Maria Valtorta
EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO
REVELADO
VOLUMEN NOVENO
556.
Otro sábado en Efraím. Intolerancías de Judas Iscariote. Palabras a los samaritanos sobre el tiempo
nuevo.
17 de enero de 1947.
1Debe ser otro
sábado porque los apóstoles están de nuevo reunidos en la casa de María de
Jacob.
Los niños siguen con ellos, al lado de Jesús, junto
al hogar. Y es esto precisamente lo que hace decir a Judas Iscariote: «Ya de momento
ha pasado una semana, y los parientes no han venido», y se ríe, meneando la
cabeza.
Jesús
no le responde. Acaricia al segundogénito.
Judas
pregunta a Pedro y a Santiago de Alfeo: «¿Y decís que habéis recorrido los dos
caminos que llevan a Siquem?».
«Sí,
pero ha sido una cosa inútil, si se considera bien. Está claro que los bandidos
no pasan por los caminos asiduamente transitados, especialmente ahora que las
patrullas romanas los recorren continuamente» responde Santiago de Alfeo.
«¿Y
entonces por qué habéis ido por esos caminos?» acucia Judas Iscariote.
«¡Pues
ya ves!... Para nosotros ir acá o allá es igual. Así que, hemos ido por ésos».
«¿Y
nadie ha sabido daros razón?».
«No
hemos preguntado nada».
«¿Y
cómo querías saber, entonces, si habían pasado o no? ¿Acaso llevan enseñas, o
dejan rastros las personas cuando van por un camino? No creo. Si así fuera, al
menos los amigos ya nos habrían encontrado. Sin embargo, desde que estamos
aquí, nadie ha venido», y se ríe con sarcasmo.
«Nosotros
no sabemos el motivo por el que nadie haya venido. El Maestro sabe, nosotros no
sabemos. Las personas ‑ no dejando rastro de su paso los que, como nosotros, se
retiran a un lugar ignorado por la gente ‑ no pueden venir, si no se les revela
el lugar del refugio. Ahora bien, nosotros no sabemos si nuestro hermano ha
dicho esto a los amigos» dice pacientemente Judas de Alfeo.
«¿Y
pretendes creer, y hacer creer, que no se lo ha dicho al menos a Lázaro y a
Nique?».
Jesús
no habla. Toma a un niño de la mano y sale...
«No
pretendo creer nada. Pero, aunque fuera como dices, todavía no puedes juzgar, y
ninguno de nosotros puede, los motivos de la ausencia de los amigos...».
«¡Son
fáciles de entender estos motivos! Ninguno quiere problemas con el Sanedrín, y
mucho menos los que tienen riquezas y poder. ¡Nada más que eso! 2Nosotros
somos los únicos que sabemos meternos en los peligros».
«¡Sé
justo, Judas! El Maestro no nos ha forzado a ninguno a estar con Él. ¿Por qué
te has quedado si te asusta el Sanedrín?». Es Santiago de Alfeo el que le hace esta
observación.
«Y,
si quieres, en cualquier momento te puedes marchar. No estás encadenado...»
interrumpe el otro Santiago, hijo de Zebedeo.
«¡Eso
sí que no! ¡De ninguna manera! Aquí estamos y aquí nos quedamos. Todos. El que
hubiera querido se hubiera debido marchar antes. Ahora no. Me opongo yo, si no
se opone el Maestro» dice, lenta pero tajantemente, Pedro, dando un puñetazo en
la mesa.
«¿Y
por qué? ¿Quién eres tú para mandar en lugar del Maestro?» le pregunta con
violencia Judas Iscariote.
«Un
hombre que razona no como Dios, como hace Él, sino como hombre».
«¿Tienes
sospechas de mí? ¿Me crees un traidor?» dice Judas intranquilo.
«Tú
lo has dicho. No es que piense que lo seas voluntariamente. Pero, ¡eres tan...
irreflexivo, Judas, y tan voluble! Y tienes demasiados amigos. Y te gusta
demasiado sobresalir, en todo. Tú, no, no sabrías guardar silencio. O
para rebatir a algún malintencionado, o por mostrar que eres el Apóstol,
hablarías. Por tanto, aquí estás y aquí te quedas; así, ni perjudicas a nadie ni
te creas remordimientos».
«Dios
no constriñe la libertad del hombre ¿y pretendes hacerlo tú?».
«Pretendo
hacerlo. Pero, oye, dime: ¿acaso te llueve en la cabeza?, ¿te falta el pan?,
¿te sienta mal este aire?, ¿te ofende la gente? Ninguna de estas cosas. La casa
es sólida, aunque no sea rica; el aire es bueno; comida no te ha faltado nunca;
la gente te tributa cortesía. Y entonces ¿por qué estás tan inquieto, como si
estuvieras en una galera?».
«"Dos
pueblos no puede soportar mi alma, y el tercero, al que aborrezco, no es ni
siquiera un pueblo: los del monte Seír, los filisteos y el pueblo necio que
habita en Siquem". Te respondo con las palabras* del Sabio. Y con razón
pienso así. ¡Tú observa si estos pueblos nos estiman!».
«¡Mmm!
La verdad es que no me parece que los otros, el tuyo y el mío, sean mucho
mejores. Nos hemos llevado pedradas en Judea y en Galilea, en Judea todavía más
que en Galilea, y en el Templo de Judea más que en ningún otro lugar. A mí no
me parece que hayamos sido maltratados ni en tierras de filisteos ni aquí ni en
otros lugares...».
«¿Dónde,
en otros lugares? No hemos ido a otros lugares, por suerte. Pero, aunque
hubiera habido que ir a otros lugares, no habría ido, y en el futuro no iré. 3No
quiero contaminarme más».
«¿Contaminarte?
No es eso lo que te afecta, Judas de Simón. No quieres enemistarte con los del
Templo. Eso te duele» dice con serenidad Simón Zelote, que se ha quedado en la
cocina con Pedro, Santiago de Alfeo y Felipe. Los otros se han marchado uno
tras otro con los dos niños, y han ido donde el Maestro: una fuga meritoria
porque ha sido por no faltar a la caridad.
«No.
No es por eso. Es porque no me gusta perder mi tiempo y ofrecer la sabiduría a
los necios. ¡Fíjate! ¿De qué ha servido tomar con nosotros a Hermasteo? Se marchó
y no ha vuelto. José dice que se separó de él diciendo que volvería para la Fiesta de las Tiendas. ¿Tú
le has visto? Es un renegado...».
______________________
* las
palabras, que están en Eclesiástico
50, 25‑26.
«No
sé por qué no ha vuelto, ni juzgo. Pero te pregunto: ¿acaso es el único que ha
abandonado al Maestro; es más, que se ha hecho enemigo suyo? ¿No hay renegados
entre nosotros, judíos, y entre los galileos? ¿Puedes sostenerlo?».
«No.
Es verdad. Pero... bueno, yo me siento incómodo aquí. ¡Si se supiera que
estamos aquí! ¡Si se supiera que tratamos con los samaritanos hasta el punto de
entrar en sus sinagogas en sábado! Él quiere hacerlo... ¡Ay si se supiera! La
acusación estaría justificada...».
«Y
el Maestro, condenado. Quieres decir esto. Pero si ya lo está. Lo está antes de
que se sepa. Es más, ha sido condenado tras haber resucitado a un judío en
Judea. Se le odia y se le tacha de samaritano y amigo de publicanos y
meretrices. Desde siempre condenado. ¡Y tú esto lo sabes mejor que ningún otro!».
«¿Qué
quieres decir, Natanael? ¿Qué quieres decir? ¿Qué tengo que ver yo con esto?
¿Qué puedo saber más que vosotros?». Está agitadísimo.
«¡Pero
muchacho, si tienes el aspecto de una rata rodeada de enemigos! Y tú no eres
una rata, ni nosotros estamos aquí armados con bastones para capturarte y
matarte. ¿Por qué te turbas tanto? Si tu conciencia está en paz, ¿por qué te
inquietas por palabras inocentes? ¿Qué ha dicho Bartolmái como para agitarte de
ese modo? ¿No es, acaso, verdad que nadie
mejor que nosotros, sus apóstoles, que dormimos próximos a Él y con Él
vivimos, puede saber y testificar que no estima al hombre samaritano, al hombre
publicano, al hombre pecador, a la mujer meretriz, sino a sus almas, y que solamente de éstas se preocupa, y que solamente
por sus almas - y sólo el Altísimo sabrá cuán grande será el esfuerzo del
Purísimo para acercarse a lo que nosotros, hombres y pecadores, llamamos
"inmundicia" ‑ va con samaritanos, publicanos y meretrices?
¿Muchacho, no entiendes ni conoces todavía a Jesús! Tú menos que los mismos
samaritanos, filisteos, fenicios y todos los que tú quieras» dice Pedro con
tristeza en las últimas palabras.
Judas
se calla, y también los otros.
4Vuelve la
anciana y dice: «Están en el camino los de la ciudad. Dicen que es la hora de
la oración del sábado y que el Maestro había prometido hablar...».
«Voy
a decirlo, mujer. Tú di a los de Efraím que ahora vamos» le responde Pedro, y
sale al huerto para avisar a Jesús.
«¿Tú
qué haces? ¿Vienes? Si no quieres venir, vete, márchate antes de que tu postura
de rechazo le aflija» dice el Zelote a Judas.
«Voy
con vosotros. ¿Aquí no se puede hablar! Parece como si yo fuera el mayor de los
pecadores. Todas mis palabras se malentienden».
Jesús,
volviendo a la cocina, impide cualquier otra palabra.
Salen
al camino y se unen a los de Efraím. Entran con ellos en la ciudad. No se
detienen hasta llegar frente a la sinagoga, ante cuya puerta está Malaquías,
que saluda e invita a entrar.
No
aprecio diferencia alguna entre el lugar de oración samaritano y los que he
visto en otras regiones: las mismas lámparas; los mismos ambones o estantes, y
encima de ellos los volúmenes enrollados; el sitio del arquisinagogo o de quien
enseñe en vez de él. Si acaso, aquí hay muchos menos rollos que en otras sinagogas.
«Hemos
hecho ya nuestras oraciones mientras te esperábamos. 5Si quieres hablar... ¿Qué volumen pides, Maestro?».
«No necesito ninguno. Además, no tendrías lo que quiero explicar*»
responde Jesús, y luego se vuelve hacia la gente y empieza su discurso:
«Cuando
Ciro, rey de los persas, repatrió a los hebreos para que reedificaran el Templo
de Salomón, destruido hacía cinco decenios, fue reconstruido el altar sobre sus
bases, y en éste ardió el holocausto diario mañana y noche, y el extraordinario
del primer día de cada mes y de las solemnidades consagradas al Señor o los
holocaustos de las ofrendas individuales. Después, tras la primicia
indispensable e inderogable del culto, pusieron manos a la obra, en el segundo
año del regreso, en lo que se podría llamar el marco del culto, la exterioridad
de él, cosa no culpable porque, en todo caso, estaba hecha para honrar al
Eterno, pero no indispensable. Porque el culto a Dios es amor a Dios, y el amor
se siente y consuma con el corazón, no, ciertamente, con las piedras
escuadradas y las maderas preciosas, el oro y los perfumes. Todo esto es
exterioridad, orientada más a satisfacer el propio orgullo nacional o ciudadano
que no a honrar al Señor.
Dios
quiere un Templo de espíritu. No se contenta con un Templo de muros y mármoles
vacío de espíritus llenos de amor. En verdad os digo que el templo del corazón
limpio y amoroso es el único que Dios estima, el único en que establece su
morada con sus luces; y que las disputas que mantienen divididas las regiones y
las ciudades acerca de las bellezas de éste o aquel lugar de oración son
estúpidas. ¿Para qué, rivalizar en riqueza y adornos de las casas donde se
invoca a Dios? ¿Puede, acaso, lo finito satisfacer cumplidamente al Infinito,
aunque fuera algo finito diez veces más hermoso que el Templo de Salomón y que
todos los palacios juntos? Dios, el Infinito que no puede ser contenido por
ningún espacio, que no puede ser honorado por suntuosidad material alguna,
halla en el corazón del hombre el único lugar digno de honorarle como
corresponde, y puede ‑ es más, quiere ‑ ser contenido por el corazón del
hombre; porque el espíritu del justo es un templo sobre el cual aletea, entre
los perfumes de amor, el Espíritu de Dios, y pronto será un templo en el que el
Espíritu haga auténtica morada, Uno y Trino como es en el Cielo.
Y
está escrito que, en cuanto los obreros hubieron echado los cimientos del
Templo, fueron los sacerdotes con sus ornamentos y las trompetas, y los levitas
con los címbalos, según las ordenanzas de David, y cantaron que "a Dios ha
de alabársele porque es bueno y eterna es su misericordia". Y el pueblo
exultaba. Pero muchos sacerdotes, jefes, levitas y ancianos lloraban con
grandes gemidos pensando en el Templo que fue. Mas no se podían distinguir las
voces de llanto de
______________________
* lo que quiero explicar está en Esdras 3. Los samaritanos no admitían otros libros de la sagrada Escritura aparte de los cinco de
Moisés, llamados Pentateuco: Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio.
las
de júbilo, pues eran muy confusas. Y también se lee que hubo pueblos vecinos
que molestaron a los que edifcaban el Templo, para vengarse de que los
constructores los hubieran rechazado cuando se habían ofrecido a edificar con
ellos, porque ellos también buscaban al Dios de Israel, al Dios único y
verdadero. Y estas perturbaciones interrumpieron la marcha de las obras hasta
que no plugo a Dios hacerlas proseguir.
Esto
se lee en el libro de Esdras.
6¿Cuántas y
cuáles lecciones aporta el fragmento que he referido? Éstas, además de la ya
citada, acerca de la necesidad de que el culto sea sentido por el corazón, y no
hacerlo profesar a piedras, maderas, vestiduras,
címbalos y cantos de donde el espíritu está ausente. Que la falta de amor
recíproco es siempre causa de retraso y perturbación, aunque se trate de una
finalidad buena de por sí. Dios no está donde no hay caridad. Es inútil buscar
a Dios si antes uno no se coloca en la condición de poder encontrarle. Dios se
halla en la caridad. Aquel o aquellos que se establecen en la caridad
encuentran a Dios, sin tener ni siquiera que llevar a cabo una penosa búsqueda.
Y quien tiene consigo a Dios, tiene ya consigo el éxito en todas sus empresas.
En el salmo que brotó del corazón de un sabio*, después de la
meditación en los penosos hechos que acompañaron a la reconstrucción del Templo
y las murallas, está escrito: "Si el Señor no edifica la casa, en vano se
fatigan en ella los constructores; si el Señor no custodia la ciudad y la
protege, en vano la custodian los defensores".
Ahora bien, ¿cómo podrá edificar Dios la casa, si sabe que sus moradores
no le tienen en su corazón porque no aman a sus vecinos? ¿Y cómo protegerá a
las ciudades y dará fuerza a los defensores, si no puede estar en ellas, pues
que con el odio que profesan a sus vecinos están privadas de Él? ¡Oh, pueblos,
¿ha producido algo el estar divididos por barreras de odio?! ¿Os ha hecho más
grandes, más ricos, más felices? Jamás es
productivo el odio, ni el rencor; jamás es fuerte quien está solo; jamás es
amado quien no ama. Y no vale, como dice el salmo, levantarse antes del alba
para ser grandes, ricos y felices. Tome cada uno el descanso como alivio del
dolor de la vida, por que el sueño es don
de Dios de la misma forma que lo es la luz y todas las cosas de que el hombre
goza; tome cada uno su descanso, pero tenga en el sueño y en la vigilia como
compañera la caridad, y sus obras prosperarán, y prosperarán su familia y sus
intereses y, sobre todo, prosperará su espíritu y conquistará la regia corona
de los hijos del Altísimo y herederos de su Reino.
7Se ha dicho que, mientras el pueblo elevaba gritos de
júbilo, algunos lloraban con fuertes gemidos porque recordaban y añoraban el
pasado; pero no se podían distinguir las diferentes voces en medio del tumulto
de los gritos.
¡Hijos de Samaria! ¡Y vosotros, apóstoles míos, hijos de Judea y
Galilea! Hoy también hay quien exulta y quien llora mientras el nuevo Templo de
Dios se
eleva
________________________
* un sabio es Salomón, y
las citas corresponden al Salmo 127, 1‑2.
sobre
cimientos eternos. También ahora hay quien obstaculiza las obras y quien busca
a Dios donde Dios no está. También ahora hay quien quiere edificar según el orden
de Ciro y no según el de Dios, es decir, según el orden del mundo y no según
las voces del espíritu. Y también ahora hay quien llora con necia y humana
añoranza un pasado inferior, un pasado que no fue bueno ni sabio, hasta el
punto de provocar la indignación de Dios. También ahora tenemos todas estas
cosas, como si siempre estuviéramos en la nebulosidad de los tiempos remotos y
no en la luz del tiempo de la
Luz.
Abrid
vuestro corazón a la Luz,
llenaos de Luz para ver al menos vosotros, a quienes Yo‑Luz hablo. Es el tiempo
nuevo. Todo se reedifica en él. Mas ¡ay de aquellos que no quieran entrar y
obstaculicen a los que edifican el Templo de la nueva fe, del que Yo soy Piedra
angular y al cual entregaré la totalidad de mí mismo para hacer de argamasa
para las piedras, y así el edificio se alce santo y fuerte, admirable en los
siglos, vasto como la Tierra,
a la que cubrirá entera con su luz! Digo luz, no sombra, porque mi
Templo será de espíritus y no de materias opacas. Piedra para él, Yo con mi
Espíritu eterno; piedras, todos aquellos que sigan mi palabra y la nueva fe,
piedras incorpóreas, encendidas, santas. Y la luz se extenderá sobre la Tierra, la luz del nuevo
Templo, y cubrirá a ésta de sabiduría y santidad. Afuera quedarán sólo aquellos
que con impuro llanto lloren y añoren el pasado porque les era fuente de
ganancias y honores sólo humanos.
8¡Abríos al
tiempo y al Templo nuevos, oh hombres de Samaria! En ellos todo es nuevo, y las
antiguas separaciones y fronteras en lo material, en el pensamiento y en el
espíritu, ya no existen. Cantad,
porque está para terminar vuestro exilio de la ciudad de Dios. ¿O acaso gozáis
sintiéndoos como desterrados, como leprosos para los otros de Israel? ¿Es que,
acaso, gozáis sintiéndoos como personas expulsadas del seno de Dios? Porque
vosotros sentís esto, vuestras almas lo sienten, vuestras pobres almas
oprimidas en estos cuerpos vuestros, y sobre las cuales permitís que domine
vuestro pensamiento arrogante, que no quiere decir a otros hombres: "Nos
hemos equivocado, pero, como ovejas descarriadas, volvemos al Redil". Ya
está mal el que no queráis manifestárselo a otros hombres, pero, al menos,
acceded a decírselo a Dios. Aunque ahoguéis el grito de vuestra alma, Dios oye
el gemido de ella, que se siente infeliz de estar exiliada de la casa del Padre
universal y santísimo.
Escuchad
las palabras del salmo gradual*. Ciertamente sois vosotros peregrinos que desde
hace siglos vais hacia la alta ciudad, hacia la verdadera Jerusalén, la
celeste. De allí, del Cielo, vuestras almas descendieron para animar una carne,
y es al Cielo adonde anhelan regresar. ¿Por qué queréis sacrificar
vuestras almas, exheredarlas
del Reino? ¿Qué
culpa tienen ellas
de haber
_______________________
* gradual es
el Salmo 122, al que se alude aquí. Los salmos graduales (120‑134), o
cantos de las ascensiones, eran cantados por los peregrinos que iban a
Jerusalén para subir al Templo. Más abajo se alude al Salmo 126.
descendido
a cuerpos concebidos en Samaria? Vienen de un único Padre y tienen el mismo
Creador que tienen las almas de Judea y Galilea, de Fenicia y la Decápolis. Dios es
el fin de todo espíritu. Todo espíritu tiende a este Dios, aun cuando
idolatrías de todo tipo, o herejías funestas, cismas, o falta de fe lo
mantengan en una ignorancia del Dios verdadero, ignorancia que sería absoluta
si el alma no tuviera, incancelable en ella, un embrional recuerdo de la Verdad y una anhelo de
ella. ¡Oh, haced crecer este recuerdo y anhelo! Abrid las puertas a vuestra
alma. ¡Que la Luz
entre, que entre la Vida,
y la Verdad!
¡Que quede abierto el Camino! Que todo entre a chorros luminosos y vitales,
como los rayos del Sol y las olas y los vientos de los equinoccios, para hacer
desarrollarse del embrión el árbol que se yergue y se acerca cada vez más a su
Señor.
¡Salid
del exilio! Cantad conmigo: "Cuando el Señor hace volver de la cautividad,
el alma parece soñar por la alegría. Se llena de sonrisas nuestra boca; nuestra
lengua, de júbilo. Ahora se dirá: 'El Señor ha hecho cosas grandes para
nosotros' ". Sí, el Señor os ha hecho cosas grandes y seréis inundados de
alegría.
9¡Oh, Padre mío,
por ellos te ruego como por todos! ¡Haz volver, oh Señor, a estos nuestros
prisioneros, a estos que, para ti y para mí, están atados con las cadenas del
obstinado error! ¡Condúcelos de nuevo, oh Padre, como torrente que desemboca en
el gran río, al gran mar de tu misericordia y de tu paz! Yo y los que me
sirven, con lágrimas, sembramos en ellos tu verdad. Padre, haz que en el tiempo
de la gran mies podamos, todos nosotros tus siervos en la enseñanza de tu
Verdad, cosechar con alegría en estos surcos que ahora parecen sólo sembrados
de tríbulos y plantas venenosas, el trigo selecto de tus graneros. ¡Padre!
¡Padre! Por nuestras fatigas, lágrimas, dolores, sudores, muertes, que fueron y
serán compañeros de nuestra siembra, haz que podamos ir a ti llevando, como
manojos de mieses, las primicias de este pueblo, las almas renacidas a la Justicia y Verdad para tu
gloria. ¡Amen!».
10El silencio,
que impresionaba incluso (tan absoluto como era con una muchedumbre tan
numerosa que llenaba la sinagoga y la plaza de delante de ésta), se ve hendido
por un bisbiseo que va aumentando hasta transformarse primero en susurro, luego
en ruido, luego en aclamaciones de júbilo. La gente gesticula, comenta y
aclama...
¡Qué
distinto es esto, respecto al epílogo de los discursos en el Templo! Malaquías
dice por todos: «Sólo Tú puedes decir así la verdad, sin ofender y humillar.
¡Tú eres verdaderamente el Santo de Dios! Ora por nuestra paz. Estamos
endurecidos por siglos de... creencias y por siglos de afrentas. Y debemos
romper esta dura corteza nuestra. Sé indulgente».
«Más
que eso: amo. Tened buena voluntad y la corteza se romperá por sí sola. Venga a
vosotros la Luz».
Se abre paso y sale, seguido de los apóstoles.
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