Redacción ACI Prensa
El Papa Francisco. Foto: Vatican Media
El Papa Francisco realizó un llamado “a aquellos con responsabilidades institucionales” para que “coloquen los derechos humanos en el centro de todas las políticas, incluidas las de cooperación para el desarrollo, incluso cuando esto signifique ir contracorriente”.
De esta manera, el Santo Padre quiso respaldar la vigencia de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la que se cumplen 70 años, y de la Declaración y del Programa de Acción de Viena para la Protección de los Derechos Humanos en el Mundo. De la que se cumplen 25.
Estos dos documentos son los pilares sobre los que se sustenta la protección de los derechos humanos en el mundo.
Con motivo de estos aniversarios, el Pontífice envió un mensaje a los participantes en la Conferencia Internacional “Los derechos humanos en el mundo contemporáneo: conquistas, omisiones, negaciones”, que se ha inaugurado este lunes 10 de diciembre en la Pontificia Universidad Gregoriana, en Roma.
En su mensaje, el Santo Padre quiso realizar “una reflexión profunda sobre los fundamentos y el respeto por los derechos humanos en el mundo contemporáneo”.
El Papa recordó que, mediante estos dos documentos, la ONU “quería reconocer la igual dignidad de cada persona humana, de la cual se derivan derechos y libertades fundamentales que, por estar enraizados en la naturaleza de la persona humana, -una unidad inseparable de cuerpo y alma-, son universales, indivisibles, interdependientes e interconectados”.
Llamó la atención sobre las “numerosas contradicciones” presentes en “nuestras sociedades contemporáneas” “que nos llevan a preguntarnos si verdaderamente la igual dignidad de todos los seres humanos, proclamada solemnemente hace 70 años, sea reconocida, respetada, protegida y promovida en todas las circunstancias”.
“En el mundo de hoy persisten numerosas formas de injusticia, nutridas por visiones antropológicas reductivas y por un modelo económico basado en las ganancias, que no duda en explotar, descartar e incluso matar al hombre”, lamentó.
Un síntoma de esa desigualdad es que “mientras una parte de la humanidad vive en opulencia, otra parte ve su propia dignidad desconocida, despreciada o pisoteada y sus derechos fundamentales ignorados o violados”.
El Papa pensó, en concreto, en “los niños por nacer a quienes se les niega el derecho a venir al mundo; en aquellos que no tienen acceso a los medios indispensables para una vida digna; en aquellos que están excluidos de la educación adecuada; en quien está injustamente privado de trabajo o forzado a trabajar como esclavo; a quienes están detenidos en condiciones inhumanas, a quienes son sometidos a torturas o a quienes se les niega la oportunidad de redimirse, a las víctimas de desapariciones forzadas y sus familias”.
“Mis pensamientos también se dirigen a todos aquellos que viven en un clima dominado por la sospecha y el desprecio, que son objeto de actos de intolerancia, discriminación y violencia debido a su pertenencia racial, étnica, nacional o religiosa”.
También se refirió “a cuántas personas sufren violaciones múltiples de sus derechos fundamentales en el contexto trágico de los conflictos armados, mientras los mercaderes de muerte sin escrúpulos se enriquecen al precio de la sangre de sus hermanos y hermanas”.
“Ante estos graves fenómenos, todos somos cuestionados. De hecho, cuando se violan los derechos fundamentales, o cuando se favorecen algunos en detrimento de otros, o cuando se garantizan solo a ciertos grupos, se producen graves injusticias, que a su vez alimentan los conflictos con graves consecuencias tanto dentro de las naciones como en las relaciones entre ellas”.
Por lo tanto, “cada uno está llamado a contribuir con coraje y determinación, en la especificidad de su papel, a respetar los derechos fundamentales de cada persona, especialmente de las ‘invisibles’: de los muchos que tienen hambre y sed, que están desnudos, enfermos, son extranjeros o están detenidos, que viven en los márgenes de la sociedad o son descartados”.
“Esta necesidad de justicia y solidaridad tiene un significado especial para nosotros los cristianos, porque el Evangelio mismo nos invita a dirigir la mirada a los más pequeños de nuestros hermanos y hermanas, a movernos a la compasión y a trabajar arduamente para aliviar sus sufrimientos”, finalizó el Papa su mensaje.
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