Mira el fin de todas las cosas, y de qué modo te presentará delante de aquel rectísimo Juez, al cual no hay cosa encubierta, ni se aplaca con dones, ni admite excusas, sino que juzgará en justicia. ¡Oh ignorante y miserable pecador! ¿Qué responderás a Dios, que sabe todas tus maldades? Tú, que temes a las veces el rostro de un hombre airado, ¿por qué no te previenes para el día del juicio, cuando no habrá quién defienda ni ruegue por otro, sino que cada uno tendrá que hacerlo por sí? Ahora tu trabajo es fructuoso, tu llanto aceptable, tus gemidos se oyen, tu dolor es satisfactorio.
Grave y saludable purgatorio, tiene aquí el hombre sufrido, que recibiendo injurias, se duele más de la malicia del injuriador, que de su propia ofensa. Él ruega a Dios por sus contrarios de buena gana y de corazón perdona los agravios, y no tarda en pedir perdón a cualquiera, y más fácilmente tiene misericordia que se indigna. Él se hace violencia muchas veces, y procura sujetar del todo su carne al espíritu. Mejor es ahora purgar los pecados y cortar los vicios, que dejar su expiación para lo venidero. Por cierto, nosotros nos engañamos a nosotros mismos por el amor desordenado que nos tenemos.
¿En qué otra cosa se cebará aquel fuego sino en tus pecados? Cuanto más aquí te perdonas y sigues tu propio amor, tanto más gravemente después serás atormentado, pues guardas mayor materia para quemarte. En lo mismo que pecó el hombre, será más gravemente castigado. Allí los perezosos serán punzados con aguijones ardientes, y los golosos serán atormentados con gravísima hambre y sed. Allí los lujuriosos y amadores de deleites serán bañados con pez ardiente y fétido azufre, y los envidiosos aullarán en su dolor como perros rabiosos.
No habrá vicio que no tenga su propio tormento. Allí los soberbios estarán llenos de confusión, y los avarientos serán oprimidos con miserable necesidad. Allí será más grave pasar una hora de tormento, que aquí cien años de penitencia amarga. Allí no hay sosiego ni consolación para los condenados; mas aquí algunas veces cesan los trabajos, y consuelan los amigos. Ahora te den cuidado y causen dolor tus pecados, para que en el día del juicio estés seguro con los bienaventurados; pues entonces estarán los justos con gran constancia contra los que los angustiaron y persiguieron. Entonces estará para juzgar el que aquí se sujetó humildemente al juicio de los hombres. Entonces tendrá mucha confianza el pobre y el humilde, mas el soberbio por todos lados se estremecerá.
Entonces será tenido por sabio el que aprendió aquí a ser ignorante y menospreciado por Cristo. Entonces agradará toda tribulación sufrida con paciencia, y toda maldad no despegará los labios. Entonces se holgarán todos los devotos, y se entristecerán todos los disolutos. Entonces resplandecerá el vestido despreciado, y parecerá vil el traje precioso. Entonces será más alabada la pobre casilla que el palacio adornado. Entonces ayudará más la constante paciencia que todo el poder del mundo. Entonces será más ensalzada la simple obediencia, que toda la sagacidad del siglo.
Entonces alegrará más la pura y buena conciencia que la docta filosofía. Entonces se estimará más el desprecio de las riquezas, que todo el tesoro de los ricos de la tierra. Entonces te consolarás más de haber orado con devoción, que de haber comido delicadamente. Entonces te gozarás más de haber guardado el silencio, que de haber hablado mucho. Entonces te aprovecharán más las obras santas, que las palabras floridas. Entonces te agradará más la vida estrecha y la rigurosa penitencia, que todas las delicias terrenas. Aprende ahora a padecer en lo poco, porque después seas libre de lo muy grave; primero prueba aquí lo que podrás después. Si ahora no puedes padecer levemente, ¿cómo podrás después sufrir los tormentos eternos? Si ahora una pequeña penalidad te hace tan impaciente, ¿qué hará entonces el infierno? De verdad no puedes tener dos gozos, deleitarte en este mundo, y después reinar en el cielo con Cristo.
Si hasta ahora hubiese vivido en honras y deleites, y te llegase la muerte en este instante, ¿qué te aprovecharía todo aquello? Porque todo es vanidad, menos el amar y servir a Dios solo. Porque los que aman a Dios de todo corazón no temen la muerte, ni el tormento, ni el juicio, ni el infierno. El amor perfecto tiene segura la comunicación con Dios, mas quien se deleita en pecar, no es maravilla que tema la muerte y el juicio. Bueno es que si el amor no nos desvía de lo malo, por lo menos el temor del infierno nos refrene; pero el que pospone el temor de Dios, no puede perseverar mucho tiempo en el bien, antes caerá muy presto en los lazos del demonio.
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