Miércoles 13 de Marzo del 2013
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (49,8-15):
Así dice el Señor: «En tiempo de gracia te he respondido, en día propicio te he auxiliado; te he defendido y constituido alianza del pueblo, para restaurar el país, para repartir heredades desoladas, para decir a los cautivos: "Salid", a los que están en tinieblas: "Venid a la luz." Aun por los caminos pastarán, tendrán praderas en todas las dunas; no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el bochorno ni el sol; porque los conduce el compasivo y los guía a manantiales de agua. Convertiré mis montes en caminos, y mis senderos se nivelarán. Miradlos venir de lejos; miradlos, del norte y del poniente, y los otros del país de Sin. Exulta, cielo; alégrate, tierra; romped a cantar, montañas, porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de los desamparados. Sión decía: "Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado." ¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 144,8-9.13cd-14.17-18
R/. El Señor es clemente y misericordioso
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.
El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan. R/.
El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (5,17-30):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo.»
Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no sólo abolía el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios.
Jesús tomó la palabra y les dijo: «Os lo aseguro: El Hijo no puede hacer por su cuenta nada que no vea hacer al Padre. Lo que hace éste, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que ésta, para vuestro asombro. Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo el juicio de todos, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo envió. Os lo aseguro: Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no se le llamará a juicio, porque ha pasado ya de la muerte a la vida. Os aseguro que llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán. Porque, igual que el Padre dispone de la vida, así ha dado también al Hijo el disponer de la vida. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre. No os sorprenda, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio. Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio del Miércoles 13 de Marzo del 2013
El evangelista Lucas nos narra que cuando fueron a presentar a Jesús al templo, de niño, el sacerdote advirtió a los padres: “Mirad. Este está puesto para que en Israel muchos caigan o se levanten. Será una señal de contradicción”.
Jesús es bandera discutida. En este evangelio de hoy así se nos vuelve a mostrar. Ante él todo se polariza y se posiciona. Su mensaje y su Palabra, hoy como ayer, produce el mismo efecto cuando se escucha con apertura de corazón.
La Iglesia, custodia de esta Palabra, quiere anunciar también esta Buena Noticia. Quien ve a Jesús, ve al padre. Él es testigo de algo más grande. Nosotros, sus seguidores, también queremos formar parte de esta cadena. La Iglesia quiere ser bandera y signo en el mundo de la presencia de Jesús, para conducir al hombre y la mujer de hoy al encuentro con ese Dios padre y madre que se nos ha manifestado como Amor en el rostro de Jesús.
Los ojos del mundo siguen puestos hoy en el Vaticano. ¿Qué esperar del nuevo Pedro? ¿Qué esperar de esta Iglesia?
Quizá no haya nada demasiado nuevo que esperar. O mejor dicho, quizá más bien lo que cabe esperar es que lo de siempre se haga nuevo. No puede ser de otra forma: la Iglesia tiene que ser fiel a lo que ha sido siempre y ha de intentar plasmarlo en las condiciones en las que viven los hombres y las mujeres de hoy. Es la síntesis del doble principio renovador del Concilio Vaticano II: volver a Jesús y adaptarse a los tiempos.
Quizá la gente, en definitiva, no espere sino simplemente que la Iglesia no deje que se rompa nunca esa cadena del testimonio: que en ella se pueda ver hoy reflejado a Jesús, que es, en definitiva, el rostro del Padre.
Con afecto,
Fernando Prado, cmf.
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