2010 fue el año del ensañamiento contra el Papa. No fueron pocos los fallidos intentos por vincularlo directamente con la pedofilia (especialmente machacones por parte de The New York Times, Süddeutsche Zeitung, la revista TIME, el semanario Stern, Associated Press y El País).
En los días precedentes a la visita de Benedicto XVI a Gran Bretaña se había fabricado un clima general aparentemente hostil. Le bastó pisar Escocia para superar la mayoría de los prejuicios. La polémica artificial liderada por un grupo de ateos, y cuya máxima aspiración fue el proponer apresarlo y juzgarlo por crímenes contra la humanidad, quedará en la historia como uno de los más grandes ridículos y como una muestra patente que manifiesta el uso interesado de la figura de un Pontífice para ganar la atención a toda costa.
Con motivo del viaje del Papa a España (6 y 7 de noviembre de 2010) hay todavía quienes están dispuestas a seguir llamando la atención, aun a costa de hacer el ridículo. El 3 de noviembre, un colectivo presentó una denuncia contra Benedicto XVI en un juzgado de instrucción en Santiago de Compostela. ¿La razón? «Encubrir actos de pederastia y apología del genocidio».
¿Qué tiene que ver todo lo anterior con la revista Forbes? Esa publicación es sobradamente conocida por las famosas listas que elabora periódicamente. En la lista de las personas más influyentes del mundo 2010, Forbes coloca al Papa en la quinta posición, por detrás del presidente de China, Hu Jintao, Obama, el rey de Arabia Saudí, Abdulá ben Abdel Aziz, y el primer ministro ruso, Vladimir Putin (véase el listado general completo en el siguiente enlace).
Sintomático por dos motivos: el primero es que no hace mucho tiempo la revista The New Stateman le daba el sexto lugar de entre las 50 personas más influyentes del mundo; el segundo, la crisis generada por el tema de los abusos no ha menoscabado la reputación real del Papa.
Desde luego que listados como éstos no representan más que la consideración del equipo que los elaboró. Pero no deja de ser significativo que Benedicto XVI siga siendo reconocido como líder mundial. Y, desde luego, su liderazgo no se basa en cantidad de ejércitos y armas a disposición, de millones de dólares en paraísos fiscales o de propiedades vacacionales en diversas latitudes del orbe. Su liderazgo es moral y es ahí donde tal vez esté y seguirá estando la clave siempre que se valore el papel y liderazgo del Papa. A pesar de que algunos medios quieran continuar presentando sus muy particulares construcciones ficticias
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