Arabia Saudita cabeza del califato mundial en las sombras
La estrategia de un gobierno mundial musulmán se está acelerando y el caso de la renuncia de Arabia Saudita a un asiento en el prestigioso Consejo de Seguridad de la ONU, porque la considera una organización que opera los intereses de occidente, es una muestra de esto.
Esta estrategia supremacista ha evolucionado en los últimas tres décadas en todos los frentes. Con jihadistas presionando por la fuerza para que más naciones y territorios usen la sharía como ley de gobierno, y con los musulmanes moderados que avalan el gobierno mundial musulmán, mientras muestran un desacuerdo, políticamente correcto, contra los atentados de los terroristas; pero en última instancia, todos apuntan al mismo objetivo.
RECHAZO DE ARABIA SAUDITA DE UN PUESTO EN EL CONSEJO DE SEGURIDAD DE LA ONU
Probablemente refleje su visión de como para ayudar a establecer un orden internacional alternativo basado en la ley islámica o sharía. La Organización de la Cooperación Islámica (OCI), de 56 miembros, ya es la mayor organización internacional después de la ONU.
Para los islamistas, la ONU, al igual que todas las organizaciones internacionales seculares, carecen de legitimidad.
Una meta islamista declarada, es reemplazar el orden democrático liberal de la civilización occidental con la sharia gobernada por la Umma [comunidad musulmana], y ahora parece implicar un esfuerzo para deslegitimar a las organizaciones internacionales occidentales, como se ha visto esta semana por Arabia Saudita al rechazar un asiento en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
OCI vs ONU
El mundo islámico lanzó el guante al orden secular internacional en 1990 cuando redactó una declaración alternativa de los derechos humanos, el documento Kairos, con base en la ley Sharia.
Los 56 países de lo que se llamaba entonces la Organización de la Conferencia Islámica, ahora rebautizada como Organización de Cooperación Islámica [OCI], criticaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU de 1948 por ser insensible a los conceptos religiosos del mundo no occidental.
El embajador de Arabia Saudita en ONU, Abdallah al-Mouallimi, el 13 de octubre del 2013 declaró, explicando el rechazo repentino y sin precedentes de un asiento en el Consejo de Seguridad, citando
“las responsabilidades históricas de Arabia Saudí hacia su pueblo, y las naciones árabes islámicas, así como a los pueblos que aspiran a la paz y la estabilidad en el mundo”.
La explicación de Arabia Saudita continúa enumerando una larga lista de fracasos de la ONU para resolver los problemas en el Medio Oriente. Esta declaración pone de relieve el papel de Arabia Saudí como la capital de un califato en las sombras alternativo al actual orden internacional democrático liberal.
El sentimiento de Riad fue precedido por la revelación del verano pasado, del alcance mundial de los objetivos islamistas, por el fugitivo talibán paquistaní, Adnan Rashid , contestando a la declaración en laa Naciones Unidas de la heroica paquistaní Malala Yousafzai (de entonces 15 años), baleada por los talibanes por haber pedido la educación para las mujeres. En una carta, Rashid denunció la ingenuidad de Malala por la colocación de la confianza en una organización internacional que según él es una herramienta de Occidente con la que castiga a las naciones islámicas.
La réplica de Rashid, sin embargo, tiene un corolario no escrito. Él y sus compañeros islamistas piden la lealtad a una red alternativa que existe en paralelo con las instituciones del actual orden internacional, el símbolo más visible de las cuales es la OCI.
La OCI, que promueve la solidaridad social, económica y política islámica, es de hecho, ya la segunda organización internacional más grande después de la ONU.
No sólo ha tratado de negociar las disputas entre las facciones islámicas en países de mayoría musulmana, como Irak y Somalia, sino que también ha ayudado a mediar en las disputas entre los estados no musulmanes y sus minorías islámicas, como en Filipinas y Tailandia.
En el manejo de estos conflictos, la OCI ha empleado ya como marco jurídico de referencia, los principios de la ley islámica en lugar de la ley internacional.
No hay más que examinar la bandera y el logotipo de la OCI para hacer realidad su ambición. Una media luna que abarca todo el mundo. La tierra descansa sobre un mar verde, el color del Islam, con la Kaa’ba en el centro del globo. La bandera se asemeja a la bandera nacional del Reino Saudí (el único país entre todas las embajadas en Washington DC que el 9/11 no bajó su bandera).
La OCI, sin embargo, es sólo uno de varios órganos multinacionales con que los musulmanes operan en la comunidad internacional en forma paralela. También está, por ejemplo, la Asociación Internacional de Bancos Islámicos y varios otros órganos de cooperación, tales como la Organización Islámica para la Educación, la Ciencia y la Cultura y la Organización de Radiodifusión de los Estados Islámicos.
Los terroristas jihadistas, como una cuestión política de metas reniegan de los símbolos representativos del orden internacional existente. Uno de los objetivos iniciales de los terroristas de al-Qaeda de Irak fue la Comisión Especial de las Naciones Unidas en Irak.
Los terroristas musulmanes paquistaníes y nigerianos han asesinado sistemáticamente voluntarios internacionales, incluso los que trabajan para erradicar enfermedades mortales como la polio.
Los asesinatos más extremos se han producido el norte de Nigeria regido por la sharia y las áreas tribales pashtunes en el noroeste de Pakistán, donde, en ambos lugares, los asesinatos seguidos de sermones, denunciaban a gritos las campañas de vacunación en curso.
Cualquier forma de asistencia de las organizaciones internacionales es rechazada por los extremistas musulmanes como parte de una conspiración occidental para influir en los musulmanes a abandonar su fe.
Las vacunas contra la poliomielitis, por ejemplo, han sido descritas por los extremistas islámicos como un plan para esterilizar a los niños musulmanes.
Es más probable, sin embargo, que los clérigos radicales que impulsan a los creyentes a renunciar a tales esfuerzos de ayuda estén más preocupados por perder el control de su circunscripción.
ALÁ: CASTIGADOR DE LAS NACIONES
El fundamento teológico para reemplazar el sistema occidental de la nación-estado se basa en el Corán. Alá dejó en claro a Mahoma que todas las naciones tienen un plazo y que todas las naciones serán juzgadas.
El Corán contiene frecuentes referencias a dos naciones pre-islámicos que han desaparecido tras la sentencia de Alá: Ad y Thamud. Los ciudadanos de Ad son descritos como anormalmente altos y eran descendientes del bíblico Noé. Ad era supuestamente un país poderoso, que se extendía desde Omán a Hadramaut (la provincia más meridional de Yemen, y la patria de Osama bin-Laden). Dios envió al profeta Hud para advertir al anuncio de que debían abandonar la adoración de falsos dioses. Sin hacer caso de la advertencia, la gente de Ad desapareció de la escena mundial. El Corán afirma que el pueblo tamudeo corrió la misma suerte: el olvido.
El Corán describe a los musulmanes como los castigadores de las naciones impías que se niegan a modificar sus malos caminos, y que entregan su corazón a satanás.
En un posible intento de explicar por qué triunfa la tiranía política temporal, los estudiosos del Corán están de acuerdo en que Alá permite a las naciones practicar sus placeres corruptos y perversos hasta que la tiranía y la transgresión alcancen proporciones extraordinarias.
“Nosotros (Alá) abrimos la puerta de todas las cosas (para ellos) … hasta que se regocijaron en lo que se les dio (pero) nosotros lo aprovechamos de repente,. Entonces he aquí quedaron en la desesperación”
Esta referencia por supuesto es abrazada por algunos musulmanes, que pueden tener la esperanza de que, finalmente, la balanza de la justicia se equilibrará y que incluso el “gran satán” (EE.UU.) tendrá su día del juicio, cuando Alá decida.
Osama bin-Laden solía burlarse de los gobernantes Arabia Saudita que, debido a su naturaleza ilegítima y de haber fracasado en cumplir con los caminos de Alá, también iban a desaparecer pronto. Bin Laden llamaba a la camarilla saudí dominante
“para luchar en el camino de Alá y para instar a los creyentes en el poder de Alá que es más fuerte como su castigo”.
Algunos árabes y musulmanes pueden haber llegado a un sentido de confianza de que son el nuevo pueblo elegido de Alá, que será levantado para convertirse en una gran nación de una manera similar a la que Alá le prometió a Abraham.
El Corán, por ejemplo, describe cómo Alá envió 3000 ángeles para reforzar a los musulmanes contra las fuerzas Quraysh en la Meca en la batalla de Badr en el año 624 AD
. A partir de entonces, Mahoma consolidó el poder musulmán en la Península Arábiga.
Los primeros musulmanes fueron entonces enfrentados a la hostilidad de las dos más grandes potencias del mundo, Ron (Bizancio) y Persia (dinastía sasánida). Las dos atacaron al Islam primero, pero Alá vino otra vez al rescate, y Ron y Persia fueron conquistados.
Comentaristas musulmanes también recuerdan cuan feroces fueron los mongoles que devastaron el califato abasí de Bagdad, pero que en última instancia se convirtieron al Islam. Estas lecciones históricas se aplican para presentar a los enemigos del Islam hoy día también.
LA UMMA TRIUNFA
La Paz de Westfalia de 1648 eleva el concepto de la soberanía nacional por encima de todos los demás derechos de la lealtad de los ciudadanos de un país. Este acuerdo internacional puso fin a un siglo de guerras, que había sido impulsado por las diferencias religiosas y las pretensiones dinásticas de las principales casas reales de Europa.
El principio de la soberanía fue la piedra angular del sistema de estado nación moderno, y redujo la capacidad de las familias dinásticas de Europa para explotar las diferencias religiosas dentro de los principados europeos, como instrumento para aumentar su poder.
Los acuerdos de Westfalia también ayudaron a establecer el principio de la civilización occidental de la separación de iglesia y estado, reconociendo el liderazgo político como el poder principal de una sociedad en lugar de los funcionarios de la confesión religiosa dominante de cada principado.
Este precedente documental en definitiva facilitó el desarrollo de un orden liberal, democrático y secular en Occidente. Y es este el que el Islam político tiene la intención de borrar, sustituyéndolo por un nuevo sistema mundial gobernado por la sharia islámica.
Los estados musulmanes no han imitado el ejemplo de occidente. En los países islámicos no hay separación entre religión y política. Por otra parte, la nación juega un papel menor en la administración gubernamental y la legislación. La ley del Corán es la ley de la tierra. En el Islam político, la elaboración de leyes es la prerrogativa de Alá.
Clérigos islamistas predican que la lealtad a la comunidad musulmana en todo el mundo, o umma, trasciende cualquier apego étnico o cultural a la propia tierra natal. Las fronteras nacionales son vistas como construcciones artificiales de Occidente – ciertamente el caso de varios países de Medio Oriente, cuyos límites se establecen de manera arbitraria por las potencias imperiales europeas.
Esta realidad histórica ayuda a los islamistas a justificar su esfuerzo para crear un emirato islámico independiente que ignora las fronteras actuales entre, por ejemplo, Irak y Siria, y hace que sea difícil para los fieles islámicos integrarse plenamente en el cuerpo político de sus países de origen – como, por ejemplo, en el caso en el Ejército de EE.UU. del mayor Nidal Hassan.
Los musulmanes extremistas en ocasiones se jactan de que la Unión Soviética, una de las dos superpotencias modernas, desapareció una década después de su invasión a Afganistán. Los musulmanes atribuyen la victoria a su lucha por la causa de Alá – un tipo de conflicto que es, por definición coránica, una guerra defensiva jihadista luchada por muyahidines [combatientes de la libertad].
Luchar contra esta guerra defensiva es obligación individual, corresponde a los musulmanes de todo el mundo islámico. Es esta dinámica que energiza a los musulmanes para combatir a las fuerzas estadounidenses en Irak, a las tropas del dictador secular Gadafi de Libia, y a las fuerzas de Bashar al-Assad en Siria. La retórica de los jihadistas está llena con la misma confianza en la victoria final sobre la superpotencia del mundo, Estados Unidos.
RESTAURACIÓN DE LAS TIERRAS MUSULMANAS AL GOBIERNO ISLÁMICO
Naciones tan diversas como Israel, India y España tampoco tienen legitimidad en la visión del mundo islámico. Muchos musulmanes creen queestos países se han visto injustamente arrancados de Dar al-Islam [La Morada del Islam] por el poder militar de los politeístas e infieles.
De acuerdo con este axioma islámico, el esfuerzo islamista para volver a España a “la era gloriosa” de al-Andalus está en marcha, porque se ve como si hubiera sido robado a los musulmanes por el rey Fernando y la reina Isabel en 1492. E Israel también es considerado como tierra robada a los turcos musulmanes otomanos.
Tanto al-Andalus e Israel están por lo tanto considerados siempre como parte del waqf [los derechos de Alá]: la tierra que perteneció a Alá, todavía pertenece a Allah, y nunca puede volver.
El norte de la India, condenado como violador más flagrante del mundo de los principios del monoteísmo islámico, también es visto que con el tiempo regresará a la soberanía musulmana que una vez floreció bajo gobierno dinástico mongol.
Aunque el número de musulmanes continúa creciendo, en gran parte gracias a los esfuerzos proselitistas habilitados por los ingresos del petróleo de los estados árabes del Golfo, muchos musulmanes parecen preocupados por el desafío a los valores islámicos que presentan los aspectos seculares de la globalización y el impacto corrosivo que esto puede tener en la los fieles.
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