Las horrendas imágenes de los periodistas estadounidenses decapitados en Irak por el Estado Islámico han conmocionado al mundo. Estos asesinatos han sido el cumplimiento de una amenaza por la intervención de Estados Unidos en el conflicto iraquí. Esta brutalidad está destinada a servir a la propaganda del EI, sembrar el terror y alimentar el radicalismo en el reclutamiento de nuevos combatientes. Se trata de una
flagrante manipulación del hecho religioso para justificar una violencia extrema.
El debate sobre la decapitación se centra en determinar si es o no un uso permitido y propio del Islam.
1. Crueldad en nombre de Dios
El 2 de septiembre, el Papa Francisco con motivo de la organización del partido de futbol por la paz declaró que “las religiones están llamadas a convertirse en canales de paz y nunca de odio, porque en nombre de Dios es necesario llevar siempre y sólo el amor”. Este llamamiento potencia una
línea permanente de la Iglesia Católica en pro del verdadero diálogo islamo-cristiano como instrumento de paz. Algo que
concierne y compromete a todos los católicos sin excepción. Un ejercicio de responsabilidad que condene de forma rotunda crímenes como el del franciscano François Murad (Siria, 23-VI-14) sin caer en la tentación de un rechazo visceral e irracional contra todo lo musulmán, sin excepción.
El periodista católico James Foley fue secuestrado en Siria en 2012 y brutalmente decapitado en Irak en 2014. Con una túnica naranja, arrodillado, con las manos atadas a la espalda y profiriendo de forma obligada un discurso antiamericano. El presidente Obama lo calificó como un
acto de violencia cobarde que no tiene cabida en el siglo XXI. Advirtió que esta clase de comportamientos nunca triunfan, porque el futuro es de quienes construyen, no de los destructores. Que James Foley es el tipo de persona que transforma el mundo.
En la ejecución del fotoperiodista Steven Sotloff se repitió el procedimiento. Con ello, el Estado Islámico buscaba presionar a Estados Unidos para detener la intervención y reforzar su propaganda. Titularon el vídeo de la ejecución como “A second message to America” (Un segundo mensaje para América). Dirigiéndose a cámara, Sotloff tuvo que reproducir las amenazas de sus verdugos. Como si estuviera justificado su asesinato como
“precio” que debía pagarse por la intervención occidental.
Existen múltiples formas de ejecución y tortura. La elección de esta metodología en particular responde a una intencionalidad, cuyos motivos generan una fuerte controversia. Más allá del acto terrorista, hay una
estrategia diseñada a conciencia contra el sistema occidental.
En ella el factor propagandístico resulta clave. No basta con matar, desean mostrarlo al mundo.
REFERENCIAS:
“La religión no puede ser nunca canal de odio”,
L’Osservatore Romano, 3-IX-14,
http://www.osservatoreromano.va/es/news/la-religion-no-puede-ser-nunca-canal-de-odio
2-
Decapitación: un sacrificio ritual
Una cuestión esencial que no debe olvidarse es que el mundo musulmán es complejo y que con respecto a la modernidad, conviven posiciones opuestas. De un lado, aquellos que apuestan por evolucionar de una forma coherente con su ámbito cultural y religioso. De otro, los que prefieren permanecer encapsulados en él. Al margen de cualquier intromisión o contaminación occidental.
Más allá de esto, el
extremismo radical utiliza los textos sagradoscomo justificadores de sus actos violentos. Ciertos grupos consideran la
decapitación como una forma de pena capital adecuada a la sharia o ley islámica. Incluso, un
método más compasivo con el reo que los aplicados por la justicia estadounidense. Defienden que es un modo de ejecutar que conlleva una menor presión física y psicológica, debido a que el golpe genera una respuesta muscular inmediata, que hace que sea una muerte indolora y rápida. En cierto modo se asemeja a una práctica ritual, sometida a condiciones específicas, en las que
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