Hay demasiados ruidos en ti... escucha en lo profundo de tu
ser... Hay demasiadas preocupaciones en tu mente... y demasiado peso en tu
corazón... quédate a solas... entra en tu aposento… El Señor está aquí y te
llama… te ama y te espera... Quédate en silencio delante del Señor…Olvida tus
palabras, olvida tus recuerdos, tus peticiones, tus proyectos; mírale,
escúchale sin que tus voces interiores te distraigan.
Quédate en paz ante Él, abandona en Él toda turbación, todo cuidado, toda
preocupación, olvídalo todo.
Quédate sin ataduras, libre de
tus deseos, pobre como la madera muerta en invierno, vacío de todo cuanto no
sea Él.
Quédate solo, sin nadie más en tu
corazón, que ninguna criatura se interponga entre vuestras miradas.
Quédate sin quejas, sin estorbos,
sin huéspedes extraños, sin nada que no sea Él.
Quédate entero, sin más recuerdo
que Dios, sin buscar consuelos humanos, sepultado con Él y en Él,
desapareciendo tú para hacerte don en su corazón.
Quédate sin tristezas, sin
resentimientos, sin orgullo, sin falsas imágenes de ti mismo.
Quédate a la escucha de su
Palabra, hazte Palabra y Voluntad suya.
Quédate sin poderes, sin
privilegios, sin honores, sin ídolos, y deja a Dios ser Dios.
Quédate en adoración tan profunda
que nada altere esa atención, que ni penas ni goces quebranten ese abandono...
Quédate en silencio delante del
Señor, desaparece tú y que sólo Él sea en ti.
Quédate en silencio... Quédate...
“Quédate en silencio delante del Señor...”
Siéntate solo y en silencio.
Inclina la cabeza, cierra los ojos, respira dulcemente e imagínate que estás
mirando a tu corazón. Dirige al corazón todos los pensamientos de tu alma.
Respira y di: Jesús mío, ten misericordia de mí. Dilo moviendo dulcemente los
labios y dilo en el fondo de tu alma. Procura alejar todo otro pensamiento.
Permanece tranquilo, ten paciencia y repítelo con la mayor frecuencia que te
sea posible…”.
Una densa nube de extraños
pensamientos vendrán a ti, pero insiste pues en esta “guerra del mundo de las
tinieblas contra ti, nada aborrece tanto como el recogimiento interior, por eso
procura distraerte e impedir que aprendas a orar interiormente. Pero el enemigo
sólo puede hacer lo que Dios le permite y Dios sólo le permite lo que es
necesario... —repite sólo…: Jesús mío, ten misericordia de mí... después de
cierto tiempo también tu corazón se abrirá a la oración…
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