¿Cuál es la imagen más habitual que tenemos de María Magdalena? No hace falta más que mirar a los cuadros de siglos pasados y a las imágenes de muchas iglesias. Se ve casi siempre a una mujer muy austeramente vestida y entregada a la penitencia imaginamos que a causa de sus muchos pecados.
No se entiende muy bien la razón por la que se terminó identificando a la pecadora que lava con sus lágrimas los pies de Jesús con María Magdalena. En cualquier caso, María Magdalena pudo haber sido lo que fuera. ¿Quién no tiene una historia guardada en su baúl, en el pasado? ¿Quién puede dar un paso al frente y decir que tiene las manos y el corazón y todo su ser limpio como una patena? A los que iba a apedrear a la mujer a la que habían encontrado en pleno adulterio, Jesús les dijo con mucha tranquilidad que “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”.
Así que nos da lo mismo lo que fuese o hiciese María Magdalena antes de conocer a Jesús. Es irrelevante. Lo importante fue el momento en que se encontró con él y se convirtió en una de sus discípulas. Y debió ocupar en el grupo de seguidores de Jesús un puesto importante porque el evangelista Juan le hace aparecer como prácticamente la primera misionera, la primera evangelizadora, la primera testigo de la resurrección, la primera a quien se aparece el resucitado.
De Pedro y Juan se dice que fueron al sepulcro, que lo encontraron vacío y que creyeron. Pero el relato termina diciendo que “regresaron a casa”. Ahí se quedaron. María se queda fuera. El Maestro se le aparece, resucitado. Y a ella se le hace el encargo de ir a decir a los hermanos que ha resucitado. Y es lo que hace: “fue y contó a los discípulos que había visto al Señor y también lo que él le había dicho.”
Si queremos ser evangelizadores no tenemos más que imitar a María. Hay que rondar el sepulcro. Nada de “volverse a casa” como Pedro y Juan. Hay que estar ahí. Hay que leer la Palabra. Hay que abrir los ojos. Hay que dejar que Jesús nos encuentre en vela. Y luego ir y decir a los hermanos que hemos visto al Señor y lo que nos ha dicho. No es un mensaje para quedárnoslo en exclusividad. Es para comunicarlo, para regalarlo, para compartirlo.
En la Iglesia el mandato primero, fundamental y casi único es “anunciar la buena nueva del Reino.” María Magdalena, mujer, es la primera evangelizadora. ¿Por qué no la imitamos?
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