Queridos amigos:
A diferencia de lo que ocurre con el nacimiento de Juan Bautista, el evangelio no dice nada del nacimiento de Nuestra Señora la Virgen María.
Esta fiesta surgió en oriente, y con mucha probabilidad en Jerusalén, hacia el año 400. Allí estaba siempre viva la tradición de la casa donde había nacido la Virgen María. Y esta tradición se consolidó con la dedicación del actual santuario de Santa Ana en la misma ciudad.
Esta festividad quiere poner de relieve que María estuvo estrechamente vinculada a su Hijo Jesús, como subrayan los textos bíblicos que hoy leemos en la Misa.
El profeta Miqueas alerta sobre la suerte del rey: será humillado por el invasor, pero no será el fin. De nuevo suscitará el Señor un descendiente de la casa de David para levantar y sostener a su pueblo; su autoridad tendrá el respaldo del Señor. Se insiste en su origen humilde y en su reinado de paz.
Mateo comienza el evangelio con la genealogía de Jesús. La genealogía nos ayuda a conocer nuestros orígenes, nuestras raíces. Para los judíos era muy importante conservar viva la memoria de sus antepasados. De esta manera, el nacimiento de Jesús queda vinculado a la historia de un pueblo, Israel; una historia cargada de promesas y esperanzas, pero también de fragilidad y de pecado. Una pequeña historia, en definitiva, que representa y de la que dependerá toda la historia de hombres y mujeres que evocan todo lo que de bueno, de frágil, de éxito y de fracaso, de dolor y de sufrimiento existe en la familia humana: patriarcas, sabios y profetas; buenos y malos gobernantes; trabajadores, campesinos, desterrados, esclavos, nativos, emigrantes, prostitutas…
¿Quién, al leer esta primera página del evangelio, se sentirá excluido de la familia de Jesús? ¿Quién no se sentirá llamado a participar de la plenitud de las promesas de Dios que se han hecho carne en un miembro de nuestra familia humana?
Al poner fin a la serie de nombres, Mateo intencionadamente no llama a María esposa de José, sino todo lo contrario: José, esposo de María.
Celebramos con gozo el nacimiento de María, porque de ella nace Jesús, el Hijo de Dios, en quien las promesas de Dios llegan a su cumplimiento. Toda su grandeza y belleza la recibe la joven María del Hijo que Dios le ha regalado.
Carlos Latorre
Misionero Claretiano
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