Queridos hermanos y hermanas y queridos jóvenes italianos, ¡buenos días!
En la segunda lectura de hoy, San Pablo nos invita con urgencia: «No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con quien fuisteis sellados para el día de la redención» (Efesios 4:30). Pero yo me pregunto: ¿cómo entristeces al Espíritu Santo? Todos lo hemos recibimos en el bautismo y en la confirmación, entonces, para no entristecer al Espíritu Santo es necesario vivir de manera coherente con las promesas del bautismo, renovadas en la confirmación de manera coherente, no con hipocresía, no olvidéis esto, el cristiano no puede ser hipócrita, tiene que vivir de manera coherente: las promesas del bautismo tienen dos aspectos: la renuncia al mal y la adhesión al bien. Renunciar al mal significa decir «no» a las tentaciones, al pecado, a Satanás. Más concretamente significa decir «no» a una cultura de la muerte, que se manifiesta en la huida de la realidad a una falsa felicidad expresada en el engaño, en el fraude, en la injusticia y el desprecio del otro, a todo esto «no», ¿qué cosa se dice a todo esto?, todos los jóvenes dicen «no», gracias. La vida nueva que se nos ha dado en el Bautismo, y que tiene al Espíritu como su fuente, rechaza un comportamiento dominado por sentimientos de división y discordia. Por esto el apóstol Pablo nos exhorta a quitar de nuestros corazones, «Toda dureza, indignación, cólera, gritos y calumnias con toda clase de malignidades» (v. 31), es así como dice Pablo. Estos seis elementos o vicios, dureza, indignación, cólera, gritos y calumnias y malignidades perturban la alegría del Espíritu, envenenan el corazón y conducen a imprecaciones contra Dios y el prójimo.
Pero no es suficiente no hacer el mal para ser un buen cristiano; es necesario adherirse a lo bueno y hacer el bien. Aquí, entonces, continúa San Pablo: «En cambio, sed misericordiosos unos con otros, sed misericordiosos, perdonándoos los unos a los otros como Dios os ha perdonado en Cristo» (v. 32). Muchas veces oímos decir: «Yo no hago daño a nadie» y se cree que es un santo, ¡no!. De acuerdo, pero ¿el bien lo haces? Cuántas personas no hacen daño, pero ni siquiera hacen el bien, y sus vidas fluyen hacia la indiferencia, la apatía, la tibieza. Esta actitud es contraria al Evangelio, y también es contraria a la naturaleza de los jóvenes, que por naturaleza son dinámicos, apasionados y valientes.
¡Recordad esto! Si lo recordáis podemos repetirlo juntos, es bueno no hacer el mal, pero es malo no hacer el bien, repetid conmigo, «es bueno no hacer el mal, pero es malo no hacer el bien», esto les decía San Alberto Hurtado. Hoy os exhorto a ser protagonistas en el bien! No te sientas bien cuando no haces el mal; no es suficiente, cada uno es culpable del bien que podía hacer y no lo ha hecho. No es suficiente no odiar, es necesario perdonar; no es suficiente no guardar rencor, debemos orar por los enemigos; no es suficiente no ser causa de división, debemos traer paz donde no existe; no es suficiente no hablar mal de los demás, debemos interrumpir cuando oímos hablar mal a alguien, detener el chisme, esto es hacer bien.Si no nos oponemos al mal, lo alimentamos tácitamente. Es necesario intervenir donde el mal se propaga; porque el mal se extiende donde no hay cristianos atrevidos que se oponen con el bien, «caminando en la caridad» (véase 5: 2), según la advertencia de San Pablo. Queridos jóvenes, ¡habéis caminado mucho estos días! Por lo tanto, estáis entrenados y puedo deciros: Caminad en la caridad, caminad en el amor, caminemos juntos hacía el próximo Sínodo de los Obispos sobre el tema: «Juventud, fe y discernimiento vocacional». Que la Virgen María nos apoye con su intercesión materna, para que cada uno de nosotros, todos los días, con hechos, podamos decir «no» al mal y «sí» al bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario