Se puede creer o no creer que en el pan eucarístico está -es- el mismísimo Dios. Pero se crea o no se crea resulta peligroso no darle la importancia debida. No digamos nada para un cristiano, para quien el primer dogma consiste en eso: el pan consagrado, tan frágil, es el mismísimo Dios.
La Iglesia vive de Eucaristía y la Eucaristía en el siglo XXI está en peligro. Afronta, al menos, dos enemigos, el menor y el mayor:
1.El menor son los profanadores, que están aumentando peligrosamente.
2.El mayor, el más peligroso, es la propia incredulidad de muchos católicos.
Basta ver cómo trata un sacerdote al Santísimo durante la misa para intuir si cree o no cree en la presencia de Dios en la Eucaristía.
Y todavía hay ingenuos convencidos de que el gran problema de la iglesia es la pederastia clerical. La falta de adoración eucarística es mucho más grave y deprime mucho más al hombre.