Martes 05 de Marzo del 2013
Primera lectura
Lectura de la profecia de Daniel (3,25.34-43):
En aquellos días, Azarías se detuvo a orar y, abriendo los labios en medio del fuego, dijo: «Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia. Por Abrahán, tu amigo; por Isaac, tu siervo; por Israel, tu consagrado; a quienes prometiste multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo, como la arena de las playas marinas. Pero ahora, Señor, somos el más pequeño de todos los pueblos; hoy estamos humillados por toda la tierra a causa de nuestros pecados. En este momento no tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes; ni holocausto, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso; ni un sitio donde ofrecerte primicias, para alcanzar misericordia. Por eso, acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde, como un holocausto de carneros y toros o una multitud de corderos cebados. Que éste sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia: porque los que en ti confían no quedan defraudados. Ahora te seguimos de todo corazón, te respetamos y buscamos tu rostro, no nos defraudes, Señor. Trátanos según tu piedad, según tu gran misericordia. Líbranos con tu poder maravilloso y da gloria a tu nombre, Señor.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 24,4-5ab.6.7bc.8-9
R/. Señor, recuerda tu misericordia
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.
Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R/.
El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,21-35):
En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo." El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me debes." El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré." Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio del Martes 05 de Marzo del 2013
Perdonar siempre. “Setenta veces siete”. Las que haga falta. ¿Por qué? En la lógica de Jesús la respuesta es clara: porque Dios es así con nosotros; con cada uno de nosotros. Ante Dios, en todos nosotros aparecen sombras en nuestro ser y en nuestro obrar que él conoce profundamente y que, por muy oscuras que sean son aceptadas, amadas, perdonadas… Ante Dios, siempre tenemos “redención”. Él nunca nos abandona, ni en nuestro pecado. Lo sabemos. Dios nos ama incondicionalmente y nos perdona de igual forma: siempre, porque él es así, aunque nosotros no.
Nuestra lógica no siempre es esa. No damos lo que recibimos en la misma proporción. Muchas veces sucede como con el funcionario de la parábola: si bien es lógico que el que ha recibido amor sea capaz de devolver amor –amor con amor se paga- y perdonar, no nos resulta fácil hacerlo, renunciar a nuestro fuerte ego, a esa otra lógica que nos lleva a una justicia diferente, ajustada más bien al “ojo por ojo”, a esa otra lógica del que “quien la hace la paga”.
La cuaresma es un tiempo para tomar un poco de distancia y reflexionar sobre nuestra vida. Es un buen tiempo para reflexionar sobre lo que damos y lo que recibimos; para tomar mayor consciencia de nuestra vida, de nuestra historia y saber leerla con ojos agradecidos.
Quizá si nos damos un tiempecito para entrar en nuestra memoria, en nuestro corazón, descubramos en nuestro propio itinerario vital esa mano amiga de Dios Amor que una vez nos perdonó, que nos amó primero, sin condiciones, liberándonos con su perdón de la gravedad de aquello que hicimos.
El sacramento del perdón nos puede ayudar estos días de Cuaresma a tomar una nueva conciencia de la necesidad que tenemos de ser agradecidos; nos puede ayudar a pedir perdón con humildad por tantas veces que no acertamos a perdonar. Es un sacramento terapéutico. Nos ayudará a entrar en esa lógica nueva que nos propone Jesús como camino para nuestra propia felicidad. Un corazón agradecido es, sin duda, mucho más feliz.
Con afecto,
Fernando Prado, cmf.
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