Por monseñor Martín Dávila / En el mundo actual existe una actitud anticatólica manifiesta, de modo que quien desee manifestarse como católico, recibirá constantemente críticas y oposiciones...
...que pueden llegar a persecuciones.
Muchos políticos, incluso de países mayoritariamente cristianos, pareciera que tienen un deseo común: eliminar la fe católica del mundo. Y lo hacen como si la Iglesia fuera una institución retrógrada, oscurantista e intolerante, que debe ser eliminada por no favorecer la paz, sino fomentar la violencia.
Evidentemente, eso no es verdad, pero pretenden imponer sus ideas por la fuerza del poder político o a través de los grandes medios de educación y comunicación social.
Por todo ello, es preciso que los católicos convencidos se pongan de pie, propaguen su fe, especialmente con su vida, y den testimonio ante el mundo actual de que vale la pena ser católicos. Ser católico es tener la seguridad de estar en la verdad, que Dios mismo nos enseñó por medio de Jesucristo. La verdad, que en el amor a Dios y al prójimo, da sentido a nuestra vida y nos llena de alegría y felicidad.
Pero también supone ser signo de contradicción y recibir ataques de aquellos que hablan mucho de tolerancia, pero no toleran la fe católica.
Ser católicos de verdad en un mundo anticatólico es difícil, porque supone luchar contra una mayoría que, por maldad o por ignorancia, atacan nuestra Iglesia y nuestra fe.
Hace falta mucho coraje para vivir como católicos, pero vale la pena. El mundo moderno necesita testigos vivos del Evangelio, católicos militantes, que no se escondan sino que den la cara y salgan al frente para defender su fe. Católicos que no se avergüencen de su historia y que sepan responder ante las acusaciones que les plantean los enemigos de la Iglesia.
Si eres católico, contamos contigo. Vive tu fe y así, por experiencia personal, podrás decir a todos los que te rodean que ser católico es la mayor gracia que Dios te ha regalado, que no estás dispuesto a renunciar a ella y que quieres compartirla con todos los que lo deseen y busquen un sentido a su vida.
UN MUNDO ANTICATÓLICO
Pareciera que la única fe que puede ser ofendida públicamente es la católica. Si alguien habla mal de Mahoma o del Islam, inmediatamente los musulmanes cierran filas y atacan al interesado o a su país e, incluso, lo condenan a muerte para que todo buen musulmán pueda matarlo, si está en sus manos, haciendo así algo “agradable” a su Dios: Eliminar a un infiel, ofensor del profeta o de su fe.
Con respecto al catolicismo, cualquiera puede hablar mal de Cristo o de la Virgen María, del Papa o de los católicos, y hasta es felicitado en los medios masivos de comunicación social. Ser católico no está de moda.
Muchos católicos bautizados, aunque no practicantes, parece que se sienten avergonzados de su historia y de su fe. Por eso, los católicos deben estar bien informados para poder defenderse y demostrar la falsedad de tantas cosas negativas que hablan contra la Iglesia. Veamos algunas de ellas.
En el bienal de Venecia se puso en escena un espectáculo Messiah Game, donde la Última Cena se presenta como una orgía, y a Jesús crucificado se le presenta como un masoquista. En Bologna (Italia) se representó la Madonna piange esperma (La Virgen llora esperma) con un inadmisible mensaje contra la Virgen María.
Unos dibujos norteamericanos South Park insultaban a la Virgen María, lo que provocó la protesta de los obispos católicos de Nueva Zelanda.
En Canadá, la Canadian Broadcasting Corporation se dio el lujo de presentar en televisión el programa The altar boy gang donde los acólitos católicos eran presentados como adictos a las drogas; y como si recibir la comunión fuera comer snacks. Así lo informaba el 10 de mayo del 2007 el periódico Ottawa Citizen.
En muchos talk show americanos se ha dicho alegremente que el cinco o seis por ciento de los sacerdotes americanos eran pedófilos, lo que es totalmente exagerado. Philip Jenkins ha escrito dos obras sobre este tema: Pedophiles and priests. Anatomy of a contemporary crisis (Oxford university press, Oxford y Nueva York, 1996) y Moral panic. Changing concepts of child molester in modern America (Yale university press, New Haven-Londres, 1998). El autor manifiesta que se han exagerado las cifras. Y dice:
Los abusos cometidos por clérigos son mucho menos frecuentes de lo que dan a entender los titulares de los periódicos. Él mismo afirma que la tasa de incidencia es mucho mayor entre maestros u otros profesionales que trabajan con niños y jóvenes que entre sacerdotes. Pero, cuando se trata de sacerdotes, se sacan casos de hace más de 50 años. Hasta ahora han sido condenados por los tribunales en Estados Unidos unos 100 casos, de entre los 105.000 sacerdotes que han vivido en ese tiempo en Estados Unidos; y el 99% de estos eclesiásticos eran homosexuales. Por ello, la Iglesia ha prohibido que sean ordenados como sacerdotes quienes practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas.
Por otra parte, hay muchas películas que tratan de presentar casos concretos de escándalos de sacerdotes o instituciones católicas para dar la impresión de que la Iglesia está podrida por dentro. Podemos mencionar algunas películas como: Mala educación, El crimen del padre Amaro, Las hermanas Magdalenas… Y ¿qué decir de la película, basada en el libro de Dan Brown, El código da Vinci? En ella se presenta a Jesús, casado con María Magdalena, con la cual tiene una hija, Sara. La idea principal que subyace en la película es negar que Jesucristo es Dios y decir que la divinidad de Cristo fue un invento del emperador Constantino en el siglo IV, sugiriendo que esta mentira de que Cristo es Dios ha sido celosamente guardada por la Iglesia hasta ahora, engañando a todo el mundo. Hay otras falsedades como la afirmar que la Inquisición mató cinco millones de brujas.
El mayor especialista, de renombre mundial, en el tema de las brujas a nivel mundial, el doctor Gustav Henningsen, que ni siquiera es católico, afirma con toda claridad: Las cifras de la quema de brujas por la Inquisición, por inesperadas, resultan asombrosas. Para Portugal es cuatro, para España 59 y para Italia 36.
Y así podríamos seguir hablando de tantas mentiras que tratan de denigrar a la Iglesia como las que se encuentran en el llamado Evangelio de Judas o en el documental sobre la tumba de Jesús, etc. Por todo ello, es muy importante que los católicos estén bien informados de la historia de la Iglesia para que puedan conocer las cosas en su verdadera dimensión y puedan responder con seriedad a tantas mentiras, calumnias o exageraciones mal intencionadas de tantos seudocientíficos o ignorantes de turno.
LA IGLESIA ¿CAUSANTE DE TODOS LOS MALES?
Algunos ven a la Iglesia católica como la causa de todas las desgracias de la humanidad. Nietzsche en su obra El anticristo dice esto, refiriéndose concretamente a la Iglesia protestante de Dinamarca, pero muchos se lo aplican a la Iglesia católica, calificándola de oscurantista, anticuada e intolerante. El hecho de que la Iglesia no acepte el aborto o los anticonceptivos o el uso del condón o el matrimonio homosexual…, es visto como si fuera enemiga de la cultura y de la modernidad.
Pero la Iglesia tiene dos mil años de historia y no está al vaivén de las opiniones de cada época. El relativismo reinante afirma que nadie puede conocer la verdad. Cuando la Iglesia habla de verdades seguras y absolutas, basadas en el Evangelio, la califican de intolerante, como si uno no pudiera tener derecho a conocer la verdad y a no vivir sólo de opiniones. Pero es curioso, todos los que hablan contra la intolerancia religiosa, son intolerantes con ella y le imponen sus opiniones ya sea en educación, en cuestiones de aborto, homosexualidad… Suprimen todo signo religioso en escuelas o edificios públicos y fomentan todo lo que sea anticristiano, rechazando lo católico, especialmente, con leyes y normas en política, educación, etc.
Muchos de estos ateos o agnósticos anticlericales se parecen a los promotores de la Revolución francesa, que se proclamaban los defensores de los derechos humanos y de la libertad, pero destruyeron por puro vandalismo tesoros culturales y artísticos de muchas bibliotecas y monasterios de Francia. En 1815, veintiséis años después del 1789, Europa era un campo desolado por las guerras napoleónicas desencadenadas por las nuevas ideas revolucionarias, que llevaron a la muerte a millones de personas en toda Europa.
LOS ESCÁNDALOS Y UNA SANTA IGLESIA
Frecuentemente se oyen objeciones al efecto que las enseñanzas católicas en lo concierne a la santidad de la Iglesia están en fuerte contradicción a la manera de vivir de algunos de sus miembros. Se señala que no solamente un gran número de seglares han vivido vidas pecaminosas y escandalosas, sino que también de vez en cuando en la historia se han dado casos de que sacerdotes y prelados no han vivido a la altura de las medidas morales que ellos mismos han predicado.
Para que podamos justamente apreciar estos problemas primeramente investigaremos la enseñanza de Jesucristo acerca de los componentes de su Iglesia; en segundo lugar, inquiriremos el exacto significado de santidad, y en tercer lugar, señalaremos la relación entre la gracia y el libre albedrío.
LA IGLESIA Y LOS PECADORES
Cristo predijo que su Iglesia en la tierra estaría compuesta de ambos santos y pecadores: (A) El muy claramente dijo que en Su reino el bien y el mal coexistirían hasta el fin del mundo cuando ambos serían separados por el Juez. Oigamos, por ejemplo, la parábola de la Red Barredera: “El Reino de los Cielos es semejante a una red barredera, que echada en el mar allega todo género de peces; la cual es estando llena, sácanla los los pescadores, y sentados en la orilla van escogiendo los buenos y los meten en sus cestos; y arrojan los de mala calidad. Así sucederá al fin del siglo; saldrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos; y arrojarlos han en el horno del fuego. Allí será el llanto y el crujir de dientes.” (Mat., XIII, 47-50)
El mismo ejemplo se encuentra en la Parábola de Trigo y la Cizaña: “Dejad crecer una y otro hasta la siega, que al tiempo de siega yo diré a los segadores: Coger primero la cizaña, y haced gavillas de ella para el fuego, y meted después el trigo en mi granero.” (Mat., XIII, 30.) En otra ocasión Cristo comparó Su Reino a las diez Vírgenes, “Quienes tomando sus lámparas salieron a recibir al esposo; de las cuales cinco eran necias y cinco prudentes.” (Mat., XXV, 1-2)
Los buenos y los malos serán definitivamente separados el día del Juicio: “El tiene en sus manos el bieldo, y limpiará perfectamente su era; y su trigo lo meterá en el granero; mas las pajas las quemará en un fuego inextinguible.” (Mat., III, 12.) En el último día el Juez “Pondrá a las ovejas a su derecha y los cabritos a la izquierda.” (Mat., XXV, 33)
(B) Cristo describió su misión como providencialmente destinada para los pecadores y su para los enfermos. Por lo tanto, El presupuso que los pecadores se unirían a la Iglesia, y que se encontrarían pecadores en Ella. “Los que están sanos no necesitan de médico, sino los que están enfermos; así, yo no he venido a llamar, o convertir, a los justos, sino a los pecadores.” (Marcos II, 17.) “El Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que había perecido.” (Luc., XIX, 10.) De la mujer pecadora Cristo dijo: “Le son perdonados muchos pecados, porque ha amado mucho.” (Luc. VII, 47.) A la mujer encontrada en adulterio El le dirigió estas consoladoras palabras: “Pues tampoco yo te condenaré: Anda, y no peques más en adelante”. (Juan VIII, 11.) “Cristo,” dice S. Pablo, ¡vino a este mundo para salvar a los pecadores, de los cuales el primero soy yo.” (I Tim. I, 15.) Nuestro Señor afirmó: “Es forzoso que haya escándalos,” (Mat. XVII, 7.), y El mismo se asociaba con publicanos y pecadores.
Si los hombres no obedecen las direcciones del médico ni toman el remedio que prescribe, no puede esperarse que se mejoren. Si los miembros de la Iglesia se retiraron de su influencia y la abandonan, no puede esperarse que sean virtuosos, y por lo tanto no puede culparse a la Iglesia por su conducta.
(C) A Cristo frecuentemente se le presenta como Padre misericordioso que recibe con tierna compasión al hijo pródigo, como el Buen Pastor que busca la oveja que se ha perdido. El Evangelio de San Lucas, muy particularmente, describe con exquisitos colores al Médico Divino, al Amigo de los Afligidos, y al Consolador de los Pecadores.
El amor de Cristo hacia los pecadores está descrito en la narración de Zaqueo (Mat. XIX, 2.), de la Mujer Pecadora (Mat. VII, 37.), y del ladrón Arrepentido (Mat. XXII, 42-43.) El evangelio de San Lucas narra también las hermosas parábolas del Buen Samaritano, del Hijo Pródigo, la del Mayordomo infiel, la Divas y Lázaro, y la del Fariseo y el Publicano. “Era muy justo,” dice Nuestro Señor en la Parábola del Hijo Pródigo, “el tener un banquete, y regocijarnos, por cuanto éste tu hermano había muerto y ha resucitado; estaba perdido, y se ha hallado.” (Luc., XV, 32.)
Y en otra ocasión dijo: “¿Quién hay de vosotros que, teniendo cien ovejas y habiendo perdido una de ellas, no deje las noventa y nueve en la dehesa, y no vaya en busca de la que se perdió, hasta encontrarla? En hallándola se la apone sobre los hombros muy gozoso; y llegado a casa, convoca a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Regocijaos conmigo, porque he hallado la oveja mía, que se me había perdido. Os digo que a este modo habrá más fiesta en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no tienen necesidad de penitencia.” (Luc. XV, 4-7.)
LA SANTIDAD DE LA IGLESIA
En repuesta a la pregunta, ¿Por qué es la Iglesia Católica Romana evidentemente Santa?, el catecismo De Harbe (Pág. 140) dice: “1. Porque su Fundador y su doctrina son santos. 2. Porque preserva y dispensa todos los medios de santificación. 3. Porque Ella tiene ahora y siempre ha tenido santos.” Meditemos por un momento sobre estos principios de Santidad de la Iglesia.
(A) EL FUNDADOR DE LA IGLESIA CATÓLICA ES SANTO. Habiendo sido concebido por obra del Espíritu Santo y nacido milagrosamente de la Santísima Virgen maría, Cristo fue libre del pecado original, y de todo movimiento desordenado y de toda inclinación al pecado. Siendo El Dios, y siendo una divina Persona, era imposible que cometiera el mal, y así Cristo estuvo libre de todo pecado actual.
Las Escrituras dicen de Cristo: “El cual no cometió pecado alguno, ni se halló dolo en Su boca.” (I Pedro II, 22.) “A la verdad tal como éste nos convenía que fuese nuestro pontífice, santo, inocente, segregado de los pecadores, o de todo pecado.” (Heb. VII, 26.) ¿Quién de vosotros me convencerá de pecado? (Juan, VIII, 46.) No sólo era Cristo negativamente santo, sino era santísimo aún positivamente. El estaba “lleno de gracia,” absolutamente capaz para santificar a otros quienes participando de Su divina vida se unirían a El como ramas a la parra. “Jesús,” dice S. Lucas, “estaba lleno del Espíritu Santo” (Luc. IV, 1.), y S. Juan añade. “Jesucristo estaba lleno de gracia y de verdad.” “Y de la plenitud de éste hemos participado todos nosotros, y recibido una gracia por otra gracia.” (Juan, I, 14, 16.)
Cristo, pues, el Fundador de la Iglesia Católica, era absolutamente santo. El era el Dios hecho Hombre, en todos los respectos era un modelo de virtudes para todos aquellos quienes le imitasen. Por el contrario, la santidad no era cualidad principal de fundadores humanos de religiones, tales como Lutero, Calvino, Wesley, Smith, y otros.
(B) LAS DOTRINAS DE LA IGLESIA SON SANTAS. Las enseñanzas de la Iglesia acerca de la existencia y omnipotencia de Dios, sobre la Encarnación, Vida, Pasión, Muerte, Redención, y Resurrección de Nuestro Señor, sobre la gracia y los sacramentos, cielo, infierno, juicio, y la resurrección de los cuerpos, sobre los mandamientos, consejos y beatitudes, y sobre el año litúrgico, son todas para inspirar santidad sobre los miembros de la Iglesia Católica. Por otro lado, ella rechaza y condena las doctrinas impías como las siguientes: que el hombre por el pecado original está irremisiblemente corrompido y llevado por el pecado en todos sus actos, que su intelecto ha sido intrínsecamente obscurecido, y la libertad de su libre albedrío destruida.
Que la conducta del hombre no importa mientras tenga fe como dicen los protestantes; que el hombre puede interpretar la palabra de Dios según los dictados de su juicio y vida privada; que Dios arbitrariamente predestina a algunos de los hombres al infierno, y que la limitación de la natalidad, divorcio, y la esterilización sean buenas y legítimas. Siempre la Iglesia va en contra de lo inmoral y de las enseñanzas impresas de algunas de las películas del cine y de la programación del TV, que justifican completamente, la infidelidad de uno de los esposos, que el apetito carnal es una mera broma, o una protesta en contra de costumbres ya desechadas, que el contacto intimo antes de matrimonio es una natural culminación de amor, romance, etc.
(C) LA IGLESIA ES SANTA EN SU SACRAMENTOS. Nuestro Redentor hizo méritos de abundantes gracias para nosotros durante su vida en esta tierra, especialmente durante su pasión y Muerte. Estas gracias están acumuladas y en reserva en el glorioso Cristo resucitado en los cielos, son irradiadas a nosotros por El y de El por medio de la oración y por medio de los Siete Sacramentos.
Los Sacramentos son fuentes que por medio de las Cinco Gloriosas Heridas de Cristo resucitado continuamente están infiltrándonos vida divina. Las gracias del Calvario se aplican al niño por primera vez en el Sacramento del Bautismo por medio del cual el niño llega a ser hijo de Dios y heredero de los cielos. Cuando el niño llega al uso de razón, si comete pecado mortal, puede recuperar la gracia divina por medio del Sacramento de la Penitencia. En el Santo Sacrificio de la Misa el hombre rinde justa y debida adoración a Dios, y en la Sagrada Comunión el hombre recibe nueva fuerza y nuevas gracias para la lucha en contra del mundo, de la carne, y del demonio.
En la Confirmación el hombre recibe el Espíritu Santo y la fuerza para confesar públicamente su fe ante los hombres. El Sacramento del Matrimonio confiere gracias especiales a los esposos para que sigan los deberes de su estado de vida. la Extremaunción limpia al alma de los restos del pecado, así como también de todos los pecados veniales, y da fuerza al alma para resistir la tentación en su lucha final. El Sacramento del Orden Sacerdotal es como si fuese el vaso sagrado en el cual todos los Sacramentos se conservan y de los cuales ellos mismos derivan su gloria y su vida. Es pues de toda certeza que la Iglesia Católica no le faltan los medios de la santificación.
En cada Sacramento hay suficiente gracia para hacernos santos a todos. Si nosotros con deliberación hacemos a un lado estas fuentes de fuerza espiritual y renovación de vida, la Iglesia Católica no tiene la culpa.
(D) LA IGLESIA CATÓLICA ES SANTA EN SUS SANTOS. No es necesario referir aquí detalladamente la larga lista de todos aquellos que siguieron durante su vida las enseñanzas de Cristo, de aquellos que se aprovecharon abundantemente de los medios de gracia de la Iglesia, de aquellos que practicaron la virtud en grado heroico y ahora gozan, como fruto, de la última gracia es to es, Visión Beatífica de Dios (o sea verle cara a cara a Dios con todo su brillantes, esplendor y hermosura).
Desde S. Esteban primer mártir de la Iglesia Católica hasta S. Juan Leonardo y los últimos santos canonizados, la Iglesia ha tenido santos sin número que han venido de todas las clases sociales. “Papas, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, reyes y reinas, ricos y pobres, estadistas, maestros, soldados, abogados, médicos, vírgenes consagradas, madres, jornaleros, sirvientes y aún esclavos,” “han recibido el título de honor de manos de la Iglesia.”
LA GRACIA Y EL LIBRE ALBEDRÍO
No obstante que la Iglesia es muy rica en medios de santificación, esto no quiere decir que el se une a Ella por ese solo hecho se vuelve santo, o está forzado a convertirse en tal, o que esté en estado permanente de gracia. Que un miembro de la Iglesia Católica puede ser pecador, y a veces gran pecador, se ve claro por la siguientes consideraciones:
1) La gracia no destruye la naturaleza. Dios no enriqueció al hombre con ciertas facultades, y luego obró sobre él de cierto modo para destruir estos poderes. Pero Dios destruiría la naturaleza humana si por medio de la gracia destruyera la libertad humana. La gracia obra sobre el hombre de conformidad con su naturaleza, esto es, lo mueve de cierto modo dejándole libre. El hombre está libre para aceptar la gracia o rehusarla. Si el hombre rechaza la gracia y confía en su limitado poder humano (en sus propias fuerzas) no podrá por mucho tiempo observar todos los mandamientos ni vencer todas la tentaciones.
Muy pronto se encontrará sumergido en el pecado y un esclavo de sus pasiones. La posibilidad de que la voluntad rechace la gracia, se nos enseña claramente en la escrituras: “¿Qué es lo debí hacer, y qué no haya hecho por mi viña? ¿Acaso porque esperé que llevase uvas y ella dio agraces?” (Isaías, V, 4.) Y: “¡Jerusalén! ¡Jerusalén! Que matas a los profetas y apedreas a los que a ti son enviados, ¿Cuántas veces quise recoger tus hijos, como la gallina recoge sus pollitos bajo las alas, y tú no los has querido?” (Mat. XXIII, 37.)
2) Aunque el bautismo quita la mancha del pecado original, no remueve las consecuencias de ese pecado, especialmente la concupiscencia. Y, ¿qué queremos decir con concupiscencia? Esto quiere decir que hay en el hombre una continua lucha entre el espíritu y la carne, entre las facultades altas y las bajas. El cuerpo y los sentidos, y la imaginación no están sujetos al intelecto y a la voluntad: ellos se esfuerzan continuamente en manifestar su independencia. La voluntad puede dominar las tentaciones, siempre que esté auxiliada por la gracia. Si un católico deja de pedir la ayuda divina, especialmente por medio de la oración, no podrá por mucho tiempo evitar su caída moral.
Aquellos que se sienten inclinados a atacar la santidad de la Iglesia Católica con frecuencia señalan el número de reclusos que se encuentran en las penitenciarías, cárceles, escuelas correccionales, y alegan que el número de católicos recluidos es esas instituciones penales están fuera de proporción al número de católicos por ejemplo en Estados Unidos en México u otros países. Para combatir una objeción de tal naturaleza, debemos tener en la mente los siguientes principios:
a) El gran número de católicos en nuestras instituciones penales no es cosa de suponerse sino de probarse. Debemos exigir estadísticas oficiales y fidedignas, y no darlo por hecho o repetir rumores.
b) Si un preso se ha registrado como católico, debemos cuidadosamente averiguar qué razones tuvo para declararse como tal. ¿Fue el motivo únicamente porque sus antecesores o sus parientes eran católicos? O, ¿fue únicamente con deseo u objeto de advertir a las autoridades a qué clérigo llamar en caso de enfermedad o peligro de muerte? O, ¿Fue porque él abrigaba la esperanza de salir mejor tratado por las autoridades que eran católicas? O, ¿pudiese ser que lo hiciese con la esperanza también de que algunas organizaciones católicas influyentes intercedieran en su favor ante la Mesa de Clemencias?
c) Si él se bautizó en la Iglesia católica, ¿hizo su Primera confesión y su Primera Comunión? ¿Solía asistir a Misa los domingos y Fiestas de guardar? ¿Se acercaba a los sacramentos con regularidad? Estas observancias constituyen esencialmente lo menos que puede exigírsele a un individuo para que pueda llamarse católico en el sentido verdadero de la palabra.
Y aún si él se sujetará a estas condiciones, todavía queda libre, puede perder la gracia, y cometer un crimen.
Por último y después de haber respondido algunas cuestiones que los anticatólicos reclaman a la Iglesia y de ver la necesidad de ser católicos auténticos, capaces de dar testimonio de nuestra fe aun en los momentos más difíciles, podemos decir que vale la pena ser católicos comprometidos. Hay que tener el coraje de responder a los que atacan nuestra fe. No podemos callar, mientras que otros denigran a nuestra Madre Iglesia. No podemos permanecer indiferentes, mientras que otros hablan mal de nuestros sacerdotes y obispos. No podemos quedarnos de brazos cruzados, cuando nos hablan de que somos retrógrados, intolerantes o violentos.
Todo católico debe sentir la obligación de estar preparado para responder a las preguntas que nos plantean, pero también para presentar a los contrarios algunas cuestiones para que ellos también nos respondan. Muchos católicos, como hombres humanos y pecadores, han cometido errores. Algunos sacerdotes han dado escándalos lamentables, pero la Iglesia, en su gran mayoría, ha sido y es una gran luz en la noche del mundo. El mundo actual, sobre todo, el mundo occidental, hubiera sido muy distinto sin la presencia de la Iglesia durante tantos siglos. Estaría más atrasado culturalmente, habría menos sensibilidad social con los pobres y enfermos, habría tenido menos paz y más violencia.
Digámoslo en voz alta para que todos escuchen: Las primeras escuelas y universidades fueron fundadas por la Iglesia, al igual que los hospitales, tanto en Europa como en América. Por eso, podemos sentirnos orgullosos de ser católicos y estar comprometidos en la gran tarea de la evangelización para que haya más amor y paz en nuestro mundo.
En este escrito sólo expresamos algunas razones argumentos del porque debemos de sentirnos orgullosos de ser católicos y el deber de tener coraje para defender a la Iglesia Católica de todas las calumnias y difamaciones mal infundas en contra de ella.
En otro escrito vamos e exponer la defensa de la Iglesia contra otras otras calumnias y difamaciones de que es objeto en tiempos anticatólicos.
En parte este escrito fue tomado un magnifico artículo del P. Ángel Peña O.A.R.
Este y otros escritos que he publicado, se pueden leer de una manera permanente en www.obispoenmisiones.blogspot.com
Sinceramente en Cristo
Mons. Martín Dávila Gándara
Obispo en Misiones
Sus comentarios a: obmdavila@yahoo.com.mx
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