Ante una multitud de unas 120 mil personas en la Plaza de San Pedro y en la Vía de la Conciliación, el Santo Padre resaltó que la “
Madre Teresa, a lo largo de toda su existencia, ha sido una generosa dispensadora de la misericordia divina, poniéndose a disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada”.
“Se ha comprometido en la defensa de la vida proclamando incesantemente que ‘el no nacido es el más débil, el más pequeño, el más pobre’”, subrayó.
Francisco recordó que la nueva Santa “se ha inclinado sobre las personas desfallecidas, que mueren abandonadas al borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les había dado”.
Además, dijo, “ha hecho sentir su voz a los poderosos de la tierra, para que reconocieran sus culpas ante los crímenes de la pobreza creada por ellos mismos. La misericordia ha sido para ella la ‘sal’ que daba sabor a cada obra suya, y la ‘luz’ que iluminaba las tinieblas de los que no tenían ni siquiera lágrimas para llorar su pobreza y sufrimiento”.
Su misión, prosiguió el Papa, “en las periferias de las ciudades y en las periferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres”.
El Pontífice propuso que ella sea modelo de santidad para los voluntarios, y resaltó que “esta incansable trabajadora de la misericordia nos ayude a comprender cada vez más que nuestro único criterio de acción es el amor gratuito, libre de toda ideología y de todo vínculo y derramado sobre todos sin distinción de lengua, cultura, raza o religión”.
La Madre Teresa, continuó el Papa, “amaba decir: ‘Tal vez no hablo su idioma, pero puedo sonreír’. Llevemos en el corazón su sonrisa y entreguémosla a todos los que encontremos en nuestro camino, especialmente a los que sufren”.
De ese modo, remarcó, “abriremos horizontes de alegría y esperanza a toda esa humanidad desanimada y necesitada de comprensión y ternura”.
El Papa Francisco refirió también que el seguimiento de Jesús, como el que hizo la Madre Teresa, “es un compromiso serio y al mismo tiempo gozoso; requiere radicalidad y esfuerzo para reconocer al divino Maestro en los más pobres y ponerse a su servicio”.
Por esto, “los voluntarios que sirven a los últimos y a los necesitados por amor a Jesús no esperan ningún agradecimiento ni gratificación, sino que renuncian a todo esto porque han descubierto el verdadero amor”.
“Igual que el Señor ha venido a mi encuentro y se ha inclinado sobre mí en el momento de necesidad, así también yo salgo al encuentro de Él y me inclino sobre quienes han perdido la fe o viven como si Dios no existiera, sobre los jóvenes sin valores e ideales, sobre las familias en crisis, sobre los enfermos y los encarcelados, sobre los refugiados e inmigrantes, sobre los débiles e indefensos en el cuerpo y en el espíritu, sobre los menores abandonados a sí mismos, como también sobre los ancianos dejados solos”.
El Papa afirmó luego que “dondequiera que haya una mano extendida que pide ayuda para ponerse en pie, allí debe estar nuestra presencia y la presencia de la
Iglesia que sostiene y da esperanza”.
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