El evangelio de Lucas que hoy nos propone la liturgia habla de enfrentamientos y divisiones en las familias por causa de la fe en Jesús. Naturalmente este texto refleja situaciones que vivían algunos miembros de las comunidades cristianas, a quienes Lucas dirige su evangelio. Han abrazado con alegría y generosidad la fe, quieren seguir a Jesús con todas las consecuencias. Y de pronto se encuentran enfrentados a los seres más queridos de sus familias. Son sufrimientos muy profundos precisamente porque afectan a la relación con personas que se quieren de verdad. La fe en Jesús se convierte en una cruz dentro de la familia. Es inevitable que se den divisiones y actitudes encontradas a causa de Jesús. Ser cristiano de verdad es muy bello, pero ¡qué difícil es! Ojalá nunca se dieran esas incomprensiones familiares, pero es inevitable que puedan ocurrir.
Hay otro aspecto que quiero subrayar. Jesús dice a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!”
San Antonio Maria Claret, cuya fiesta celebramos hoy, tomó como lema de su vida: “el amor de Cristo me apremia”. Sólo desde el intenso amor que llenaba su corazón se puede explicar la dedicación tan espléndida al servicio de las comunidades cristianas de Cataluña, Canarias, Cuba, Madrid, París y Roma hasta morir desterrado en el Monasterio de Fontfroide, en el sur de Francia.
En la oración de Laudes de la liturgia propia del santo se canta:
Claret, cristiano de fuego,
pobre, casto y compasivo,
misionero al rojo vivo,
con afanes de andariego
y ardor de contemplativo.
(Para el acceso directo a la música: http://www.claret.org/sites/default/files/documentos-biblioteca/esp_rec_mult_cristianodefuego_0.mp3)
Claret, cristiano de fuego… Él escribe en su Autobiografía: La virtud más necesaria es el amor. Sí, lo digo y lo diré mil veces: la virtud que más necesita un misionero apostólico es el amor. Debe amar a Dios, a Jesucristo, a María Santísima y a los prójimos. Si no tiene este amor, todas sus bellas dotes serán inútiles; pero, si tiene grande amor con las dotes naturales, lo tiene todo.
Y continúa: Hace el amor en el que predica la divina palabra como el fuego en un fusil. Si un hombre tirara una bala con los dedos, bien poca mella haría; pero, si esta misma bala la tira rempujada con el fuego de la pólvora, mata. Así es la divina palabra. Si se dice naturalmente, bien poco hace, pero, si se dice por un Sacerdote lleno de amor de Dios y del prójimo, herirá vicios, matará pecados, convertirá a los pecadores, obrará prodigios.
Jesús dijo: “He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!”. San Antonio María Claret ardió con el fuego de Jesús y nos dejó a sus seguidores una gran tarea: la evangelización por todos los medios posibles para que ese amor de Dios se difunda por el mundo.
Carlos Latorre
Misionero Claretiano
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