Jueves 14 de Marzo del 2013
Primera lectura
Lectura del libro del Éxodo (32,7-14):
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés: «Anda, baja del monte, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un novillo de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: "Éste es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto."»
Y el Señor añadió a Moisés: «Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo.»
Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios: «¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? ¿Tendrán que decir los egipcios: "Con mala intención los sacó, para hacerlos morir en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra"? Aleja el incendio de tu ira, arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo, diciendo: "Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre."»
Y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 105,19-20.21-22.23
R/. Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo
En Horeb se hicieron un becerro,
adoraron un ídolo de fundición;
cambiaron su gloria por la imagen
de un toro que come hierba. R/.
Se olvidaron de Dios, su salvador,
que había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en el país de Cam,
portentos junto al mar Rojo. R/.
Dios hablaba ya de aniquilarlos;
pero Moisés, su elegido,
se puso en la brecha frente a él,
para apartar su cólera del exterminio. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (5,31-47):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es válido. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su semblante, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no le creéis. Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ése si lo recibiréis. ¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no dais fe a sus escritos, ¿cómo daréis fe a mis palabras?»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio del Jueves 14 de Marzo del 2013
Las obras dan razón y testimonio. Ya lo dice el refrán popular: “obras son amores, y no buenas razones”. Las obras son como la prueba del nueve de aquello que se cree. Una fe que no pone en práctica aquello que predica… ¿qué tipo de fe es?
Jesús les pide a aquellos que le estaban escuchando que, aunque no crean en él, al menos, acepten el testimonio de sus obras. Las obras, muchas veces, nos hablan de la presencia actuante del Espíritu y del Reino.
Es necesario aprender a leer esos signos del Reino y aceptar la voz de sus mensajeros. Hay muchos signos de esa presencia del Reino y muchas voces que hablan de Dios en el mundo de hoy. Y lo demuestran con sus obras. Aquellos que trabajan por crear un mundo mejor, sin duda, a veces nos preceden a los que quizá hablamos mucho y hacemos poco.
Tengo grabada a fuego una expresión de una joven que decidió abandonar un grupo apostólico hace unos años. Así se lo comunicaba al resto de los componentes. Me marcho de este grupo porque, a pesar de que nos llamamos cristianos, en este grupo, en verdad “hablamos mucho, decimos poco y hacemos menos”. Una crítica brutal que, sin duda, sacudió a los demás. Y no era una excusa para dejar el grupo. Hoy, aquella joven es una monja contemplativa que lleva más de veinte años en su convento.
No dejemos que nuestra fe se teorice demasiado y se convierta, sin más, en un tema de debate. Alejémonos en todo caso de convertirnos en “teóricos del sistema”, capaces de hacer los más sublimes análisis y poner las más bellas palabras. Dejemos que sean las obras, por humildes y pequeñas que sean, las que den testimonio de nuestra fe. Sin hacer demasiado ruido. Tampoco es necesario.
Con afecto,
Fernando Prado, cmf.
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