Viernes 04 de Octubre del 2013
Primera lectura
Lectura del libro de Baruc (1,15-22):
Confesamos que el Señor, nuestro Dios, es justo, y a nosotros nos abruma hoy la vergüenza: a los judíos y vecinos de Jerusalén, a nuestros reyes y gobernantes, a nuestros sacerdotes y profetas y a nuestros padres; porque pecamos contra el Señor no haciéndole caso, desobedecimos al Señor, nuestro Dios, no siguiendo los mandatos que el Señor nos había dado. Desde el día en que el Señor sacó a nuestros padres de Egipto hasta hoy, no hemos hecho caso al Señor, nuestro Dios, hemos rehusado obedecerle. Por eso, nos persiguen ahora las desgracias y la maldición con que el Señor conminó a Moisés, su siervo, cuando sacó a nuestros padres de Egipto para darnos una tierra que mana leche y miel. No obedecimos al Señor, nuestro Dios, que nos hablaba por medio de sus enviados, los profetas; todos seguimos nuestros malos deseos, sirviendo a dioses ajenos y haciendo lo que el Señor, nuestro Dios, reprueba.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 78,1-2.3-5.8.9
R/. Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre
Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad,
han profanado tu santo templo,
han reducido Jerusalén a ruinas.
Echaron los cadáveres de tus siervos en pasto a las aves del cielo,
y la carne de tus fieles a las fieras de la tierra. R/.
Derramaron su sangre como agua
en torno a Jerusalén, y nadie la enterraba.
Fuimos el escarnio de nuestros vecinos,
la irrisión y la burla de los que nos rodean.
¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a estar siempre enojado?
¿Arderá como fuego tu cólera? R/.
No recuerdes contra nosotros
las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados. R/.
Socórrenos, Dios, salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,13-16):
En aquel tiempo, dijo Jesús: «¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidas de sayal y sentadas en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafárnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno. Quien a vosotros os escucha a mí me escucha; quien a vosotros os rechaza a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí rechaza al que me ha enviado.»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio del Viernes 04 de Octubre del 2013
Queridos hermanos:
El calendario litúrgico ha querido hacernos coincidir en esta semana varios pasajes evangélicos centrados en la pequeñez de un niño como modelo de vida cristiana; y a la vez, ha querido mostrarnos testigos diversos (muy distintos!) que entre otras cosas, tienen en común su pasión misionera por extender el Evangelio y su convencimiento interior por vivir sencilla y humildemente. Teresa de Liseaux, Francisco de Borja y, hoy, Francisco de Asís. Sin duda, el más universal y representativo signo de la pobreza y la sencillez, no solo para los creyentes sino para todo el mundo. Francisco fue más que pequeño: ¡quiso ser menor!, siempre menos que…
Cuentan de Francisco, que allá por el año 1208, recién terminada la reparación de la iglesia de San Damián, solía vestir con túnica, sandalias, cinturón de cuero y bastón; usaba alforja y recibía limosnas, hasta que un día, en misa, oyó el pasaje evangélico de hoy y exclamó: "Eso es lo que buscaba, y lo que quiero practicar con todo mi corazón", y se desnudó de nuevo. En adelante no quiso tener nada más.
De vez en cuando la Historia nos regala personas que hacen realidad lo que muchos soñamos o teorizamos. Francisco vivió la pobreza y sencillez del Evangelio de una manera tan real, que parece no imitable. Quizá es don particular de Dios a Francisco y en él, a la Iglesia y al mundo. Pero a nosotros, al menos, sí puede Dios ayudarnos alimentando nuestro deseo, nuestra fe y nuestra esperanza de vivir en semejante desnudez (más allá de los bienes materiales). ¡Poneos en camino!, dice Jesús en el Evangelio de hoy; quizá esa se la clave. ¡No estéis quietos!, sois enviados, id desnudos, sin historias ni complicaciones ni ambiciones extrañas… sin nada. Porque una tentación es que, al ver que no somos Francisco y que no dejamos la alforja ni las sandalias…, dejemos de preguntarnos cada día por nuestra particular desnudez, pobreza, sencillez, disponibilidad evangélica. En medio del mundo, como corderos en medio de lobos, y aún así, desnudos, sin nada. Siempre menores y diciendo con la vida: qué cerca está el reino de Dios!
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