«“Querida Mamá
, ¡estás triste al ver la situación de tus hijos sacerdotes! Triste al punto de llorar. Como lo has dicho “
Oren por sus pastores para que tengan la fuerza y el amor de ser puentes de salvación” (2 de diciembre 2015). Esos puentes nos hacen pasar del caos de hoy en día a un “
tiempo nuevo”que tú preparas,
un tiempo de paz que tu Corazón espera con impaciencia (Ver PS 1). Pero si estos puentes escasean o peor aún se derrumban, ¿qué hará el pueblo de Dios? ¿quedará abandonado a la deriva en un caos infinito?
Te lo ruego, Madre, intercede aún más poderosamente en favor de tus hijos predilectos con esa vehemencia maternal ante la cual tu Hijo Jesús no puede resistirse. Ayúdame a colaborar contigo de manera más intensa y amorosa por la salvación de numerosos sacerdotes que hoy se adentran en caminos de muerte ¡con el riesgo de perderse eternamente! (Ver PS 2)
Algunos místicos como Marthe Robin o Santa Faustina han visto el horrible lugar que Satanás tiene reservado para los sacerdotes que se ponen en sus manos en la Tierra y se obstinan en el pecado.
Madre de Misericordia, no permitas que un solo sacerdote se deje engañar, se vuelva esclavo del enemigo. ¿Cómo podrías soportar esa pérdida que hiere tan profundamente el corazón manso y humilde de tu Hijo? Sabes que los sacerdotes son otros Cristos cuando ejercen su ministerio en los sacramentos (Persona Christi), al punto que tu Hijo, identificado con ellos (y ellos con Él) vive una agonía muy especial cuando sus sacerdotes no oran y se separan de Él viviendo según la modalidad de este mundo.
La Iglesia hoy sufre en sus sacerdotes. Satanás quiere destruirlos. Te lo ruego, preséntate ante cada sacerdote del mundo entero y concédeles a todos una efusión de tu propio amor por Jesús para que, fascinados por la belleza y la inmensidad de ese amor, se enamoren de Jesús y vuelvan a Él con todo el corazón. Tú lo puedes todo, Oh Virgen Soberana”
Te agradezco por el número de sacerdotes que, invitados por ti a ir a Medjugorje, reciben la gracia de un profundo cambio interior. Tú los animas, los acompañas con tu solicitud maternal y los guías en su ministerio. No están solos en el duro combate que les es propio. Te agradezco también por los numerosos sacerdotes que emanan santidad y que reflejan el Corazón manso y humilde de tu Hijo. ¡Qué esplendor! ¡Qué bálsamo para nuestros corazones de ovejas!
Tú, Madre de los sacerdotes, escucha nuestras pobres súplicas y dígnate hablarle a tu Hijo en su favor. ¿No ha dicho: “Cuánto pidan en mi Nombre al Padre, crean que ya lo han recibido y lo recibirán”? (Mt. 11, 24)»
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