La libertad surge del amor y la fidelidad entre hombre y mujer. El pontífice de Roma defiende la vida ante Bono, Jáuregui. Montilla y Benach. El Papa consagra la Basílica de la Sagrada Familia: la mejor explicación del arte de Gaudi la ha proporcionado un alemán
En Barcelona, el domingo 7 de noviembre, Benedicto XVI sacó a relucir su doble condición de intelectual y artista. ¿Saben en que se distingue a un verdadero intelectual de un fraude? Pues en que el primero profundiza en las cosas y el profano le entiende. Por contra, el intelectual fraudulento no se sabe si profundiza porque nadie le entiende.
En la consagración de la Sagrada Familia, la obra –obra del reusino Antonio Gaudí- cumbre de la arquitectura moderna- el Papa comenzó haciendo una reivindicación de la figura de San José, padre de la Sagrada Familia, lo que no bien nada mal en tiempos de desprecio a la figura paterna a cargo del feminismo imperante.
A continuación, habló de la austeridad y la fe profundas de Gaudí. El genio del modernismo “ha construido un símbolo visible del Dios invisible”. Y, a continuación, la mejor definición del artista: Gaudí se alimentaba de sus tres libros de cabecera, “la naturaleza, las Sagradas Escrituras y el libro de la liturgia”, es decir, los “tres libros de su vida”. El pontífice concluyó que, con esa biblioteca, Gaudí “superó la brecha actual entre conciencia humana y conciencia cristiana, entre la vida en este mundo y la apertura a la vida eterna”.
Más: Gaudí escribió su obra, “no con palabras, sino con piedras”. Sabía este genio de alcance mundial que “nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, que es Jesucristo”. Lo que viene a decir el Papa es que don Antonio sabía que el hombre no crea, sólo transforma, y su transformación debe ser para mayor gloria de Dios. En su homilía de la mañana del domingo, asegura Benedicto XVI que “el hombre pretende edificar su vida de espaldas a Dios”. Pero Gaudí nos muestra con su obra “que Cristo es la verdadera medida del hombre”. Y nos dice algo más: “El secreto de la originalidad está en volver al origen, que es Dios”, porque –aquí Benedicto XVI cita al propio arquitecto, “un templo es la única obre digna de representar el sentir del pueblo”. Para concluir, con San Pablo: “¿No sabéis que sois templo de Dios?”.
Pero la mañana del domingo aún deparaba una sorpresa más a los políticos allí presentes: José Bono, ese católico especial, el ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, que se autocalifica católico aunque vota la ley del aborto, el presidente de la Generalitat, José Montilla, o el miembro de ERC y presidente del Parlamento catalán, Ernest Benach, porque en la consagración de la Basílica de la Sagrada Familia había que hablar de la familia. Aquí, el Papa recreó la idea chestertoniana que late en el fondo de todo el debate sobre vida y familia. Chesterton definía a la familia como “una célula de resistencia a la opresión”. Benedicto XVI desarrolló en Barcelona esta definición: “Sólo del amor y la fidelidad entre hombre y mujer surge la libertad”. Ese amor constituye “el marco eficaz por el fundamento de la vida humana en su gestación, en su formación, en su desarrollo y en su término natural”.
Cuando un hombre y una mujer se sienten amados actúan con libertad y seguridad, y cuando un niño se siente querido crece libre y feliz.
Y de ahí pasamos a la situación de la mujer y a la defensa de la maternidad, tan criticada hoy en día que parece el refugio de las que no sirven para otra cosa: “Que la mujer encuentre en el hogar y en el trabajo su plena realización, que la maternidad sea valorada y apoyada” por la esfera pública.
No es la familia quien le debe algo al Estado sino el Estado a la familia. Especialmente a la madre, que debe poder ser madre y trabajadora. Personalmente, creo que eso nos lleva, en la esfera política, a la constitución del salario maternal que es de justicia, porque la madre ofrece al Estado lo que el Estado más necesita: hijos, aunque sólo sea considerados como futuros contribuyentes.
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