Vesme aquí, Señor, vengo a ti porque me vaya bien con este don tuyo y se alegre en tu santo convite, que tú, Dios mío, aparejaste con dulzura para el pobre. En ti está todo lo que yo puedo y debo desear. Tú eres mi salud y redención, mi esperanza y fortaleza, mi honra y mi gloria. Pues alegra, Señor, hoy el ánima de tu siervo, que a ti, Señor Jesús, he yo levantado mi ánima. Ahora te deseo yo recibir con devoción y reverencia; codicio, Señor, meterte en mi casa, de manera que merezca yo, como Zaqueo, ser bendito de ti y contado entre los hijos de Abrahán. Mi ánima desea recibir tu sagrado cuerpo, y mi corazón desea ser unido contigo. Date, Señor, a mí, y basta; porque sin ti ninguna consolación satisface. Sin ti no puedo ser y sin tu visitación no puedo vivir; por eso me conviene llegarme a ti muchas veces y recibirte para remedio de mi salud, porque no desmaye en el camino si fuere privado de este celestial manjar.
Porque tú, benignísimo Jesús, predicando a los pueblos y curando diversas enfermedades, dijiste: No quiero consentir que se vayan ayunos, porque no desmayen en el camino. Haz, pues, ahora conmigo de esta manera, pues te dejaste en el sacramento para consolación de los fieles. Tú eres suave hartura del ánima, y quien te comiere dignamente, participante y heredero será de la eterna gloria.
Necesario es a mí, por cierto, que tanto trabajo, y tantas veces peco, y tan presto me hago torpe y desmayo, que por muchas oraciones, y confesiones, y por la sagrada comunión me renueve, y me alimpie y me encienda. Porque, absteniéndome de comulgar mucho tiempo, podría ser que cayese del santo propósito. Los sentidos del hombre inclinados son al mal desde su mocedad, y, si no socorre la medicina divina, luego cae el hombre en lo peor.
Así que la santa comunión retrae del mal y conforta en lo bueno. Y si comulgando y celebrando soy tan negligente y tibio, ¿qué haría si no tomase tal medicina y si no buscase remedio tan grande? Y aunque no estoy aparejado para celebrar cada día, yo trabajaré de recibir los misterios divinos en los tiempos convenibles, y hacerme he participante de tanta gracia. Porque ésta es una principalísima consolación del ánima fiel en el tiempo de esta peregrinación, que acordándose muchas veces de su Dios, reciba devotamente a su amado.
¡Oh maravillosa voluntad de tu piedad para con nosotros, que tú, Señor Dios, Criador y vida de todos los espíritus, tienes por bien de venir a una pobrecilla ánima y hartar su hambre con toda tu divinidad y humanidad! ¡Oh dichoso espíritu, oh bendita ánima que merece recibir con devoción a ti, Seños Dios suyo, y ser llena de gozo espiritual en tu recibimiento! ¡Oh cuán gran señor recibe! ¡Oh cuán amado huésped aposenta! ¡Cuán hermoso y noble esposo abraza, más de amar que todo lo que se puede amar ni desear!
¡Oh muy dulce amado mío!, callen en tu presencia el cielo, la tierra y todo su arreo, porque todo lo que tienen de loar y de mirar, de la bondad de tu franqueza es, y nunca llegarán a tu hermosura, cuya sabiduría no tiene cuento.
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