Sábado 05 de Octubre del 2013
Primera lectura
Lectura del libro de Baruc (4,5-12.27-29):
Ánimo, pueblo mío, que llevas el nombre de Israel. Os vendieron a los gentiles, pero no para ser aniquilados; por la cólera de Dios contra vosotros os entregaron a vuestros enemigos, porque irritasteis a vuestro Creador, sacrificando a demonios y no a Dios; os olvidasteis del Señor eterno que os había criado, y afligisteis a Jerusalén que os sustentó. Cuando ella vio que el castigo de Dios se avecinaba dijo: «Escuchad, habitantes de Sión, Dios me ha enviado una pena terrible: vi cómo el Eterno desterraba a mis hijos e hijas; yo los crié con alegría, los despedí con lágrimas de pena. Que nadie se alegre viendo a esta viuda abandonada de todos. Si estoy desierta, es por los pecados de mis hijos, que se apartaron de la ley de Dios. Ánimo, hijos, gritad a Dios, que el que os castigó se acordará de vosotros. Si un día os empeñasteis en alejaros de Dios, volveos a buscarlo con redoblado empeño. El que os mandó las desgracias os mandará el gozo eterno de vuestra salvación.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 68,33-35.36-37
R/. El Señor escucha a sus pobres.
Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
Alábenlo el cielo y la tierra,
las aguas y cuanto bulle en ellas. R/.
El Señor salvará a Sión,
reconstruirá las ciudades de Judá,
y las habitarán en posesión.
La estirpe de sus siervos la heredará,
los que aman su nombre vivirán en ella. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,17-24):
En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron muy contentos y dijeron a Jesús: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.»
Él les contestó: «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.»
En aquel momento, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar.»
Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio del Sábado 05 de Octubre del 2013
Queridos amigos:
“Todo tiene su tiempo”, decía el Predicador. Su tiempo, la recolección; y su tiempo, la sementera. Entre una y otra (aunque los agricultores están ya más o menos metidos en el tiempo de la sementera), se nos invita poner una nota teologal a estos dos tiempos. La memoria de San Francisco de Asís, celebrada ayer, nos ha podido preparar para entonarla. Porque él percibió todas las cosas como un regalo espléndido de Dios. Por eso cantaba en su himno de las criaturas:
Y por la hermana tierra, que es toda bendición,
la hermana madre tierra, que da en toda ocasión
las hierbas y los frutos, y flores de color,
y nos sustenta y rige: ¡loado, mi Señor!
En este tipo de civilización en que nos movemos está, por así decir, opacada esta verdad, o están ofuscados nuestros ojos y no la percibimos. En la industria, en los servicios, en la misma agricultura aparecemos nosotros como los protagonistas que manipulan y explotan una materia, entre dócil y rebelde, que tienen ante sí. Concentrados en lo concreto, o en lo sectorial, parece que hemos perdido una visión más envolvente y global de las cosas. El pasaje del Deuteronomio sugiere que, efectivamente, las riquezas que nos creamos son fruto de nuestra inteligencia y nuestra fuerza. Pero nos lleva más allá: la tierra entera, simbolizada en la tierra prometida en que Yahvéh introduce a Israel, es un don de Dios a los hombres; y la fuerza que desplegamos en el dominio de las cosas nos viene dada por Dios. Todo, por tanto, en el orden objetivo y en el orden subjetivo tiene su fuente en Él.
Concentrados en el ras a ras de lo inmediato, caemos fácilmente en el olvido de la realidad omniposibilitante que es Dios. En este tiempo en que celebramos el día sin tabaco, el día sin tráfico, el día de la paz, el día internacional de la mujer, el día del trabajo (o la fiesta del trabajador), el día de los enfermos de Sida, o del cáncer, y tantos más, la Iglesia, que parece haberse adelantado a esta proliferación de días dedicados a uno u otro aspecto de la vida humana, nos invita al día de la acción de gracias y de petición. En él nos mueve a tomar una apropiada distancia de lo inmediato para reconocer ese fundamento que todo lo posibilita: el Dios viviente, que debe ser loado por toda criatura, y en especial loado por los frutos de la tierra y del trabajo del hombre.
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