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Se llama Epifanía (del griego epi-faneia: manifestación) a la primera manifestación al mundo pagano del Hijo de Dios hecho hombre. La Epifanía occidental fue fijada el duodécimo día de Navidad, esto es el 6 de Enero.
De acuerdo a una teoría, la asociación de la Epifanía con los sabios del Oriente pudo haberse debido al traslado, en el siglo cuarto, de las supuestas reliquias de los Magos desde Constantinopla a Milán, tradición reavivada en la Edad Media.
EPIFANÍA OCCIDENTAL Y ORIENTAL
La Epifanía occidental celebra la veneración del Cristo recién nacido por los sabios magos orientales como el evento que marca la manifestación de la divinidad de Cristo a las naciones. Especialmente desde tiempos medievales, el cristianismo occidental desarrolló una elaborada tradición alrededor de estas figuras orientales —fijando su número en tres e identificándolos con tres reyes, llamados Melchor, Gaspar y Baltasar—, una tradición que incluía el redescubrimiento de sus cuerpos en la iglesia de san Eustorgio en Milán (1158), donde habían sido trasladados desde Constantinopla en el siglo IV, y su retraslado y depósito en la catedral de Colonia por Federico Barbarroja (1164).
¿Cuál es el significado de la Epifanía para la Iglesia occidental? Es principalmente la manifestación de Cristo, divino salvador, a los gentiles; mas es también el reconocimiento de Cristo por parte de los gentiles. Este doble significado es expresado por la forma en que la Iglesia de Occidente interpreta la ofrenda de oro, incienso y mirra por los sabios Magos. Por un lado, se vio a estos dones como símbolos de tres aspectos de la vida de Cristo, como rey, sacerdote y profeta. Por el otro, re-presentó la ofrenda, en varios sentidos, por medio de la institución de adecuados actos de ofrecimiento: al pobre, a la Iglesia y al enfermo.
Se logra una mejor perspectiva de la Epifanía occidental cuando se recurre a los seis Domingos de Epifanía, que siguen luego de esta y conducen a la Tradición occidental al nuevo tiempo de Cuaresma. Estos Domingos de Epifanía conmemoran la auto-manifestación de Cristo: 1) a la edad de doce años en el templo; 2) en su primer milagro en Caná de Galilea; 3) en su curación del leproso y del esclavo del centurión romano; 4) en el apaciguamiento de la tormenta en el mar de Galilea por el bien de sus discípulos; 5) en su enseñanza sobre el bien y el mal expuesta en su parábola del trigo y la cizaña y, 6) en su enseñanza sobre la gloria futura, tal como está expuesta en su parábola del grano de mostaza.
La epifanía oriental celebra el Bautismo de Cristo en el río Jordán por Juan el Bautista o “Precursor” (en griego prodromos), como el evento de la manifestación de Cristo como el Hijo de Dios y su corolario, la manifestación de Dios en la Trinidad, y también como el evento que marca el comienzo de la misión salvífica de Cristo. Esto se manifiesta particularmente en la celebración de la Gran Bendición de las Aguas (Megas Agiasmos), que evoca el Bautismo de Cristo y constituye un aspecto conspicuo de la celebración oriental.
LA FECHA DEL 6 DE ENERO
No fue una fecha, sino solamente un pensamiento teológico el que dio el primer impulso a la celebración de la manifestación de Cristo sobre la tierra.
Fueron, sobre todo, los cristianos de Oriente los que reflexionaron acerca del misterio de la manifestación de Dios al mundo bajo la forma de una persona humana. Ahora bien, había varios modos de representar este acontecimiento: a) La posición herética (gnóstico Basílides) afirma que fue únicamente en el momento del Bautismo cuando el Cristo divino se manifestó temporalmente sobre la tierra en la persona de Jesús. b) La posición ortodoxa-católica enseña que Dios se manifestó realmente en la persona histórica de Jesús y, en este caso, la Palabra de Dios entra en el mundo en el momento de su Nacimiento.
Partiendo de estas concepciones teológicas, descubrimos los primeros rasgos de la fiesta cristiana de Navidad. Efectivamente, sabemos por Clemente de Alejandría que en el s.II se celebraba en Egipto (Alejandría) el día 10 o el 6 de enero el bautismo de Cristo. Éste es, hasta el momento, el primer origen conocido de la fiesta de Navidad.
¿Por qué celebraban la fiesta del bautismo en los primeros días de enero, y concretamente el día 6? Los Evangelios no mencionan la fecha del bautismo de Jesús. Obsérvese que el 6 de enero los paganos celebraban una fiesta en honor de Dionisios, fiesta que estaba relacionada con la prolongación del día; que en tal día se celebraba en Alejandría el Nacimiento de Eón, nacido de la virgen Core; y que este día estaba también consagrado a Osiris. En la noche del 6 de enero —se decía— las aguas del Nilo recibían un poder milagroso del todo particular.
¿Qué tiene todo esto de común con la Navidad? Esta fiesta del bautismo, celebrada el 6 de enero en Egipto, adquirió igualmente derecho de ciudadanía en la Gran Iglesia Oriental. El bautismo de Cristo se celebró, al principio, solamente bajo el aspecto de «manifestación» de Cristo, o de Epifanía. En esta fiesta la noción preeminente era la de manifestación.
Ahora bien, en la Iglesia, de acuerdo con los relatos evangélicos del Nacimiento, se tenía como la auténtica «manifestación» de Cristo sobre la tierra no ya solamente el bautismo, sino también el Nacimiento de Jesús. A consecuencia de las controversias de principios del s. IV sobre la divinidad de Cristo, se debió sentir una imperiosa necesidad de considerar la fecha del Nacimiento de Cristo como la de su «manifestación”. Y lo hacía el 6 de enero. No se suprimió nada de la fiesta original del bautismo: solamente se le añadió la fiesta del Nacimiento.
En su celebración externa, la festividad se dividía en dos partes. La noche del 5 al 6 de enero: fiesta del Nacimiento de Cristo; el día 6: su bautismo. Por tanto, antes de celebrar la fiesta del Nacimiento el día 25 de diciembre, la Iglesia conmemoraba en la noche del 5 al 6 de enero este gozoso acontecimiento.
Poseemos una hoja de papiro descubierta en Egipto, y que data del principio del s. IV, que transmite una especie de formulario litúrgico destinado a un coro eclesiástico. indica que la Navidad se celebraba todavía en la noche del 5 al 6 de enero. Así, pues, a principios del s.IV se celebraba la fiesta del Nacimiento de Cristo en la noche del 5 al 6 de enero. Y se añadía su manifestación: a los magos, en el bautismo y en los milagros (Caná de Galilea). Era la fiesta de la Epifanía en su totalidad. San Efrén (s.IV) llama a la fiesta del 6 de enero la más sublime de todas las fiestas cristianas y describe la desbordante alegría que, en tal día, invade a la Iglesia entera. Se celebra en ella el Nacimiento, la adoración de los pastores y la aparición de la estrella. El día siguiente está consagrado a la adoración de los magos y al bautismo de Cristo en las aguas del Jordan.
En Palestina se celebró durante mucho tiempo con un esplendor particular la fiesta de Epifanía. Poseemos a este respecto la célebre narración de la noble peregrina Eteria ( o Egeria), que vivió tres años en Palestina. Describe el esplendor de esta fiesta, la belleza de los cantos que brotan del seno de una turba inmensa. Cuenta cómo, en la noche del 5 al 6 de enero, todos, formando un solemne cortejo con el obispo, se dirigen a Belén para celebrar allí la liturgia nocturna en la gruta que se cree ser aquella en la que nació Jesús. Antes de amanecer, todo el cortejo se dirige a Jerusalén cantando himnos de gloria a Cristo que ha venido a la tierra. Al alba del día 6 de enero llegan a Jerusalén, van a la iglesia de la Resurrección, cuyo interior está iluminado por el resplandor de millares de antorchas. Se cantan salmos y los sacerdotes pronuncian oraciones. Hacia el mediodía vuelven de nuevo a la iglesia de la Resurrección y se termina la primera parte de la fiesta; al atardecer empieza la segunda parte con nuevo esplendor.
En estas tres descripciones juega un papel principal la noción de luz que tiene asimismo un sentido simbólico (Luz que brilla en las tinieblas) y esta imagen es tan antigua como el mismo cristianismo, y se pueden encontrar trazos de ella en todo el NT. Todas las ideas cristianas que gravitan en torno a nuestra fiesta de Navidad existen ya en esta celebración litúrgica.
El elemento primordial era el pensamiento que presidía la fiesta de la “manifestación”, y no la fecha. De esta forma, efectivamente, se pudo cambiar con toda comodidad, durante el s.IV, la fecha del Nacimiento. Así llegamos a la fiesta del 25 de diciembre.
DEL 25 DE DICIEMBRE AL 6 DE ENERO
¿En qué momento y por qué causa se separó la fiesta del Nacimiento de la celebración de la Epifanía y se trasladó a una fecha particular, al 25 de diciembre? Este hecho parece que se produjo en Roma, entre el 325 y el 354. El 25 de diciembre, como aniversario del Nacimiento de Cristo, está atestiguado en Roma desde el 336; es posible que en un principio se celebrara, durante algún tiempo, la antigua fiesta de Epifanía en su forma original, mientras la nueva fiesta iba adquiriendo derecho de ciudadanía.
¿Qué móviles hubo, en esta época, que llevaron a separar la fiesta del Nacimiento de Cristo de la de Epifanía y trasladarla al 25 de diciembre? Dos razones principales. Primera: El desarrollo dogmático del problema cristológico, tal como se presentaba al principio del s.IV. En el Concilio Ecuménico de Nicea, año 325, la Iglesia condenó formalmente la doctrina que negaba que en el Nacimiento de Jesús el mismo Dios se había hecho hombre. Esta condenación descartaba todas las demás interpretaciones, comprendida incluso la que afirmaba que Jesús no habría sido adoptado por Dios sino a partir del momento de su bautismo. La Iglesia de Roma tuvo un papel importante en las decisiones del Concilio. Es comprensible la propagación de la fiesta del Nacimiento de Cristo en cuanto tal, es decir, sin que al principio se planteara la cuestión de la fecha. Así se explica, por motivos teológicos cristianos, la tendencia a separar la fiesta del Nacimiento de la de Epifanía.
Segunda razón: En el ámbito pagano, el 25 de diciembre se celebraba como día de fiesta muy importante en honor del sol. El emperador Constantino pretendió unir el culto solar al culto cristiano. Para encontrar una nueva fecha al Nacimiento de Jesús jugó un papel importante la presencia en el Imperio romano, en el seno de la religión muy extendida de Mitra, un culto solar cuya fiesta principal se celebraba el 25 de diciembre, día del solsticio de invierno. Como quiera que el símbolo de la luz que brilla en las tinieblas aparecía ya en la elección de la fecha del 6 de enero, se impuso un día en el que el mundo pagano celebraba de modo particular las fiestas señaladas de la luz y del sol: el 25 de diciembre. Desde antes de la introducción del culto de Mitra, los emperadores romanos habían construido templos al “Sol invencible”. En el s. III se celebraron juegos solemnes y pomposos el 25 de diciembre, en honor de este dios cuyo curso se elevaba de nuevo. Se encendían grandes fuegos, destinados sin duda a ayudar al sol a elevarse sobre el horizonte. En el culto de Mitra, particularmente favorecido entre los soldados romanos, la adoración del “Sol invencible” revistió formas más concretas.
Se comprende así que de modo especial la Iglesia de Roma se preocupara por oponer al culto pagano de la naturaleza su propia fiesta de la luz, la fiesta del Nacimiento de Cristo, del Niño Jesús, Luz de las naciones. Se recordaba sin cesar que el pasaje de Malaquías 4, 2: «Se levantará para vosotros el Sol de justicia», era una profecía sobre Cristo.
El esfuerzo realizado por el emperador Constantino por juntar el culto solar y el culto cristiano, tuvo su influjo. Quiso realizar la síntesis del cristianismo con algunos elementos de valor que contenía el paganismo. Es cierto también que la idea de Constantino de unir el culto solar al culto cristiano se basaba en el simbolismo que parangonaba a Cristo con el Sol. Quiso bautizar la fiesta pagana. ¿Lo logró? Es muy discutible.
A partir de entonces, exhortaciones como las de S. Agustín y del Papa S. León, se hacen evidentemente necesarias. Porque esta fiesta pagana del “Sol invencible”, tan sólidamente enraizada, no se olvidaba; al contrario, se perpetuaba en muchas costumbres que, a partir de entonces, se trasladaron a la fiesta cristiana. De esta forma la Navidad quedó separada de la otra fiesta cristiana, la del bautismo, pero también a partir de entonces quedó muy influida por una fiesta pagana en las costumbres de Navidad. El pensamiento de que Cristo es la Luz del mundo que luce en las tinieblas, no depende de la fiesta del 25 de diciembre; ya existía en la fiesta del 6 de enero, y también antes dentro del cristianismo, independientemente de toda fiesta.
PROPAGACIÓN DE LA FIESTA DEL 25 DE DICIEMBRE
A partir de la segunda mitad del s. IV, la fiesta del 25 de diciembre se propagó desde Roma por toda la cristiandad. Roma procura, en este tiempo, imponer la fiesta de Navidad como distinta de la de Epifanía a las Iglesias de Oriente. Pero no lo consiguió fácilmente. Porque entre las Iglesias de Oriente muchos se mantenían firmes y perseverantes en la celebración de la fiesta del Nacimiento de Cristo bajo la forma antigua de la fiesta de la Epifanía, los días 5 y 6 de enero.
En Siria la resistencia fue particularmente obstinada. En Antioquía se intentó, en vano, durante diez años imponer la fecha del 25 de diciembre. Sólo se pudo lograr con ayuda del gran orador S. Juan Crisóstomo. En su célebre sermón sobre la Navidad, el Crisóstomo intentó persuadir a los cristianos de su Iglesia de que era necesario celebrar la fiesta del Nacimiento de Cristo el 25 de diciembre, porque era realmente el día en que Cristo había nacido. De esta forma Crisóstomo logra hacer triunfar para siempre en su Iglesia la fiesta del 25 de diciembre.
En Constantinopla había sido introducida esta fecha el año 379 por S. Gregorio Nacianceno, el defensor de la divinidad de Cristo. Y la Iglesia de Egipto se resistió todavía más, y esta oposición no cesó, de una manera clara, hasta el año 431.
Pero fue principalmente en Jerusalén donde no se logró privar a la antigua fiesta de Epifanía, celebrada el día 6 de enero, de su contenido principal en favor de una fiesta nueva. San Jerónimo desplegó en vano toda su elocuencia. Sólo a partir de la mitad del s.VI probablemente la Iglesia de Palestina cesó también en su oposición a la fecha del 25 de diciembre. Una sola Iglesia, la de los Armenios, se mantuvo firme y no aceptó celebrar la fiesta del Nacimiento de Cristo el 25 de diciembre; todavía hoy la celebra el 6 de enero.
Fuente: Gerardo Sánchez Mielgo, o.p. y otras
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