AÑO 2010
09-01-2010
Virgen:
¡Profeta! ¡Habla! Habla sobre el matrimonio.
No tengas ningún reparo en ir diciendo valientemente la verdad. Necesito voceros
de la Verdad. Ahora que tantos quieren acallar las voces que les hablan del Bien y
del Amor. ¡Ahora más que nunca! Necesito “voceros de la Verdad”.
Mira: fastidia vuestra obediencia. Obediencia que no es entendida ni aun en la
exquisitez de la Iglesia. No es entendida.
No es entendida, hija, y ¿tú te has parado a pensar que no es entendida porque ni
aun ellos la practican?
¿Tú te has parado a pensar cómo la desobediencia es el germen de la Falsa Iglesia?
Mira a un desobediente y verás a un hijo de Satanás. En potencia o en acto, según
sea su grado de desobediencia.
¿Quiero decir que todos los que desobedecen se condenan?
No, si se arrepienten y viven; si cambian de conducta y rectifican con un corazón
arrepentido y agradecido.
El caballo de batalla ha sido la obediencia.
Y tantas otras veces en la historia de la humanidad.
Y tantas otras veces en la historia de la Iglesia.
Así como por la desobediencia entró el pecado en el mundo226, nuevamente entra
hoy en los corazones.
En las élites227, háblales de Obediencia y les estarás hablando en chino.
226 Cfr. Rm 5,12.
227 De la Iglesia.
11-01-2010
Virgen:
Ven aquí, Marga, que te hablaré hoy del Demonio.
Mira al Demonio como un bicho atado, siempre que estáis bajo mi manto y mi
protección.
(Ella, la Inmaculada, majestuosa, tiene a sus pies algo así como un cocodrilo
o dragón grande, negro. Con una cadena que amordaza las fauces y atado
con otra cadena que llega a las manos de la Virgen. Me la enseña, porque al
verlo, yo estaba pensando: “¿Esta cadena dónde tiene su comienzo?” Ella
eleva sus manos, sosteniéndola y sonriéndome, como diciendo: “Aquí está”)
Mirad así al Demonio, cuando os asalte la tentación y observarle abatido bajo el
golpe de mi pie, que le he pisado la cabeza.228 E impido que os haga ningún mal.
Poneos todos siempre bajo mi protección, Yo, que soy ¡LA MUJER!229
(Este Nombre le da mucho miedo al Demonio y le somete mucho.
La Virgen lo pronuncia con fuerza, sabedora de que es un Título no obtenido
por Ella para Ella misma, sino dado a Ella por Dios)
Empieza ahora una manifestación de mi papel como Mujer y como Corredentora
también del género humano.
En la oscuridad, brillará mi Luz.
Mirad cómo el Demonio es un bicho atado y sometido si vosotros estáis conmigo y,
como hijos de la Mujer, seguís la Obra Salvadora de Cristo.
¡No temáis! Y estad alegres.
Dos condiciones para que él no anide ni reine en vosotros. Esto lo podéis hacer
vosotros con vuestra voluntad. El resto, dejádmelo a Mí.
No os engañéis pensando que esto será fácil. Requiere mucho esfuerzo por vuestra
parte y mucho ascetismo.
La persona ascética no es la siempre triste. Un ascético triste sería un falso ascético.
Porque el principal ascetismo lo tenéis que poner en vuestra voluntad. Y la alegría
o la tristeza dependen sólo de vuestra voluntad.
No podéis estar esperando a que caiga del Cielo la alegría para vosotros mientras,
con los brazos abiertos, estáis sesteando en un sofá con respecto a vuestras
potencialidades. Debéis poneros en marcha, o nunca jamás recaerá la alegría sobre
vosotros. Y después de eso, Yo os haré fructificar y perseverar en la alegría. Pero
poneos primero vosotros en camino.
¿Por qué he puesto este Don como el principal?
Porque a través de él, vuestra alma se esponja y puede aceptar todos los demás
dones.
Si el Demonio consigue abatiros en la tristeza, sabe bien que, detrás de eso, pueden
entrar y tener cabida en vosotros todos los demás vicios y pecados. Observad a un
hombre triste, y veréis detrás de él a un hombre pecador.
Un primer paso que podéis dar es, aunque sea por apariencia, jamás presentaros
ante los demás tristes.
Ésa es una gran tentación para vosotros: “Como tengo
confianza con mis hermanos, me mostraré ante ellos tal y como estoy, para que me
ayuden”.
Y no estoy hablando de falsa alegría, bullanguera y frívola. No. Quisiera seriedad
en vosotros también al poneros a lograr el Don de la Alegría.
228 Cfr. Gn 3,15.
229 Cfr. Gn 3,15; Ap 12,1ss.
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