ROMA, 06 Jul. 16 / 08:17 pm (
ACI).- Recen por los cristianos que no dejan Raqqa porque no quieren que el cristianismo desaparezca, es el pedido de John, un joven cristiano que durante más de un año vivió bajo el dominio del Estado Islámico (ISIS) en esta ciudad de Siria y que en varias ocasiones temió ser asesinado.
“La única cosa que puede ayudar a la gente de Raqqa es que el ISIS deje la ciudad. Ustedes podrían también rezar por una solución para aquellos que quieren salir, pero no quieren perder todo lo que tienen”, expresó este joven de 20 años.
“Recen por las dos o tres familias cristianas que dijeron que se convirtieron al islam desde que el ISIS llegó. Recen por aquellos que quieren permanecer porque no quieren que Raqqa quede vacía de cristianos”, exhortó.
El relato de John –nombre ficticio por razones de seguridad– fue difundido el pasado 29 de junio por la organización internacional
Open Doors con ocasión de cumplirse al día siguiente el segundo aniversario de la autoproclamación del califato, ocurrida en 2014 luego que ISIS tomara la ciudad iraquí de Mosul.
En su narración, este joven recordó que estuvo en Raqqa –capital del califato- cuando esta ciudad fue capturada por los fundamentalistas el 13 de enero de 2014. Días después se les dijo a los cristianos que “podíamos convertirnos en musulmanes y vivir una
vida normal (…), podíamos irnos, o podíamos permanecer y pagar la jizya (el impuesto para los no musulmanes)”.
La mayoría de las 1.500 familias cristianas que vivían en esta ciudad decidieron abandonarla, pero la
familiade John junto a otras 50 prefirieron quedarse y pagar la jizya. “Aconsejé a mis padres que deberíamos irnos, pero no querían hacerlo” pues no querían perder todo.
Tan pronto ISIS tomó Raqqa el único sacerdote que había dejó la ciudad y los terroristas comenzaron a destruir las iglesias y las mezquitas chiitas. Además, las mujeres fueron obligadas a vivir bajo las reglas de la sharia, sin importar que no fuesen musulmanas.
“Esto fue duro para mi madre y para mi hermana”, pues además de tener que vestir completamente cubiertas, no podían salir de la casa si no estaban acompañadas de un familiar varón.
Además, fue testigo de las crueldades del Estado Islámico, como el asesinato y decapitación de cientos de soldados sirios, dos de los cuales eran cristianos. “Colgaron las cabezas a lo largo del camino que recorría para ir a mi trabajo”, e incluso “vi a personas tomándose selfies”.
“Por muchas razones ellos matan. Tienes que ser consciente de eso. Cuando hablo con ellos, tengo que saber qué palabras uso. Cualquier palabra equivocada puede ofenderlos. Viendo todas las atrocidades, no parecen personas, parecen monstruos”, señaló.
John dijo que poco a poco la vida fue retomando su curso, con los negocios volviendo a abrir, pero bajo las reglas del califato, y él debía tener siempre a la mano el documento que lo señalaba como cristiano y que había pagado el impuesto de sumisión.
Contó que una ocasión, un grupo de islamistas se bajaron de un auto y le gritaron por usar un corte de cabello occidental. Uno de ellos se bajó y luego de recriminarle, volvió al carro para sacar su pistola.
“Agarré para el papel declarando que yo era cristiano y estaba pagando el impuesto. Varias personas se acercaron para ver lo que estaba ocurriendo. Cuando le mostré el papel, lo tomó en sus manos, lo leyó y me lo dio de nuevo. Me miró a los ojos, se dio la vuelta y se fue”, recordó.
John dijo que bajo el califato se enseña que se debe odiar a Occidente y que si bien en varias ocasiones conversaba normalmente con los yihadistas en el trabajo o en el gimnasio, las cosas cambiaban cuando “descubrían que era cristiano”. “Ellos me aconsejaban convertirme en musulmán”, señaló.
“Nunca imaginamos que esto podría pasar en nuestra ciudad. Raqqa era una ciudad normal en Siria, como todas las demás ciudades. Nosotros como cristianos éramos respetados por el resto de la población. No era una población islámica radical. En mi opinión lo que ISIS está haciendo no es el real islam. He vivido con musulmanes toda mi vida, nos respetábamos mutuamente, vivíamos pacíficamente juntos”, afirmó.
Finalmente John dejó Raqqa para continuar sus estudios y ahora vive en otra ciudad siria. “Tal vez no tenga agua y electricidad todos los días como lo tenía en Raqqa, pero me siento seguro, interiormente tengo paz”.
Tener estas experiencias le ha ayudado a fortalecer su fe. “Confío más en Dios. Algunas veces las explosiones ocurrían muy cerca de donde vivía y trabajaba. Realmente vi la protección de Dios sobre mí”, afirmó.
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