De las 7 a las 8 de la mañana
Jesús ante Pilatos. Pilatos lo envía a Herodes
Gracias te doy, oh Jesús, por llamarme a la unión contigo por medio de la oración, y tomando tus pensamientos, tu lengua, tu corazón y fundiéndome toda en tu Voluntad y en tu amor, extiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza sobre tu corazón empiezo:
Atado bien mío, tus enemigos unidos a los sacerdotes te presentan ante Pilatos, y ellos fingiendo santidad y escrupulosidad, debiendo festejar la Pascua se quedan fuera en el atrio, y Tú, mi amor, viendo el fondo de su malicia reparas las hipocresías del cuerpo religioso.
También yo reparo junto contigo, pero mientras Tú te ocupas del bien de ellos, ellos en cambio comienzan a acusarte ante Pilatos, vomitando todo el veneno que tienen contra Ti, pero Pilatos mostrándose insatisfecho de las acusaciones que te hacen, para poderte condenar con motivo te llama aparte y a solas te examina y te pregunta: “¿Eres Tú el rey de los judíos?”
Y Tú mi Jesús, verdadero rey mío respondes: “Mi reino no es de este mundo; de lo contrario millares de legiones de ángeles me defenderían.” Y Pilatos conmovido por la suavidad y dignidad de tu palabra, sorprendido te dice: “¿Cómo, Tú eres rey?” Y Tú: “Es como tú lo dices, Yo lo soy, y he venido al mundo a enseñar la Verdad.” Y Pilatos sin querer saber más y convencido de tu inocencia, sale a la terraza y dice: “Yo no encuentro culpa alguna en este hombre.” Los judíos enfurecidos te acusan de tantas otras cosas, y Tú callas y no te defiendes, y reparas las debilidades de los jueces cuando se encuentran de frente a los poderosos y sus injusticias, y ruegas por los inocentes oprimidos y abandonados. Entonces Pilatos al ver el furor de tus enemigos y para desentenderse te envía a Herodes.
Mi rey divino, quiero repetir tus oraciones y reparaciones y acompañarte hasta Herodes. Veo que tus enemigos, enfurecidos, quisieran devorarte y te conducen entre insultos, burlas y befas, y así te hacen llegar ante Herodes, el cual en actitud soberbia te hace muchas preguntas, y Tú no respondes, no lo miras, y Herodes irritado porque no se ve satisfecho en su curiosidad y sintiéndose humillado por tu prolongado silencio, dice a todos que Tú eres un loco y sin juicio, y como a tal ordena que seas tratado, y para mofarse de Ti hace que seas vestido con una vestidura blanca y te entrega en las manos de los soldados para que te hagan lo peor que puedan.
Inocente Jesús, ninguno encuentra culpa en Ti, sólo los judíos, porque su fingida religiosidad no merece que resplandezca en sus mentes la luz de la verdad. Mi Jesús, sabiduría infinita, cuánto te cuesta el haber sido declarado loco. Los soldados abusando de Ti te arrojan por tierra, te pisotean, te cubren de salivazos, te escarnecen, te golpean con palos, y son tantos los golpes que te sientes morir. Son tales y tantas las penas, los oprobios, las humillaciones que te hacen, que los ángeles lloran y se cubren el rostro con sus alas para no verlas.
También yo, mi loquito Jesús, quiero llamarte loco, pero loco de amor, y es tanta tu locura de amor que en vez de ofenderte, Tú ruegas y reparas por las ambiciones de los reyes que ambicionan reinos para ruina de los pueblos, por las destrucciones que provocan, por tanta sangre que hacen derramar por sus caprichos, por todos los pecados de curiosidad y por las culpas cometidas en las cortes y en las milicias.
Mi Jesús, cómo es tierno el verte en medio de tantos ultrajes orando y reparando, tus palabras repercuten en mi corazón y sigo lo que haces Tú. Y ahora deja que me ponga a tu lado y tome parte en tus penas y te consuele con mi amor, y alejándote a los enemigos, te tomo entre mis brazos para darte fuerzas y besarte la frente.
Dulce amor mío, veo que no te dan reposo y que Herodes te envía nuevamente a Pilatos. Si doloroso ha sido el venir, más trágico será el regreso, porque veo que los judíos están más enfurecidos que antes y están resueltos a hacerte morir a cualquier precio. Por eso antes que salgas del palacio de Herodes quiero besarte, para testimoniarte mi amor en medio de tantas penas, y Tú fortifícame con tu beso y con tu bendición, y te sigo ante Pilatos.
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