INTRODUCCIÓN
MARÍA EN EL DESIGNIO DE DIOS
1 Por medio de la Santísima Virgen María vino Jesucristo
al mundo y también por medio de Ella debe reinar en el
mundo1
.
1 Este es el tema que el P. DE MONTFORT desarrolla en toda la obra. En la que
aparecen ecos frecuentes de esta misma frase (ver 13, 22, 49, 83,158, 217, 272;
ver SM 58). La idea, a su vez, reaparece en tantas y tantas páginas monfortianas:
María ha recibido a Cristo del Padre para entregarlo a los hombres... Ella es,
por otra parte, el camino real y directo que nos conduce a Jesucristo (ver Nos.
152-168). EL PAPA JUAN PABLO II, en su encíclica La Madre del Redentor nos
presenta a María como quien “precede” a la venida de Jesús y la prepara (No.
3), como quien “precede” también a la Iglesia convirtiéndose en su modelo y
prototipo (No. 5), como quien nos “precede” a cada uno en particular en el
camino de la fe (Nos. 27-28) y de la historia (No. 49) a fin de que nuestro
encuentro con Cristo sea cada vez más íntimo y perfecto (No. 21). Ella, en
efecto, recibe del Padre al Hijo de Dios (No. 39): “Singularmente unida a El
(Cristo) en su primera venida por su cooperación constante lo estará también a
la espera de la segunda” (No. 41).
1. MARÍA ES UN MISTERIO
1. A causa de su humildad
2 La vida de María fue oculta. Por ello, el Espíritu Santo
y la Iglesia la llaman alma mater: Madre oculta y escondida.
Su humildad fue tan profunda, que no hubo para Ella
anhelo más firme y constante que el de ocultarse a sí misma
y a todas las creaturas para ser conocida solamente de Dios.
3 Ella pidió a Dios pobreza y humildad. Y Él, escuchándola, tuvo a bien ocultarla en su concepción, nacimiento, vida,
misterios, resurrección y asunción a casi todos los hombres.
Sus propios padres no la conocían. Y los ángeles se preguntaban con frecuencia uno a otro: ¿Quién es ésta? (Cant 8,5)2
.
Porque el Altísimo se la ocultaba. O, si algo les manifestaba
de Ella, era infinitamente más lo que les encubría.
2.
Por disposición divina
4 Dios Padre -a pesar de haberle comunicado su poder3
consintió que no hiciera ningún milagro –al menos
portentoso– durante su vida. Dios Hijo –a pesar de haberle
comunicado su sabiduría– consintió en que Ella casi no
hablara. Dios Espíritu Santo –a pesar de ser Ella su fiel
Esposa– consintió en que los apóstoles y evangelistas
hablaran de Ella muy poco y sólo en cuanto era necesario
para dar a conocer a Jesucristo.
3. Por su grandeza excepcional
5 María es la excelente obra maestra del Altísimo, quien
se ha reservado para sí el conocimiento y posesión de Ella. María es la Madre admirable del Hijo, quien tuvo a bien
humillarla y ocultarla durante su vida, para fomentar su
humildad, llamándola mujer (ver Jn 2,4; 19,26)4
, como si se
tratara de una extraña, aunque en su corazón la apreciaba
y amaba más que a todos los ángeles y hombres. María es
la fuente sellada, en la que sólo puede entrar el Espíritu Santo,
cuya Esposa fiel es Ella. María es el santuario y tabernáculo
de la Santísima Trinidad, donde Dios mora más magnífica
y maravillosamente que en ningún otro lugar del universo,
sin exceptuar los querubines y serafines; a ninguna creatura,
por pura que sea, se le permite entrar allí sin privilegio
especial.
6 Digo con todos los santos que la excelsa María es el
paraíso terrestre del nuevo Adán (Ver Gén 2,8)5
, quien se
encarnó en El por obra del Espíritu Santo para realizar allí
maravillas incomprensibles. Ella es el sublime y divino
mundo de Dios, lleno de bellezas y tesoros inefables. Es la
magnificencia del Altísimo6
, quien ocultó allí, como en su
seno, a su Unigénito, y con Él lo más excelente y precioso.
¡Oh! ¡Qué portentos y misterios ha ocultado Dios en esta
admirable creatura, como Ella misma se ve obligada a
confesarlo –no obstante su profunda humildad–: ¡El
Poderoso ha hecho obras grandes por mí! (Lc 1,49). El mundo
los desconoce, porque es incapaz e indigno de conocerlos.
7 Los santos han dicho cosas admirables de esta ciudad
santa de Dios7
. Y según ellos mismos hablar de Ella. Todos a una proclaman que la altura de sus méritos, elevados por Ella hasta el trono de la divinidad,
es inaccesible; la anchura de su caridad, dilatada por Ella
más que la tierra, es inconmensurable; la grandeza de su
poder, que se extiende hasta sobre el mismo Dios, es
incomprensible (ver Ef 3,18; Ap 12,15-16); y, en fin, que la
profundidad de su humildad y de todas sus virtudes y gracias
es un abismo insondable. ¡Oh altura incomprensible! ¡Oh
anchura inefable! ¡Oh grandeza sin medida! ¡Oh abismo
impenetrable!
8 Todos los días, del uno al otro confín de la tierra, en lo
más alto del cielo y en lo más profundo de los abismos,
todo pregona y exalta a la admirable María. Los nueve coros
angélicos, los hombres de todo sexo, edad, condición,
religión, buenos y malos, y hasta los mismos demonios, de
grado o por fuerza se ven obligados -por la evidencia de la
verdad- a proclamarla bienaventurada.
Todos los ángeles en el cielo –dice San Buenaventura– le
repiten continuamente: “¡Santa, santa, santa María! ¡Virgen
y Madre de Dios!”, y le ofrecen todos los días millones y
millones de veces la salutación angélica: Dios te salve,
María..., prosternándose ante Ella y suplicándole que, por
favor, los honre con alguno de sus mandatos. “San Miguel
–llega a decir San Agustín–, aún siendo el príncipe de toda
la milicia celestial, es el más celoso en rendirle y hacer que
otros le rindan toda clase de honores, esperando siempre
sus órdenes para volar en socorro de alguno de sus
servidores”.
9 Toda la tierra está llena de su gloria. Particularmente
entre los cristianos, que la han escogido por tutela y patrona
de varias naciones, provincias, diócesis y ciudades.
¡Cuántas catedrales consagradas a Dios bajo su advocación!
¡No hay iglesia sin un altar en su honor ni comarca ni región
donde no se dé culto a alguna de sus imágenes milagrosas
y se obtenga toda clase de bienes! ¡Cuántas cofradías y
congregaciones en su honor! ¡Cuántos institutos religiosos colocados bajo su nombre y protección! ¡Cuántos congregantes en las asociaciones piadosas, cuántos religiosos en
todas las órdenes religiosas! ¡Todos publican sus alabanzas
y proclaman sus misericordias!9
. No hay siquiera un
pequeñuelo que, al balbucir el avemaría, no la alabe. Ni
apenas un pecador que, en medio de su obstinación, no
conserve una chispa de confianza en Ella. Ni siquiera un
solo demonio en el infierno que, temiéndola, no la respete.
2 “El conocimiento de la verdadera doctrina católica sobre la Virgen María será
siempre la llave exacta de la comprensión del misterio de Cristo” (PABLO VI,
Nov. 21, 1964; ver LG 66).
3 El autor insiste en el poder de María que es:
a) Señora de la Sabiduría (ASE
205);
b) Reina del cielo y de la tierra (VD 7.38.76...);
c) Reina de los Corazones (VD 38). “La que en la Anunciación se definió como esclava del Señor... es
glorificada como Reina universal” (R Mat 41).
4 Una visión más positiva y actual nos la ofrece el Documento de Puebla al decirnos que “María es garantía de la grandeza femenina; muestra la forma específica de ser mujer...” (No. 299). María, la mujer sabia (ver Lc 2,19.51), es la mujer
de la salvación que puso toda su feminidad al servicio de Cristo y de su obra
salvadora (ver Gál 4,4-6; LG 56).
5 VD 18.248.261.
6 Ver VD 17.18.23-25.248.
7 Ver VD 48.261.
8 SAN BERNARDO decía: “Nunca me siento tan contento ni temeroso como cuando
debo hablar de la gloria de la Virgen María”.
9 Hay tantos y tantos lugares y personas que llevan su nombre. “Jardín de María” llamaba PÍO XII a Colombia por sus templos y santuarios marianos que
esmaltan la geografía de la patria. ¿Lo es también por su presencia en nuestros
hogares y corazones?
No hay comentarios:
Publicar un comentario