En su internado viven jóvenes llegados de zonas rurales, donde les acuchillaron por no querer convertirse al islam. Se han cambiado el nombre y no pueden volver a sus pueblos. El colegio está en un barrio habitado por 50.000 cristianos, y eso atrae a los islamistas más violentos. Pablo J. Ginés ha entrevistado en La Razón a Miguel Ángel Ruiz, misionero en Pakistán y director del Centro de Formación Profesional Don Bosco en Lahore desde 2005.
–¿Cuándo ha pasado más miedo como misionero?
–Durante la crisis de las caricaturas danesas sobre Mahoma. Se convocó una marcha islamista para después del rezo del viernes en la mezquita, que iba a pasar por nuestro colegio. Lo vaciamos, enviamos a los chicos a sus casas, y dije a nuestros tres guardias de seguridad que no se dejasen ver, para no dar excusas a la violencia. Amigos musulmanes me invitaron a esconderme en su casa, pero mi deber era quedarme en el colegio. Ese día pasé miedo.
–¿Tres guardias de seguridad?
–Vamos a contratar un cuarto. Y el Gobierno de Paquistán nos ha dicho que nuestro colegio es objetivo de Al Qaida, y que tenemos que comprar un detector de metales.
–¿Y su momento más triste?
–La matanza de la aldea de Gojra el año pasado, cuando destruyeron 50 casas de cristianos y cuatro niños murieron quemados. Esa violencia sin sentido me hace sufrir mucho más que los desastres naturales o las inundaciones. Te puede hacer perder la fe en el ser humano. Y nadie hizo nada. Luego vienes a España y ves que te multan con mil euros por cortar un árbol, pero que no se defiende la vida humana.
–¿Dialogar con el islam?
–Es necesario pero, ¿quién es el interlocutor? ¿Y qué autoridad tiene? El respetadísimo Gran Muftí de la Universidad de Al-Azhar, en El Cairo, decretó que vestir hiyab no era una obligación islámica, que era sólo algo cultural y opcional. Las estudiantes de su propia universidad, favorables al velo, protestaron y lo desautorizaron. No hay autoridad central en el islam, sólo puedes hablar con personas concretas que te acepten como eres.
–¿Qué han hecho las embajadas en el caso de Asia Bibi?
–El nuncio me dijo que la mañana en que salió el caso, diez embajadores distintos le llamaron para expresar su apoyo, pero a nivel personal. Sus países y gobiernos no han hecho nada hasta ahora. Sólo conozco un caso en que países europeos se movieran por ayudar a un cristiano. Fue el año pasado, por un afgano converso al catolicismo en Europa, que al visitar Afganistán fue detenido. Italia protestó y Angela Merkel llamó a consultas al embajador paquistaní. Pero Paquistán es distinto, es una potencia nuclear. Sólo respetan a los americanos, Europa les parece débil, porque no tiene religión. Ningún país se ha movilizado para acabar con la Ley de Blasfemia pakistaní. El General Musharraf la intentó quitar en 2002, debatirla en el congreso. La alianza de partidos musulmanes, del norte del país, donde hay 25.000 madrasas, le amenazó con sacar un millón de estudiantes a las calles y derrocar su Gobierno si tocaba esa ley. Un día explotó una madrasa porque estaban manipulando explosivos y tenían un arsenal dentro. En Occidente nadie se enteró. Los islamistas controlan el Bajo Tribunal y la enseñanza. Si el Gobierno tomase el control de las escuelas, en diez años cambiaba todo a mejor.
–¿Existe el islam moderado?
–En Paquistán los saudíes invierten en fundamentalismo wahabista tanto como todos los demás países en ayuda al desarrollo. Omán, Abu Dhabi, los países del Golfo son un paraíso en comparación: las mujeres visten como quieren y puedes llevar una cruz en el cuello. Musharraf, admirador de Attaturk, hablaba de potenciar un «islam ilustrado». Yo sólo pido a Occidente que no tenga miedo: los islamistas huelen el miedo y acuden allí a derramar sangre. Atacaron a España porque la vieron débil, no porque tuviese tropas en Irak. Creo que el uso de la razón es lo único que cambiará al islam por dentro.
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