3. RESPUESTA A ALGUNAS OBJECIONES
131 Alguien puede objetar que esta devoción es nueva o
sin importancia. No es nueva: los concilios, los Padres y
muchos autores antiguos y modernos hablan de dicha
consagración a Jesucristo o renovación de las promesas del Santo Bautismo como de una práctica antigua aconsejada
por ellos a todos los cristianos. No es de poca importancia,
puesto que la fuente principal de todos los desórdenes, y,
por consiguiente, de la condenación de los cristianos,
procede del olvido e indiferencia respecto de esta práctica.
132 Pudiera alguno decir que esta devoción nos imposibilita para socorrer a las almas de nuestros parientes,
amigos y bienhechores, dado que nos hace entregar a
Nuestro Señor, por manos de la Santísima Virgen, el valor
de todas nuestras buenas obras, oraciones, mortificaciones
y limosnas.
Le respondo:
Primero, que no es creíble que nuestros amigos,
parientes y bienhechores salgan perjudicados porque
nos entreguemos y consagremos sin reserva al servicio
de Nuestro Señor y su santísima Madre. Suponerlo
sería menoscabar el poder y bondad de Jesús y de
María, quienes sabrán ayudar a nuestros parientes,
amigos y bienhechores sea con nuestra módica renta
espiritual, sea con otros medios.
Segundo, que esta devoción no impide orar por los
demás –vivos o difuntos–, aunque la aplicación de
nuestras buenas obras dependa de la voluntad de la
Santísima Virgen. Al contrario, nos llevará a rogar con
mayor confianza. Sucede como a la persona rica que
hubiera cedido todos sus bienes a un gran príncipe para
honrarlo más: ella rogaría con mayor confianza a este
príncipe que dé una limosna a un amigo suyo que se
la pide. El príncipe hasta se sentiría feliz de encontrar
la oportunidad de manifestar su gratitud a quien se ha
despojado de todo para honrarlo y se ha empobrecido
para enriquecerlo. Lo mismo cabe decir de Nuestro
Señor y de la Santísima Virgen, que jamás se dejarán
vencer en gratitud95 .
133 Otro objetará tal vez: “Si doy a la Santísima Virgen todo
el valor de mis acciones para que lo aplique a quien Ella
quiera, ¡quizá tenga yo que padecer largo tiempo en el
purgatorio!”
Esta objeción proviene del amor propio y de la ignorancia
que tenemos respecto a la generosidad divina y la de la
Santísima Virgen. Y se destruye por sí sola. ¿Es posible,
acaso, que una persona ferviente y generosa que vela con
mayor empeño por los intereses de Dios que por los
propios, da a Dios sin reserva cuanto posee -de suerte que
ya no puede dar más: Non plus ultra-, tiene como única
aspiración la gloria de Dios y el reinado de Jesucristo por
medio de su santísima Madre y se sacrifica totalmente para
alcanzar este fin..., será posible -repito- que persona tan
noble y generosa sea más castigada en la otra vida por haber
sido en ésta más generosa y desinteresada que las otras?
¡Nada de esto! El Señor y su Madre santísima -lo veremos
en seguida- se mostrarán generosísimos en este mundo y
en el otro, en el orden de la naturaleza, de la gracia y de la
gloria, precisamente con esta persona.
134 Conviene ver ahora –con la mayor brevedad– los
motivos que hablan en favor de esta devoción, los
admirables efectos que produce en las almas fieles y sus
principales prácticas.
95 Ver VD 171.
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