Consolada y defendida por los ángeles.
Los ángeles suelen ayudar a una persona a desarrollar la espiritualidad de una manera invisible, sin embargo, a veces Dios permite que un alma elegida vea y escuche a sus siervos celestiales.
Este don de la familiaridad con los ángeles se le dio a Santa Faustina Kowalska, religiosa mística y vidente de la Divina Misericordia. Por 13 años pasó en una orden consolada y defendida por los ángeles que se convirtieron en sus mejores amigos. El confesor de Faustina, el padre Sopocko, escribió en su diario que ella tenía la devoción a los santos ángeles y que experimentó la presencia de su ángel de la guarda visiblemente.
UNA VIDA DE ‘GUERRA’ ANIMADA POR ÁNGELES
Al leer su diario, podemos tener la impresión de que Santa Faustina llevaba una vida fácil, porque se encontró con Jesús, la Virgen María y los ángeles místicamente. Sin embargo, Santa Faustina dijo que tal convicción era engañosa porque siempre se dio cuenta de su miseria humana. La Santa luchó con sus debilidades cada día; apenas triunfaba sobre un defecto de carácter, cuando resultaba que era sustituido por diez fallas más. Santa Faustina no se desanimó ya que sabía que su vida no era un tiempo de paz, sino de guerra.
Los ángeles no tomaban decisiones por ella, ellos aparecieron como sus compañeros en sus viajes místicos al infierno, al purgatorio y al cielo. Después de las visiones que ella pidió a la Divina Misericordia, fue el doble de duro.
Cuando Dios designa ángeles a la gente, les presenta gracias indispensables necesarias para realizar las tareas. Santa Faustina tuvo la misión de transmitir un mensaje sobre la Divina Misericordia, el Señor le dijo:
“Yo bajé del cielo a la tierra por ustedes (…), he derramado mi sangre por ustedes, así que la gente no tenga miedo de conocerme” (Diario, 1275).
Los ángeles le enseñaron a orar bien y a contemplar a Dios, ellos nunca aliviaron sus deberes, sino que la animaron a esforzarse y luchar con claras intenciones de acción.
LOS ÁNGELES: AMIGOS EN EL CAMINO AL CIELO
Santa Faustina tuvo contacto con San Miguel Arcángel, un serafín y un querubín, un espíritu llamado “uno de los siete”, su ángel de la guarda y ángeles de la guarda de otras personas y de las iglesias.
En los momentos cruciales de su vida, ella siempre llamó por su ayuda. Sus amigos celestiales nunca le defraudaron, ya que no sólo la defendieron de los ataques demoníacos, sino también la consolaron en los momentos difíciles y le recordaron sobre el cumplimiento de sus deberes con amor también.
Trabajando en la Congregación en Cracovia como portera ella sintió miedo debido a los disturbios revolucionarios y a la actitud hostil de la sociedad hacia la Iglesia. En respuesta a su solicitud de protección de Dios le dijo:
“Hija mía, en el momento en que te aproximaste a la puerta yo ordené a mi querubín protegerte. Ten calma, por favor.” (Diario, 1271)
Después de la conversación, ella vio al ángel que Dios le prometió.
Al tener tantos amigos celestiales, Santa Faustina trató de modelar su vida sobre la vida de Jesús crucificado. Ella solía decir que ella no envidiaba los ángeles porque ellos “sólo” adoraban a Dios, mientras que el Señor vivió en su corazón, como su sangre que circula en las venas a través de la Sagrada Comunión (Diario, 278).
Ella creía firmemente que los ángeles eran los cuidadores de las personas en su camino al cielo. También admiraba a Dios por sus Misericordia, gracias a la cual los primeros padres
“no fueron rechazados para siempre después del pecado original, como los ángeles caídos” (Diario, 1743).
LOS ÁNGELES: PARANGONES DE LA CONTEMPLACIÓN DE DIOS
Durante todos los días las meditaciones del alma de Santa Faustina la prepararon para cumplir la voluntad de Dios. A menudo ella le pidió la capacidad de entender la orden del Señor en el mundo material y espiritual, que le permitió buscar y amar el Bien. Cuando estaba en oración en el convento, ella llamaba a la intercesión de los ángeles pidiendo una vida celosa y una buena muerte.
Faustina conoció a su ángel de la guarda, por ejemplo, en un tren de Varsovia a Cracovia (Diario, 490). Tales “visitas” hicieron su fe más ardiente; ella realizó sus tareas en la cocina, la sala de cocción y en el jardín con el corazón lleno del amor. Los ángeles le aseguraron que a Dios realmente le gustaba la gente de trabajo, su alegría y su sufrimiento (Diario, 1312.)
Una vez su ángel guardián le pidió que orara por los moribundos, al otro día, él le pidió que rezara por una persona en particular. A la mañana siguiente se enteró de que la persona había muerto (Diario, 820). En ese sentido las palabras de Jesús sobre la alegría angélica debido a la conversión religiosa de un pecador se confirmaron en la vida de Faustina (Lucas 15,7).
Un jueves en la hora santa Sor Faustina se sintió mal, pero ella decidió no interrumpir sus oraciones, más tarde fue atacada por los demonios que estaban blasfemando y asustándola. Su ángel de la guarda apareció de inmediato y dijo: no tengas miedo, novia de mi Señor, porque no te pueden hacer ningún daño, sin su permiso (Diario, 419). La hermana Santa notó que su mirada era modesta y un rayo de fuego salió de su frente.
Su ángel de la guarda fue su guía en el purgatorio en una de sus visiones místicas, también. Santa Faustina vio un lugar velado lleno de almas sufriendo en el fuego, ellos le explicaron que el anhelo de Dios causaba su dolor (Diario, 20).
Sor Faustina contempló la Santa Misa; ella escribió que tenía miedo en el día en que no podía tomar el “Pan Angélico” (Diario, 1804). Cuando en el hospital se le informó que la Santa Comunión no le sería llevada por un sacerdote, ella se puso triste, pero espiritualmente se preparó para la visita del Señor y su deseo se hizo realidad – por los próximos 13 días tomó a Jesús en comunión de manos del serafín.
“Estaba vestido con una túnica blanca, un alba transparente y estola; tenía un cáliz hecho de cristal cubierto con un velo transparente“. (Diario, 1676)
Ella oyó un canto angelical acerca de su vida en el día en que ella no pudo asistir a la Santa Misa (Diario, 1202).
Santa Faustina contempló la Divina Misericordia, que le ayudó a soportar las dificultades de su vida. Ella vio un resplandor de gloria en los ángeles, se dio cuenta y luego imitó su humildad y adoración a Dios.
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