10.04.11 - 00:53 - ÁNGEL RUBIO | OBISPO DE SEGOVIA
El Papa Benedicto XVI está retomando con fuerza la idea de la Nueva Evangelización pero ¿cómo debe entenderla un cristiano? La Nueva Evangelización no podrá ser una realidad sin un gran esfuerzo de renovación espiritual e institucional de nuestra Iglesia, por tanto, de todos los que formamos parte de esta gran familia. Renovación en la vida y ministerio de los obispos y sacerdotes; en la vida, actuación y conciencia eclesial de los religiosos y religiosas; en la existencia de seglares verdaderamente convertidos y dedicados intensamente al despliegue de la misión de la Iglesia en la sociedad, en sus aspectos evangelizadores y transformadores; impulso a las asociaciones eclesiales y civiles de los seglares; escuelas de espiritualidad y acción apostólica en el mundo; superación de otros centros actuales de interés de menor importancia y urgencia pastoral. Requiere además la Nueva Evangelización, como en un segundo grado de actuación, una presencia intensiva de los cristianos españoles en la vida social, de manera personal y asociada, con sociedades homogéneas o pluralistas, trabajando intensamente en desarrollar desde abajo una convivencia nueva, en el trabajo, en las relaciones cívicas, en las actuaciones profesionales, en el ordenamiento económico y social, en los servicios, en el clima general de la vida colectiva; todo ello con la dignidad, la limpieza, la generosidad y alegría que corresponde una sociedad de hombres y mujeres que creen en Dios y esperan la vida conviviendo como hermanos en un mundo hermoseado con la luz de la inteligencia y el trabajo humanos.
Para llevar a cabo esta Nueva Evangelización es imprescindible colocar en el centro de nuestras vidas a Jesucristo. La persona de Cristo es el gran tesoro que he recibido por pura gracia y misericordia de Dios en su Iglesia. No poseo otra palabra ni otro nombre que Cristo.
Todos los días le invoco y le contemplo silenciosamente ante el Sagrario; Cristo conmigo y yo con Cristo siempre y en todas partes me gustaría que mi última palabra en este mundo fuera Jesucristo. Jesucristo, además, no es alguien del pasado, que nos dio un ejemplo, que incluso entregó su vida por los hombres, pero que pertenece solo a aquel momento de la historia. Cristo ha vencido en su carne el pecado y la muerte, que es lo que destruye al hombre. Y ha unido de alguna manera en su carne a todo hombre. Cristo vive, Cristo es una persona viva frente a la cual mi existencia y mi destino se juegan.
No es sólo alguien que inspira nuestras acciones. Su palabra no es fundamentalmente, ni en primer lugar una especie de código de comportamiento. Cristo es mi salvación y mi esperanza, mi vida, el camino, la verdad de los hombres.
Cristo es la fuente de una alegría verdadera, su presencia suscita gozo y alegría; es fuente de una vida nueva, que anticipa la futura que perdura en mi para siempre. Nuestra esperanza esta fundada en Cristo, «el Resucitado, que vendrá de nuevo como Redentor y Juez que nos llama a la resurrección y al premio eterno».
Finalmente, debemos caer en la cuenta de que la Nueva Evangelización es tarea y compromiso de toda la Iglesia. ¿Está nuestra comunidad cristiana preparada para llevar a cabo esta misión? Lo que estamos viviendo en este tiempo, cierto que con no pocos sufrimientos, entiendo que es una purificación de la Iglesia y, como en toda purificación, una llamada a cumplir la voluntad de Dios que quiere hacer llegar su salvación a todos.
Una purificación, pues, de la Iglesia que está aquí, para que siendo Iglesia conforme la ha querido y quiere su Señor, Jesucristo, fortalezca su identidad de fe, y se entregue llena de confianza, gastándose y desgastándose, a la gran labor y al gran servicio a los hombres y a la sociedad de nuestro tiempo, que es la misión a cumplir con una nueva evangelización.
Amo a la Iglesia y la ameré siempre porque la Iglesia es inseparable de Cristo. La Iglesia fundada por Cristo a la que yo pertenezco es santa y santificadora porque Él, Cabeza y Pastor de la Iglesia, es el santo de los santos, sus sacramentos son santos, su gracia es santificadora, en la Iglesia siempre habrá santos, pero esta Iglesia esta compuesta por pecadores yo soy uno de ellos. Todos los días y públicamente confieso: yo pecador&hellip Junto a la confusión que genera una vida pecaminosa en la Iglesia aparece una certeza: es Dios el que construye es solo la presencia de Cristo en medio de los hombrees el que nos da la salvación. El Señor nos asocia a colaborar con El pero todo procede de su gracia que me ofrece el perdón de los pecados cometidos para llegar a la cumbre de la santidad.
Dichosa y bendita Iglesia que me conforta en la que he nacido y vivo y deseo morir.
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