¡Estimados Hermanos y Hermanas en Cristo! ¡Paz y Bien!
Él hombre que se presenta ante Jesús es descrito como una persona rica y cumplidora de la Ley. En un primer momento no habría necesidad de buscar a Jesús como los enfermos y pecadores. Pero él siente que algo le faltaba e intuye que Jesús puede ayudarle. Tiene prisa, algo le inquieta. Ante Jesús se arrodilla, señal de respeto y súplica.
El evangelista Marcos no nos revela su identidad, solamente que era un hombre que teniéndolo todo sentía que le faltaba lo esencial. Su pregunta “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?” (Mc 10,17) expresa admiración hacia Jesús y esperanza de que en él encontraría la respuesta por su pregunta existencial. Aún sabiendo que la vida eterna es una herencia (algo que se recibe como un don y no como una conquista), el hombre tenía más preocupación por el “deber” que por vivirla con gratitud.
Jesús, pedagógicamente, parte de los mandamientos (no aparecen los mandamientos que se refieren directamente a Dios, sino al prójimo). El hombre se sentía cumplidor de los estas consignas, y sin embargo, algo le faltaba. La respuesta de Jesús viene antecedida por una mirada de amor y un desafío desconcertante: ¡ve, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres… ven y sígueme! (cf. Mc 10, 21). Los cinco verbos expresan que la decisión de seguir a Jesús es un acto de autonomía, de aprendizaje de la solidaridad y total confianza en Jesús. Ahora estaba en sus manos el mayor desafío de su vida propuesto por Jesús: vender todos sus bienes para que Dios pudiera ser su única riqueza, “invertir” todos sus bienes a favor de los demás a cambio del único Bien.
La actitud del hombre cambia radicalmente a lo largo del relato: se presenta ante Jesús con expectación y se marcha entristecido. Aún recibiendo la mirada del Amor no fue capaz de dejarse seducir Jesús. El motivo era solamente uno: ¡padecía de excesos, era muy rico! La riqueza ya le había robado el corazón, estaba condenado a ser esclavo de sus propios bienes. Lamentablemente ya no se sentía libre para hacer la mejor elección de su vida: seguir a Jesús.
El hombre del evangelio aún siendo incapaz de dar el paso decisivo en su vida nos informa que tener bienes no basta para una existencia plena. Su corrida frustrante hacia Jesús nos indica que la vida verdadera, plena de sentido, es aquella capaz de relativizar los bienes, valorar las personas y aventurarse en el seguimiento de Jesús. En un tiempo en que la oferta del mercado nos presenta tantas fórmulas de vida saludable y feliz, el Evangelio continúa planteándonos la novedad del seguimiento de Jesús como la mejor elección que uno puede hacerse. Jesús nos ofrece el camino de la felicidad anhelada por todos y nunca saciada por otras ofertas; nos señala un horizonte que no nos defrauda, pues al final se presenta pleno, como fue la vida de Jesús. Para ello es necesario arriesgarse, atreverse a dar el paso decisivo.
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