Redacción ACI Prensa
El Papa Francisco recibe a 74 a los obispos de los Territorios de Misión en el Vaticano (2018) / Crédito: Vatican News
Esta mañana en una audiencia a los obispos de los Territorios de Misión, el Papa Francisco les presentó tres rasgos esenciales que deben ser parte de su vocación: ser hombres de oración, del anuncio y de comunión.
“Gracias al derramamiento del Espíritu Santo, el obispo está configurado para Cristo, pastor y sacerdote. Está llamado a hacer suyo el corazón del sacerdocio, es decir, ofrecer la vida. Por lo tanto, no vive por sí mismo, sino que se esfuerza por dar vida a las ovejas, en particular a los débiles y en peligro”, dijo el Santo Padre al inicio de su discurso ante 74 nuevos obispos de varios países de América, África, Asia y Oceanía.
El encuentro, que es parte de un seminario realizado entre el 3 y 15 de septiembre en Roma y promovido por la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, dio inicio a las 11:30 a.m. (hora local) en la Sala Clementina del Palacio Apostólico.
A continuación, los tres rasgos esenciales de un obispo descritos por el Papa.Hombre de oraciónEl Santo Padre explica que un obispo, al ser sucesor de los apóstoles, está llamado por Jesús para quedarse con Él y, por ello, “delante del tabernáculo aprende a confiarse al Señor”, porque allí “encuentra su fortaleza y su confianza”.
“Así madura en él la conciencia de que incluso en la noche, cuando duerme, o durante el día, entre la fatiga y el sudor en el campo que cultiva, la semilla madura. La oración no es para el obispo devoción, sino necesidad; no es una tarea más entre muchas otras, sino un ministerio de intercesión indispensable: debe llevar cada día, ante Dios a las personas y situaciones”, precisa el Pontífice.
Hombre del anuncioEn segundo lugar, el Papa indica que el obispo, como sucesor de los Apóstoles percibe precisamente el mandato que Jesús les dio: “vayan y proclamen el Evangelio”.
“Vayan: el Evangelio no se anuncia sentado, sino en camino. El obispo no vive en la oficina, como administrador de la compañía, sino entre la gente, en las calles del mundo, como Jesús. Lleva a su Señor donde no se lo conoce, donde es desfigurado y perseguido”, dijo.
En ese sentido explicó que el auténtico pastor “sale de sí mismo para encontrarse a sí mismo, no le gusta la comodidad, no le gusta la vida tranquila y no ahorra energías, sino que trabaja para los demás, abandonándose a la fidelidad de Dios. Si busca puestos y seguridades mundanas, no es un verdadero apóstol del Evangelio”.
Sobre el estilo del anuncio, pidió a los prelados que testifiquen “humildemente el amor de Dios, tal como lo hizo Jesús, quien fue humillado por el amor”.
También le exhortó a cuidarse de la mundanidad, porque corren el riesgo “de diluir la Palabra de salvación proponiendo un Evangelio sin Jesús crucificado y resucitado”.
Hombre de comuniónFinalmente, el tercer rasgo propuesto por el Papa es ser un hombre de comunión, porque a pesar de que un obispo no cuente con todos los “dones” y “carismas”, “está llamado a tener el carisma del todo, es decir, a mantenerse unido, a cimentar la comunión”.
“La Iglesia necesita unión, no solistas fuera del coro o líderes de batallas personales. El Pastor reúne: es obispo para sus fieles y cristiano con sus fieles. No es noticia en los periódicos, no busca el consenso del mundo, no está interesado en proteger su buen nombre, sino que ama tejer la comunión involucrándose en primera persona. No sufre de falta de protagonismo, sino que vive arraigado en el territorio, rechazando la tentación de alejarse con frecuencia de la Diócesis y huir en búsqueda de sus propias glorias”, añadió el Papa.
Finalmente, pidió que siempre reciban y alienten a sus sacerdotes; promoviendo el buen ejemplo y huyendo del clericalismo, “forma anómala de entender la autoridad en la Iglesia, muy común en muchas comunidades en las que se han producido comportamientos de abuso de poder, conciencia y sexualidad”.
“Decir no al abuso, ya sea de poder, de conciencia, cualquier abuso, significa decir fuertemente no a cualquier forma de clericalismo”, sostuvo.
“Sean, por lo tanto, hombres pobres en posesiones, ricos en relaciones, nunca ásperos y gruñones, sino afables, pacientes, simples y abiertos”, concluyó.
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