¡Estimados Hermanos y Hermanas en Cristo! ¡Paz y Bien!
El Evangelio de Marcos nos presenta el tercero anuncio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Para los discípulos era difícil aceptar esta realidad; era mejor cambiar los planes y hacer una lectura más optimista del proyecto de Jesús. Los hijos de Zebedeo, que antes habían hecho la experiencia de la Transfiguración (cf. Mc 9,1ss), van directo al grano: “Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda” (Mc 10, 37).
La petición de los hijos de Zebedeo es ambiciosa, quieren dominar desde el cielo. Piden un trono, pero Jesús sólo puede ofrecerles su propia vida, desean poder y estatus, pero Jesús les ofrece el poder del no-poder, es decir, el servicio. Mientras ellos caminan con Jesús en búsqueda de poder, Jesús camina por delante de ellos en la contramano del poder.
Los discípulos de Jesús nos ofrecen una verdadera radiografía para nuestras vidas. Parece ser que el deseo de poder está grabado en el corazón humano. Jesús corrige este mal en la raíz del problema al asumir la vía del servicio y de la entrega sin reservas. Aunque estemos acostumbrados a dirigirnos a Dios como el “todopoderoso”, la imagen de Dios que Jesús nos revela es muy distinta. Esto puede ser visto en la respuesta que da a sus discípulos: “el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos” (Mc 10,43s).
Jesús nos enseña el camino por el cual debemos seguir y nos devuelve la belleza de la humanidad querida por Dios, nos devuelve a lo que es realmente auténtico en nosotros: al amor que nos abre a los otros y al Otro, expresado por el servicio. Él nos revela un Dios que se pone en la fila del servicio: “porque el Hijo de hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos” (Mc 10,45).
Este Evangelio nos puede ayudar a examinar nuestra fe y que nos preguntemos por las motivaciones que nos llevan a seguir a Cristo. Y si coincidir con las motivaciones de los hijos de Zebedeo (riqueza, bienes, poder…) no nos dejemos llevar por el desaliento, pues ellos aprendieron, lo que significaba entregar la vida, es decir, aprendieron que el poder de Jesús estaba en la cruz, expresión máxima de una vida hecha donación.
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