Lecturas Sábado de la 2ª semana del Tiempo Ordinario
Sábado 26 de Enero del 2013
Primera lectura
Lectura de la carta a los Hebreos (9,2-3.11-14):
De hecho se construyó un tabernáculo, el primero, donde estaban el candelabro, la mesa y los panes presentados –éste se llama «el santo»–, y detrás de la segunda cortina el tabernáculo llamado «el santísimo». Pero Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su tabernáculo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna. Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen el poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 46,2-3.6-7.8-9
R/. Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas
Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra. R/.
Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad. R/.
Porque Dios es el rey del mundo:
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Marcos (3,20-21):
En aquel tiempo, Jesús fue a casa con sus discípulos y se juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales.
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio del Sábado 26 de Enero del 2013
Queridos amigos:
Ayer, por ser la fiesta de la conversión de San Pablo, interrumpimos la lectura continuada del evangelio de Marcos y perdimos un poco el hilo; en la lectura continua habríamos leído la narración de la elección de los Doce, que en adelante acompañarán a Jesús de forma estable y colaborarán en su anuncio de ala Buena Noticia (cf. Mc 3,14). A partir de ahí, el evangelista construye un pequeño tratado sobre la familia de Jesús; la verdadera familia la constituye el grupo de seguidores; la falsa familia son los parientes carnales (3,20-21; 3,31-35) y los escribas (3,22-30), que no le entienden.
La impresión que nos deja lo leído hoy es que los parientes de Jesús se avergüenzan de él y quizá temen por las consecuencias de su forma de hablar y actuar. Su conducta les tuvo que resultar extraña y peligrosa. Su anuncio del Reino que viene podría suscitar suspicacias en la corte de Herodes Antipas, reyezuelo tolerado por Roma, a cuyos ojos Jesús quizá aparezca como un vulgar celota deseoso de sacudir el yugo extranjero que pesa sobre Israel; Lucas ha conservado un texto en que a Jesús se le avisa de que Herodes quiere matarle (13,31). Por otro lado, su vida providencialista e itinerante, rodeado de discípulos y discípulas que llevan ese mismo estilo, le convierte en un inadaptado, un marginal que no se acomoda a lo que se considera sensatez. A sus años, lo razonable sería haberse casado y tener una estabilidad de lugar y una profesión para mantener a la familia; como hacía todo el mundo. Es normal que no le entiendan.
Hace pocos días veíamos que Jesús pretendía un cambio radical de la sociedad; no se conformaba con parches o “remiendos” ni consideraba útiles los “odres viejos”. La causa del Padre, el anuncio y establecimiento del Reino eran para él algo tan seductor que posponía todo lo demás. Él habla de quien encuentra un tesoro escondido y, “lleno de alegría por el hallazgo” (Mt 13,44), vende todo para adquirir aquel tesoro; afirmaba también que la seducción del Reino dejaba a algunos como “incapacitados” para el matrimonio (Mt 19,12). Son afirmaciones de indudable carácter autobiográfico; Jesús pudo añadir: “eso es cabalmente lo que me ha sucedido a mí”.
San Pablo hablaba de “la necedad de Dios”, y del evangelio como “escándalo para los judíos y necedad para los griegos” (1Cor 1,23-25). En relación con ello, distinguía un antiguo conocimiento, “según la carne”, y uno nuevo, nueva forma de ver y valorar, resumiendo todo en la frase lapidaria: “el que está en Cristo es una criatura nueva” (2Cor 5,17). Y lo nuevo descoloca, desconcierta, nos tira los esquemas.
Lo de Jesús no fue un caso aislado. Su seguidor llevará una vida inconformista, frecuentemente inexplicable; muchos pensarán que se ha trastornado, que ha perdido el buen sentido. Ya en la época de cristiandad costaba entender una opción por la vida consagrada o sacerdotal, y mucho más por la monástica o eremítica. Hoy hemos llegado más lejos; en muchos casos el que frecuenta una iglesia tiene que dar explicaciones; y lo peor es que éstas suelen resultar ininteligibles, pues “el corazón tiene razones que la razón no conoce” (Pascal). El “conocimiento” que lleva a la “inadaptación” es en gran medida intransferible; sólo quien ha encontrado a Jesús y camina con Él entiende algo de su proyecto y deriva hacia un comportamiento “cuestionante”. Sucede como en el romance del conde Arnaldos: “yo no digo esa canción sino a quien migo va”.
Vuestro hermano en la fe
Severiano Blanco cmf
http://www.ciudadredonda.org
Gracias me ha ayudado mucho para vivir la Liturgia de mañana. Bendiciones!!!
ResponderEliminarGracias a ti
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