Fue el 13 de enero de 2016 cuando decidí hacerme una prueba de embarazo. Tenía un mes de retraso y pensé que había sido porque se me habían acabado mis pastillas anticonceptivas después de mi último periodo en noviembre. Me sentía cansada y con nauseas, así que finalmente me decidí y me hice la prueba. Resultó positiva. Compré dos más para estar segura, y así confirmé que estaba embarazada. Lloré muchísimo, más porque estaba asustada. No sabía cómo iba a reaccionar mi novio. Le llamé después de la tercera prueba y vino enseguida. Estaba tan amoroso y cariñoso. Me dijo que iba a apoyar cualquier decisión que yo tomara. No sabía qué hacer, pero más tarde ese día me dijo claramente que no quería ese bebé. Me sentí miserable. Yo quería a ese bebé. Mi novio me dijo que no quería volver a verme si seguía con mi embarazo. No sabía qué hacer. Fuimos a la clínica de aborto ese fin de semana para que me hicieran un ultrasonido y quizá seguir con el procedimiento. No quería tener el aborto y traté muchas veces de convencer a mi novio. Soy una estudiante extranjera y trabajaba como nana 45 horas a la semana. Siempre he batallado con el dinero porque mi colegio es muy caro, y aun así estaba convencida de quedarme con el bebé y dejar la escuela si tenía que hacerlo. O regresar a casa. Fue muy difícil porque a pesar de que mi novio no quería el bebé, fue paciente y me cuidó cuando me sentía mal o se me antojaba algo. Después regresamos a la clínica y me asusté, no podía hacerlo. Pero en el carro mi novio empezó a llorar y a golpear el volante. Me sentí fatal de hacerle eso y decidí regresar y terminar con esto. Ya tenía ocho semanas y no podía tomar las pastillas, y no había una enfermera en ese momento para hacer el aborto quirúrgico. Así que tuvimos que reprogramar la cita. Después hubo una nevada y tuvimos que reprogramar de nuevo. Tuve esperanza. Pensé que Dios estaba haciendo algo para ayudarme a quedarme con mi bebé. Mi novio vio como estaba sufriendo y me empezó a prometer que tendríamos un gran futuro y seguía con el procedimiento. Caí, y al final terminé teniendo el aborto cuando mi bebe tenía 10 semanas.
¡Inmediatamente después me arrepentí! Ha pasado poco más de un mes y todavía lloro. Extraño a mi bebé. Extraño que mi bebé me haga sentir mal o haga que coma a las dos de la mañana. No sé cómo seguir adelante. Claro que mi novio cambió de opinión sobre todas las promesas que me había hecho. Me sentí estúpida y vacía de haberlo escogido a él en vez de a mi bebé. Nuestra relación está a punto de terminar. No podemos tener sexo, no podemos dejar de pelear. Y parece que no puedo ser capaz de perdonarme por lo que hice. Incluso tenía esperanzas que mi bebé hubiera sobrevivido al aborto, pero me desilusioné cuando regresé a la clínica tres semanas después para cerciorarme de que todo estaba bien y mi útero había sanado.
Me sentí perdida, Me sentí desesperada. Si pudiera volver el tiempo atrás jamás hubiera ido a esa clínica. Definitivamente me hubiera quedado con mi bebé. Me siento como un monstruo. Siento que merezco todas las cosas malas que me pasan. He pensado en el suicido, al menos estaría con mi bebé otra vez (tal vez). No sé qué hacer. No sé cómo seguir adelante con mi vida y ser feliz de nuevo.
Esta es una de las historias del sitio
http://www.abortionchangesyou.es/testimonios “El aborto te cambia”. Tuve mis dudas de compartirlo por su crudeza. Leer dos relatos de ese sitio me cambió (reconozco mi debilidad, solamente pude leer dos). Siempre supe de la crueldad de este tremendo crimen. Pero ahora, esta historia me cambió de óptica. No porque haya alterado mi opinión. Reflexiono sobre este tema con un lente de aumento que casi me hace sentir en carne propia el drama real de tantas mujeres y sus familias.
Por supuesto que el aborto es una realidad compleja. Alguno podría hablar de casos de violación, de posibles malformaciones del feto y de tantas elucubraciones teóricas que pueden darse. Si vemos las estadísticas resultan un fenómeno minoritario. En realidad son la puerta falsa usada en tantos sitios para castigar a un inocente.
Para los que ven el aborto como algo descarnado y ajeno puede resultar fácil hablar de datos y de daños colaterales. Al fin y al cabo, no se trata de sus propias vidas ni, probablemente, de ninguno de sus familiares.
Si hacemos el experimento de acercarnos a estas historias les aseguro que ya no resulta tan fácil. Para una persona normal, tal vez signifique afianzarse en el propósito de defender la vida de tantos niños no nacidos. Tal vez signifique hacer el propósito de tender la mano a tantas madres necesitadas de verdadera ayuda.
@jcoyuela
www.eticaysociedad.org
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