En el mes de julio de 2014, el Sínodo General de la Iglesia de Inglaterra ha aprobado por mayoría de votos que las mujeres puedan ser ordenadas como “obispas”. Esta aprobación deberá ser examinada por la Comisión Legislativa del mismo Sínodo y después por la Comisión Eclesiástica de las Cámaras del Parlamento. En caso positivo, la aprobación pasará de nuevo al Sínodo en noviembre de este año para su promulgación.
La Iglesia anglicana, en Estados Unidos denominada episcopaliana, aprobó el acceso de las mujeres al sacerdocio, tanto al presbiterado como al episcopado, ya hace varias décadas, existiendo ya algunas “obispas” en comunidades de Estados Unidos, Australia, Canadá y Nueva Zelanda.
Dentro de la relación fraternal ecuménica que une a la Iglesia anglicana con la Iglesia católica, ésta ha advertido ya varias veces sobre el
obstáculo que para la unión de ambas Iglesias significaría esta aprobación definitiva, rompiéndose la tradición casi bimilenaria de reservar la ordenación sacerdotal, y específicamente la episcopal, únicamente a los candidatos varones considerados aptos.
Para la opinión pública, la ordenación de obispas será
considerada como un paso progresista dentro de la tendencia sociológica, actualmente en boga, de nivelar la mujer y al varón en la vida social, cultural y política,
eliminando exclusiones por razón de género.Oficios y cargos, antiguamente reservados al varón, se han abierto también a la mujer. En caso contrario se denuncian como discriminación.
Sin embargo,
este argumento, válido en la vida civil, no es aplicable en el ámbito de la Iglesia ya que ésta no es simplemente una asociación política que se rige por leyes y decisiones aprobadas por mayoría de votos.
Jesús, después de orar al Padre, reunió a todo su discipulado y eligió libremente a doce varones como apóstoles para enviarles a predicar y a implantar el Reino de Dios.
El sacerdocio ministerial no es simplemente una profesión que una persona elige según sus preferencias, sino que ante todo es una “vocación” en el sentido etimológico de la “llamada” que hace Dios para ser consagrado en la Iglesia para ejercer ese ministerio.
Dentro del grupo de los doce eligió como jefe a Simón, dándole el significativo nombre de Pedro o sea “roca” para sostener a la Iglesia (Mt 16, 18). Les dio entre otras, la facultad de realizar la Eucaristía (Lc 22, 19) y, después de su resurrección, les infundió su Espíritu de santidad con el poder de gobernar y de perdonar los pecados (Jn 20, 22).
Por esa razón
el gobierno de la Iglesia es “jerárquico”, etimológicamente “sagrado”. Los apóstoles y sus sucesores con las facultades de gobernar, enseñar y administrar los sacramentos, entre ellos el de la ordenación sacerdotal que asegura la perpetuidad de la Iglesia.
El hecho de que Jesús eligiese para ser apóstoles sólo a varones se debe a su voluntad y a la del Padre y no es atribuible al ambiente cultural de su tiempo que marginaba e incluso despreciaba a la mujer. El mismo Maestro mostró un gran respeto y aprecio a las mujeres, especialmente a la Virgen María, pero reservó la elección de apóstoles para el gobierno de la Iglesia sólo a varones.
Los apóstoles después de la muerte de Jesús y del envío del Espíritu reunieron a otros discípulos y empezaron a predicar el Reino de Jesucristo, fundando nuevas comunidades, para las que eligieron a otros varones como “epíscopos” o sea supervisores.
La Iglesia católica, salvo casos aislados, ha
conservado fielmente esa tradición de reservar la ordenación sacerdotal únicamente a varones. El Código de Derecho Canónico, publicado en 1983, establece que “sólo el varón bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación (canon 1024).
En 1994 el papa san Juan Pablo II publicó la carta apostólica “Ordenación Sacerdotal”, que termina así: “Por tanto, con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22, 32), declaro que
la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres”.(Continuará).Por el padre Miguel Manzanera, SJArtículo originalmente publicado por Iglesia Viva
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