido muy bien a lo largo de estos siglos. Hemos encontrado a alguien a quien echar la culpa de lo que le pasó a Jesús. Todo sucede porque Judas le vendió por treinta monedas. Ahí parece que se forma una alianza, un entramado de poderes e intereses cruzados que hacen que Jesús termine en la cruz. Pero Judas es el detonante, es el culpable, es el origen de todo. Si él no se hubiese dejado llevar por la avaricia. Si hubiese sido más leal. Si hubiese comprendido mejor a Jesús y a su misión. Si hubiese tenido más fe. Así podemos seguir mucho rato.
Pero es un camino inútil. Gratificante pero inútil. Gratificante porque nos hace sentirnos libres de culpa. Si Judas es el malo todos los demás que rodeaban a Jesús no son reos de traición ni de ningún otro delito.
Claro que es difícil mantener este argumento si tenemos en cuenta que Jesús se quedó solo en el momento de la cruz. Y que los mismos Evangelios nos relatan la traición de Pedro (pero no se sabe por qué razón a Pedro siempre le hemos tenido más compasión y comprensión que a Judas).
La realidad es que Judas no fue más que un instrumento manipulado por todos los intereses que rodeaban a Jesús y que querían acallarlo y terminar con él. Jesús no interesaba ni a las autoridades judías ni a las autoridades romanas. Se dedicaba a predicar el Reino de Dios. Hablaba de Dios como su padre. Estaba cerca de los enfermos, de los débiles, de los marginados. Y decía que ellos eran los preferidos por Dios. Todo ello tenía peligrosas consecuencias para el orden social que habían montado los que tenían el monopolio de lo religioso en aquel tiempo. Las autoridades religiosas judías tenían pues muchas razones para liberarse de Jesús. Ponía en peligro su mismo estatus. Y lo mismo se puede decir de los romanos que no tenían intereses más allá de conservar la paz y cobrar los impuestos.
Deberíamos ser más comprensivos con Judas. Como casi seguro lo fue Jesús. Paso su infierno cuando se dio cuenta de que había traicionado al maestro. Y el infierno fue tan inaguantable que no pudo soportarlo y se quitó la vida.
Deberíamos ser más comprensivos con nuestros hermanos y hermanas que son débiles y se dejan manipular por los poderosos. Deberíamos ayudarlos a salir de su infierno. Y no permitir que ninguno se quite la vida o vuelva al infierno. Porque ellos también son hijos e hijas amados por Dios. Y, por eso mismo, debemos ser más comprensivos y pacientes con nosotros mismos. ¿O somos mejores que Judas?
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