Lunes 07 de Octubre del 2013
Primera lectura
Comienzo de la profecía de Jonás (1,1–2,1.11):
Jonás, hijo de Amitai, recibió la palabra del Señor: «Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y proclama en ella: "Su maldad ha llegado hasta mí."» Se levantó Jonás para huir a Tarsis, lejos del Señor; bajó a Jafa y encontró un barco que zarpaba para Tarsis; pagó el precio y embarcó para navegar con ellos a Tarsis, lejos del Señor. Pero el Señor envió un viento impetuoso sobre el mar, y se alzó una gran tormenta en el mar, y la nave estaba a punto de naufragar. Temieron los marineros, e invocaba cada cual a su dios. Arrojaron los pertrechos al mar, para aligerar la nave, mientras Jonás, que había bajado a lo hondo de la nave, dormía profundamente.
El capitán se le acercó y le dijo: «¿Por qué duermes? Levántate e invoca a tu Dios; quizá se compadezca ese Dios de nosotros, para que no perezcamos.»
Y decían unos a otros: «Echemos suertes para ver por culpa de quién nos viene esta calamidad.»
Echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás. Le interrogaron: «Dinos, ¿por qué nos sobreviene esta calamidad? ¿Cuál es tu oficio? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu país? ¿De qué pueblo eres?»
Él les contestó: «Soy un hebreo; adoro al Señor, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra firme.»
Temieron grandemente aquellos hombres y le dijeron: «¿Qué has hecho?» Pues comprendieron que huía del Señor, por lo que él había declarado.
Entonces le preguntaron: «¿Qué haremos contigo para que se nos aplaque el mar?» Porque el mar seguía embraveciéndose.
Él contestó: «Levantadme y arrojadme al mar, y el mar se aplacará; pues sé que por mi culpa os sobrevino esta terrible tormenta.»
Pero ellos remaban para alcanzar tierra firme, y no podían, porque el mar seguía embraveciéndose. Entonces invocaron al Señor, diciendo: «¡Ah, Señor, que no perezcamos por culpa de este hombre, no nos hagas responsables de una sangre inocente! Tú eres el Señor que obras como quieres.»
Levantaron, pues, a Jonás y lo arrojaron al mar; y el mar calmó su cólera. Y temieron mucho al Señor aquellos hombres. Ofrecieron un sacrificio al Señor y le hicieron votos. El Señor envió un gran pez a que se comiera a Jonás, y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches seguidas. El Señor dio orden al pez, y vomitó a Jonás en tierra firme.
Palabra de Dios
Salmo
Jon 2,3.4.5.8
R/. Sacaste mi vida de la fosa, Señor
En mi aflicción clamé al Señor
y me atendió;
desde el vientre del abismo pedí auxilio,
y escuchó mi clamor. R/.
Me arrojaste a lo profundo en alta mar,
me rodeaban las olas,
tus corrientes y tu oleaje
pasaban sobre mí. R/.
Yo dije: «Me has arrojado de tu presencia;
quién pudiera ver de nuevo tu santo templo.» R/.
Cuando se me acababan las fuerzas
me acordé del Señor;
llegó hasta ti mi oración,
hasta tu santo templo. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,25-37):
En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?»
Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?»
Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.»
Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.»
Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?»
Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?»
Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.»
Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo.»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio del Lunes 07 de Octubre del 2013
HACERNOS PREGUNTAS DELANTE DE JESUCRISTO
No eran buenas las intenciones de aquel Maestro de la Ley que se acercó a Jesús para plantearle su pregunta. Pero no por eso deja de ser una pregunta fundamental para hacernos, mejor: hacerle al Señor con cierta frecuencia en nuestra vida. Quizá hoy casi nadie la formularía como aquel jurista: «¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?». Parece que hoy para muchos lo de la vida eterna no es una gran preocupación; bastante tienen con ocuparse del «cada día». Pero formulada quizás de otra manera... sí que sea una pregunta muy presente en el corazón de muchos, aún más cuando esta fuerte crisis está haciendo tambalear muchas de las seguridades que antes nos sostenían. Tal vez así: «¿cómo saber si mi vida merece la pena?», o bien «¿qué me hace falta para sentirme satisfecho con lo que estoy haciendo con mi vida?».
Es muy probable que nuestra vida esté llena de ocupaciones, obligaciones, compromisos, actividades, personas... Tanto, que no pocas veces nos vemos desbordados, o acelerados, o... con la sensación de que no vivimos nosotros nuestra propia vida. Y sin tiempo para «sentirnos» por dentro, para hacernos preguntas importantes. Es a veces la propia vida la que nos obliga, con sus «descoloques»: perder el trabajo, la salud, un fracaso amoroso, la quiebra de la amistad, un traslado...
En todo caso, la pregunta es importante. Y más aún hacérnosla sinceramente delante del Señor (hacérsela a él): Seguramente seamos personas correctas, buenas gente, que llevemos un vida honrada, que vivamos con cierta exigencia nuestra fe... Pero el Señor, seguramente, espere de nosotros «un poco más». Ese poco más tiene que ver con la segunda pregunta del maestro de la Ley: ¿quién es mi prójimo? ¿qué tengo que hacer con mi prójimo?
Algunas claves, desde la parábola, que nos pueden ayudar:
* Alguien que se cruza en nuestro camino, y a quien no prestamos atención, porque andamos en nuestras cosas.
* Alguien que nos puede complicar la vida: el tiempo, el bolsillo, la atención...
* Alguien a quien muchos otros no hacen caso, que no nos resulta interesante, o incluso es molesto...
Claro que con estas claves (y otras que podríamos añadir) se pueden multiplicar los «prójimos» hasta el infinito. Pero el «prójimo» es «uno que está cerca». No es asunto de números. Es «uno». Pero sobre todo es una «actitud». Creo que uno de los signos de los tiempos hoy es el gran número de personas que andan «heridas» esperando que alguien «se haga cargo» de ellas, alguien que preste atención a sus heridas, que se interese por lo que les pasa. En definitiva: actuar como Jesús. Pues anda, ve y haz tú lo mismo... para que tu vida merezca la pena... para ellos... y para Jesús.
Enrique Martínez, cmf.
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