Una breve Meditación sobre la caridad de rezar por las Almas del Purgatorio , en la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo.
Diego Ortega.
En estos días cercanos a la Navidad muchos andan realmente ocupados: compran regalos, preparan banquetes, adornan la casa, viven como un frenesí de felicidad... falsa felicidad, porque olvidan el origen de esta Festividad: el Nacimiento de Cristo Nuestro Redentor.
Tal vez encontremos católicos que sí se toman estos días como lo que son, de gozo espiritual, de alegría cristiana, de esperanza en que una vez más, vemos en pañales y en la pobreza a Aquél que un día volverá como Juez; por eso nos enternece que Dios se ha hecho hombre, de nuestra misma condición y Su Testimonio, como el de la Virgen y San José, es el mayor ejemplo de amor a la Pobreza, de ser humildes hasta el punto de guarecerse en una gruta destinada al ganado.
Y si seguimos contemplando este Misterio del inicio de nuestra Redención, pronto nos vendrán a la mente aquellos que un día compartieron la Navidad con nosotros y hoy, ya no están en este mundo... nuestros padres, abuelos, hermanos, amigos... Que ese recuerdo por nuestros Difuntos no sea un mero sentimiento fugaz de pesar o angustia, sino un momento de oración sincera, de súplica que brote del corazón, para rogar a Dios y a la Virgen María que les ayuden a alcanzar el Cielo. Y es que pocas veces pensamos en las realidades eternas, aquellas mismas que nacen de la Misericordia de Dios, como lo es el Bendito Purgatorio, también llamado Cárcel de Amor.
La Fe Católica nos enseña que así como los Ángeles fueron creados como espíritus puros, y por eso están en presencia de Dios, en un continuo acto de adoración, el hombre fue creado originalmente puro en cuerpo y alma, pero cayó por el pecado de nuestros padres Adán y Eva. Desde allí hasta ahora el hombre nace con el pecado original manchando su alma, y tiene su vida, gracia divina, para elegir el camino estrecho que conduce al Creador o la amplia calle para perderse eternamente.
Sólo las almas puras pueden estar en Presencia de Dios, en el Cielo, como lo están los Ángeles ("Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios" Evangelio de San Mateo, cap. 5)
El Bendito Purgatorio es pues una ayuda que Dios nos regala para completar lo que no hicimos en nuestra vida en la tierra, purgando los pecados y falta de amor en que incurrimos, así como para purificar nuestro afecto al pecado.
Las Almas retenidas en el Purgatorio nos tienen a nosotros, sus Hermanos en la Fe, a quienes acudir para ser socorridas en el trance de sus sufrimientos purificativos; buscan que tengamos presente su existencia, su dolor y también su alegría de ser almas que ya están salvadas. Cuando un familiar nuestro fallece, debe ser motivo de inmensa alegría pensar que el alma está en el Purgatorio, que se ha salvado. Pero también, y mucho más importante aún, es la necesidad urgente y apremiante de orar e implorar a Dios por esta alma, para que sea liberada del Purgatorio lo antes posible.
Toma unos minutos y plantéate: ¿Cuántos de nuestros familiares habrán ido al Purgatorio?, ¿hacemos algo para liberarlos?, ¿rezamos por sus almas?, ¿ofrecemos Misas por su salvación en el Paraíso? ¿Y cómo podemos ayudar a las Almas del Purgatorio?.
La forma más efectiva es ofrecer y escuchar Misas por Ellas, el Cuerpo Santísimo de Cristo, Su Preciosísima Sangre, que se inmola y derrama cada día en nuestros Altares, es el modo más poderoso de liberarlas por anticipado.
"...cuando queramos liberar a nuestros seres queridos que están en el Purgatorio... ofrezcamos al Padre, por medio del Santo Sacrificio de la Misa, a Su Hijo Dilecto, junto con todos los méritos de Su Pasión y Muerte, así no podrá rechazarnos nada." San Juan María Vianney
También es muy efectiva la oración por ellas del Santo Rosario de la Virgen o repetir la oración de Santa Gertrudis.
Sea nuestra caridad acordarnos cada día de las Almas del Purgatorio, conversar interiormente con Ellas, pedir a Dios repetidas veces su liberación... Cuando se pasa cerca de un cementerio, hagamos sobre nosotros la señal de la Cruz y no dejemos de saludarlas y pedir a Dios por Ellas. Difundir la importancia de reconocer y ayudar a las Benditas Almas, reducir la enorme ignorancia que existe sobre tan fundamental tema, es también un modo poderoso de socorrerlas.
Toda ocasión es buena, como lo son también los pequeños sacrificios corporales que suframos y que podemos ofrecer a Dios a cambio del alivio de las Almas del Purgatorio; también es más que recomendable soportar las contradicciones, humillaciones o cualquier agravio hacia nuestra persona: ofrécelo todo por la pronta liberación de aquellas Almas que sufren en el Purgatorio por la soberbia que derrocharon en este mundo.
San Alfonso María Ligorio decía que "aunque las Santas Almas del Purgatorio no pueden ya lograr méritos para sí mismas, pueden obtener para nosotros grandes gracias."No son, formalmente hablando, intercesores, como lo son los Santos, pero a través de la dulce Providencia de Dios, pueden obtener para nosotros asombrosos favores, espirituales y materiales así como defendernos de los peligros que nos puedan acechar. Santa Catalina de Bolonia, hablando sobre la intercesión del Purgatorio aseguraba: “He recibido muchos y grandes favores de los Santos, pero mucho más grandes de las Santas Almas del Purgatorio”.
No son pocos los Místicos que afirman que en días señalados por la Fe, como el día de Pascua de Resurrección o en la Fiesta de la Navidad, las puertas del Purgatorio se abren de manera especial para liberar a multitud de Almas, al igual que Nuestro Señor mandó abrir la puerta del sepulcro de su difunto amigo Lázaro; no desaprovechemos estos días para incrementar nuestras oraciones por nuestras Hermanas del Purgatorio y conseguir así, en la Patria Eterna, una legión de santos amigos a los que nos uniremos en alabanza a Dios.
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